2.- Qué lugar tan extraño.

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Es lunes y estamos llegando al internado. Está apartado de todo, y como a 1 hora de casa de mis tíos; es un lugar amplio, con áreas verdes; al parecer voy a tener que acostumbrarme a los lugares lujosos con mis tíos.

Pasamos hasta llegar a la oficina del director, el cual, al entrar, nos recibió con una sonrisa.

- Buenos días señor y señora Hill, y tú debes ser Sean, nos han informado tu situación, lamento mucho tu pérdida.

- Él es el director Moon. -dijo Louis.

- Gracias. -dije sin ganas.

- Llámame Alexander. Avisé a la maestra Linn sobre tu caso, ella será su maestra y lo pondrá al tanto de sus clases; no debe tardar en venir por ti, para llevarte al salón. -nos informó.

- Está bien, la esperamos. -dijo Louis.

Pocos minutos después llegó la maestra Linn, era una mujer alta, delgada, de piel blanca, achinada, llevaba puesto unos lentes de lectura y una carpeta en mano.

- Buenos días a todos. -dijo sonriendo. Al parecer aquí todo mundo sonríe. - Tú debes ser Sean.

- Así es y usted mi maestra. -dije de mala gana.

- Así es. -dijo aún sonriendo.

Definitivamente deben pagarle por sonreír.

- Bueno, ven conmigo; te mostraré el salón de clases y a tus compañeros y, a la hora del comedor, te daré tus horarios. -me informó.

- Está bien. -dije sin más.

- Sean, ¿No te vas a despedir? -dijo mi tía.

- Adiós. -dije seco.

- ¡Sean! -se quejó.

- Se supone que nos vemos el fin de semana, deja de ser tan dramática. -repliqué. Cuando estuvo por responderme Louis la detuvo.

- Amor, está bien; no pasa nada, después de pasar por algo tan difícil es normal que tenga ésa actitud.

- Estoy aquí. -dije con fastidio.

- Sean, nos harás falta en casa. -dijo mi tía de manera melancólica.

- Claro. -dije sarcásticamente.

- Aunque no lo creas. -insistió. Rodé los ojos.

- Ya, está bien, nos vemos luego. -abracé a mi tía, la cuál, me recibió con fuerza entre sus brazos y me regaló una pequeña sonrisa al soltarme; me despedí de Louis agitando la mano.

Caminé junto a la maestra Linn unos cuantos pasillos hasta llegar a nuestro salón donde habían varios niños, que, extrañamente, esperaban en silencio y haciendo sus tareas.

- Chicos, él es su nuevo compañero Sean, espero que lo traten con respeto. -informó. Nadie respondió. - Puedes tomar asiento.

(...)

Vimos clases hasta que llegó la hora del almuerzo, todos en silencio y prestando atención.

Luz en la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora