XV. MIEL

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Draco no recordaba cuándo había sido feliz por última vez. Durante muchos años había vivido anhelando a Hermione, pero después de su encuentro, la idea de que podía conquistarla le daba mucha ilusión.

A raíz de esto, se encontró a mitad de semana planeando lo que teóricamente sería su primera cita con Hermione, algo elegido completamente por él.

Sabía de primera mano los gustos de la bruja y que podía complacerla llevándola a una obra de teatro en el West End y después a comer en algún sitio icónico de la zona, pero según recordaba, eso ya lo había hecho con Weasley, y aunque no había salido bien puesto que Ron se había aburrido tremendamente con un musical, quería crear nuevos recuerdos, llevarla a nuevos lugares que quizá ella no había visitado.

Esa mañana, mientras desayunaba las ya acostumbradas tostadas con mantequilla y miel que Cavell le preparaba diariamente con tanto esmero, decidió que usaría a su favor las maravillas naturales y culturales que le ofrecía Suiza y por las que tenía tanta fama el país para así sorprender a Hermione y de paso, aprovecharía para también conocerlas él puesto que se había empeñado en prácticamente encerrarse a tiempo completo en el chalet desde que vivía en Lauterbrunnen, siendo el elfo quien se encargaba de abastecer todo lo necesario para la vida diaria, y trasladándose por aparición o traslador a los ministerios que requerían sus servicios.

Por eso, cuando Cavell anunció la presencia de la señorita Frankhauser, acribilló a Olivia con preguntas que la dejaron más que sorprendida pues ella siempre le recriminaba que en el año y cuatro meses que llevaba Draco viviendo en Lauterbrunnen, nunca había mostrado interés en hacer turismo local. Draco se sintió sonrojado ante la observación de su asistente, pero después Olivia con la seriedad que siempre la caracterizaba, empezó a enlistar los posibles lugares.

—Para esta época del año puede hacer senderismo, las vistas panorámicas de las montañas son impresionantes, o ir a las cataratas del Rin, que son las más grandes de Europa. También puede ir a un spa termal, que son muy relajantes y estoy segura que le harían muy bien ya que pasa tan enfrascado en su trabajo. Así mismo, puede visitar algún castillo antiguo, un museo histórico o de arte.

—Aunque esas opciones suenan bastante interesantes, de momento busco algo más... romántico —aclaró Draco esta vez sintiendo sus orejas arder. La mirada de asombro de parte de su interlocutora no se hizo esperar.

—¿Romántico?

—Sí —se aclaró la garganta.

—Oh... —comentó Olivia con un tono que parecía decir ya entiendo todo. Draco había estado de muy buen humor desde que había vuelto de Inglaterra el fin de semana anterior y al fin se enteraba de la razón. Sonriendo con complicidad, se puso a pensar un poco antes de hablar—. En ese caso, creo que podría llevar a esa persona a un paseo por algún lago, luego llevarla a cenar a un restaurante con hermosas vistas, o también pueden ir de paseo en tren panorámico.

—Me gusta eso . ¿Cuáles lugares me recomiendas para ir?

—Puede ser Interlaken. Hacen un recorrido por sus maravillosos paisajes, y luego pueden hacer un paseo en bote por el lago Brienz.

Draco fue tomando nota mental de cada cosa que Olivia decía y le pidió que hiciera una reserva para el domingo en uno de los restaurantes que había sugerido y que, en su opinión, era el mejor.

Por motivos laborales, posiblemente no podría ausentarse de Suiza hasta el sábado en la tarde, ya que estaba colaborando con el ministerio francés y habían planeado una redada para el sábado en la madrugada en el corazón de un barrio problemático; no sabía cuánto tiempo les iba a tomar la detención del sospechoso, un individuo buscado por múltiples delitos graves. Si el objetivo no oponía resistencia, quizá les llevaría pocas horas toda la operación, pero el tipo había sido bastante escurridizo durante varios años, de ahí que hubieran recurrido a su ayuda y pericia en ese tipo de casos para trazar, al fin, un plan que los llevara al éxito.

Eran las dos de la tarde del sábado cuando Draco regresó al chalet luego de terminar los informes necesarios. Estaba exhausto pero satisfecho de que todo había salido tal y como lo habían planeado, deteniendo incluso a tres sospechosos más durante la misión. Tomó un baño y le pidió a Cavell que lo despertara en tres horas. Estaba una hora adelante de Londres y eso le jugaría a su favor, ya que podría llegar a tiempo para tomar el té de la tarde en Malfoy Manor con sus padres, quienes acostumbraban hacerlo a las cinco.

Cuando activó su traslador y se presentó en Sunserley House, los nervios afloraron al sentirse nuevamente cerca de Hermione, al menos ya en el mismo país; la había extrañado demasiado y estaba ansioso por volver a verla. Tal y como le había prometido, le escribió, deseando fervientemente que ella no tuviera planes para el día siguiente y le pareciera bien la idea de visitar Suiza con él. En ese momento decidió que quería que fuera una sorpresa y así se lo dejó saber en su carta.

Hola, estoy llegando a casa.

Tengo planeado una sorpresa, si es que no tienes planes para mañana. Déjame saber si dispones al menos de la tarde y estás dispuesta a pasar algunas horas conmigo. Si no, quizá entonces podamos cenar hoy. Dime cuál de las dos opciones está bien para ti.

D.M.

Había deseado agregar que la había extrañado pero al final decidió no quedar en evidencia. Una vez que envió la carta, pasó por Red Flu a Malfoy Manor donde nuevamente sorprendió a sus padres y pudo constatar la franca mejoría de Lucius. Estaba terminando de comer con ellos cuando recibió una respuesta.

¡Hola!

No tengo nada planeado para mañana, tampoco tengo nada planeado para la cena de hoy. ¿Qué te parece si hacemos las dos cosas? Te invito a cenar hoy en mi casa y luego me sorprendes mañana. No soy experta en la cocina, pero a mi padre le encanta la lasagna de pollo y espinacas que le preparo siempre para su cumpleaños. Si te apetece, te espero a las ocho; puedes aparecerte en...

Draco no podía dar crédito a lo que leía. Ella le estaba invitando a cenar esa noche y también podrían verse al día siguiente; su corazón parecía querer salirse de su pecho. Leyó nuevamente el contenido, prestando especial interés a las indicaciones para llegar al sitio muggle donde ella vivía. Estaba tan entusiasmado con la carta que había olvidado que estaba justamente frente a sus inquisitivos padres.

—¿Buenas noticias? —preguntó Narcissa con gesto serio, tomando seguidamente un sorbo de su té.

—Las mejores —sonrió guardando el pergamino en el interior de su túnica, dejando en claro con el tono de su voz, que no admitiría un interrogatorio. Su madre asintió y Draco no tuvo valor de enfrentarlos con la mirada, temiendo que alguno de los dos pudiera adivinar en ella que se escribía con Hermione Granger.

Una vez terminado su té, se disculpó por tener que irse tan rápido, se despidió de ellos con el respeto de siempre y regresó a Sunserley. En su despacho, escribió apresuradamente en un pequeño pliego «Ahí estaré». Estaba nervioso, en cierto modo se sentía vulnerable. Una invitación a su casa no necesariamente podría significar algo importante o que ella sentía lo mismo, pero habían quedado en «conocerse mejor» y era lo que estaba pasando.

Enviándolo con su búho real, y con las ansias al tope por la posibilidad de verla en pocas horas, cambió su túnica por un elegante traje entero color negro y decidió visitar a Theo, quien no había contestado su escueta misiva, pero que tampoco había sido necesario. Su amigo merecía saber que todo iba viento en popa gracias a él, aunque también se merecía al menos un hechizo punzante por entrometido. 

 

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Dulce sufrimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora