XXIX. CERVEZA

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Apenas entraron a la habitación donde los esperaban, Hermione pudo percibir la mirada implacable de Narcissa que parecía querer reducirla a cenizas. Sabía que la señora estaba haciendo un gran esfuerzo por mantener la calma solo por no molestar a su hijo y aunque estaba segura que no intentaría nada debido a la advertencia del joven en la cocina, la intimidaba con solo verla. Su mensaje era muy claro: «no me gustas». El ambiente estaba tenso y Draco también lo percibió pues levantó una ceja a modo de advertencia.

Sentándose en un sillón de una plaza con Draco de pie a su lado, Hermione puso atención a Lucius. Nunca se había detenido a compararlo con su hijo, pero salvo algunos detalles, eran físicamente muy similares, sobre todo cuando ambos vestían elegantes túnicas hechas a la medida, y a la vez eran tan distintos, sobre todo ahora que conocía tan bien al verdadero Draco.

—No entiendo el motivo de habernos mentido —alegó el patriarca.

—No mentí... Nunca dije nada al respecto que es distinto.

—¡Omitir es también mentir! —sentenció enérgica la señora Malfoy, quien se había sentado con un porte que le recordaba a Hermione las fotos de las familias reales que salían en las revistas que tanto le gustaba ver de niña. A su lado, Lucius estaba de pie, más altivo que nunca.

—No es lo mismo —repuso Draco con calma—. Y fue precisamente por esta situación que ambos preferimos mantener nuestra relación fuera del interés de ustedes dos.

Narcissa frunció ligeramente los labios por unos segundos.

—¿Cuánto hace que están juntos? —inquirió.

—No entiendo por qué eso es relevante... —Narcissa arrugó el entrecejo y Lucius carraspeó la garganta—. Hará cosa de unos siete años que estoy enamorado de ella, madre —contestó luego de varios segundos. Lucius abrió la boca sin poderlo evitar debido a la impresión. Narcissa estaba lívida.

—¿Entonces fue por ella que rompiste tu compromiso de matrimonio con Astoria? —Hermione sintió una punzada en su corazón. Hasta ese momento no había recordado que Draco una vez estuvo comprometido con la menor de las Greengrass.

—No podía traicionarme a mí mismo porque lo que siento por ella es completamente serio, no algo que se dio en pocos días.

—Por qué tuvo que ser precisamente ella... —murmuró Narcissa viendo hacia un punto en la habitación, negándose a ver a Hermione.

—Ustedes dos no pueden...

—Nada de lo que digan va hacernos cambiar de opinión —interrumpió Draco con seguridad—, y entenderé perfectamente si deciden borrarme del árbol familiar. Es algo que de todos modos preví hace muchos años, cuando sin siquiera permitirme soñar con que Hermione correspondería mis sentimientos, decidí que no me casaría ni tendría hijos si no era con ella. Ahora, si de verdad me aman como se supone que lo hacen, les pido que respeten la decisión de estar con Hermione y que intentarán aceptar nuestra relación. —Para este momento, Draco había tomado con fuerza una de las manos de la joven—. Si lo hacen, descubrirán que Hermione es una mujer maravillosa que merece lo mejor del mundo, pero decidió estar conmigo a pesar de todo nuestro pasado. A diferencia de otras, a ella no le importa mi dinero, tampoco le impresiona mi linaje de siglos de antigüedad; no la amo solo por su inteligencia o porque se volvió una bruja famosa. Fue algo que nació y creció poco a poco, por eso puedo asegurar que lo que sentimos es real, que me siento cerca de ella aunque esté en Lauterbrunnen. A su lado soy mejor persona, menos... Malfoy... y por eso nos encontraron en la cocina preparando un postre, y hemos hecho cosas que estoy seguro que ustedes jamás han intentado por ser fieles a unos prejuicios sin sentido. Si están dispuestos a aceptar todo eso, me harán muy feliz, y si no, pues no hay nada más qué hablar.

Dulce sufrimientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora