Es muy importante tener puestas las gafas de sol

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Nunca se había imaginado pisando de nuevo esa casa, no desde que sus padres se la enseñaron como el que para ellos era el regalo más práctico, así que no podía hacer una comparación sobre cómo esperaba que fuese su vuelta y cómo estaba siendo.

Si alguna vez esperó pasar su tiempo en esa enorme y asfixiante casa, sus pensamientos jamás se asemejarían a escuchar rock por las mañanas o tener alguna presencia en casi cualquier rincón de la casa. No era nada de lo previsto por ella, ni mucho menos por sus padres.

-Un día y ya tienen la habitación revuelta - alucinó Annabeth, dando un rápido vistazo a la habitación. - Siempre pensé que Nico sería el más ordenado.

-A lo mejor el desorden solo es de Thalia - intuyó, esquivando las maletas abiertas para llegar a un pequeño escritorio.

Escuchó el resoplido desaprobatorio de Annabeth cuando sacó un pequeño paquete de tabaco que tenía escondido al fondo de uno de los cajones, enterrado entre un sinfín de bolígrafos y lápices. Aunque se prometió no pisar esa casa, guardó parte de su adicción en ella.

-¿No decía que era solo tuya? - cuestionó Annabeth. - ¿Por qué esconderlo?

-Mi vida también es solo mía, esa es la teoría - respondió de forma agria, cerrado el cajón. - Pero la controlan. No me extrañaría que revisasen periódicamente esta casa.

Dejó entrever una falsa desconfianza de sus padres que no era cierta. Estaban demasiado ocupados como para revisar un lugar al que Reyna no iba, también confiaban lo suficiente en el control que le tenían impuesto como para no esperar ninguna sorpresa de su parte.

La única veraz razón era que esperó volver una vez más solo para poder vender la casa, y, en ese proceso, había soñado con ser alguien diferente. Con falsa esperanza, quiso guardar una adicción que en su pasado pensó que sería momentánea y que ahora debería estar observando con orgullo por un reto superado. Pero ahí estaba, relamiendo su fracaso y ocultando con vergüenza una posible mirada de decepción de Thalia Grace si encontraba cajetillas como si se tratase de una amarga búsqueda del tesoro. El premio en cuestión sería descubrir la verdad, que había alcanzado a convertirse en alguien muy diferente a quien pensó ser.

No avanzaba, solo retrocedía, a tal punto que comenzaba a olvidar en quién soñó en convertirse.

-Esta habitación huele a homosexualidad - bromeó Annabeth, arrugando levemente su nariz como si apestase. - No sé por qué no te quedas aquí también. A mis libros le vendrían bien tu cama y estoy segura de que a Thalia no le importaría hacerte sitio.

-Annabeth - pronunció en protesta, evitando sonrojarse. - Prefiero cuando estás modo amiga sobreprotectora, eres menos inaguantable.

-Eso solo lo hago cuando está Thalia, por fastidiarla - le restó importancia. - Percy me contagió su lado maligno.

-No le eches la culpa, ese lado ya vino contigo de serie.

Se interesó en el gesto de dolor que hizo Annabeth al asomarse por la ventana, apretando los labios unos más tarde añadiendo aún más curiosidad en Reyna.

-Digamos que Percy y el bordillo de la piscina no son una buena combinación - explicó aún manteniendo el gesto de dolor después de que Reyna pidiese una explicación. - ¿Tú que crees? ¿Se choca con todo lo que tiene delante por falta de vista o por torpe?

-Tú le conoces más.

-Por torpe - sentenció, caminando tras ella para salir de la habitación. - Voy a estudiar, aprovecho que están en la piscina y no amenazando a mis tímpanos para ponerse en huelga ¿vienes?

Asintió sin pensar a pesar del desagrado que le suponía, pero al instante recordó su escueta conversación en la pasada noche con Thalia Grace. Si no quería, no debía hacerlo.

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