Coleccionar multas de tráfico no es para avergonzarse

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Había besado a Thalia menos veces de las que le gustaría.

Y le avergonzaba pensarlo.

Llevarlo en secreto había sido su decisión y no se arrepentía lo más mínimo, no quería comentarios ni sentirse observada ni juzgada por nadie, pero aceptaba que incluso esa enorme casa a la que tanto recelo le tenía se estaba quedando pequeña si lo que buscaba era encontrar un lugar donde nadie merodease cerca suya.

No podía pedir a nadie que simplemente la dejasen en paz, a solas.

Podría. Claro que podría. Pero el problema era que quería estar en paz, a solas. A solas con Thalia.

Cerró los ojos con fuerza no a causa del sol que estaba secando su cuerpo luego de unos largos minutos en la piscina, sino por la frustración y también por la ironía que sentía al pensar que había comenzado queriendo esquivar a Thalia Grace en aquel antro y ahora todo había cambiado. Aunque no se quejaba del rumbo que había tomado su vida.

En la hamaca contigua a la suya Thalia estaba tumbada boca abajo, mucho más cerca que en la que Will escuchaba música por sus auriculares totalmente inmerso en su mundo. Hacía tiempo que había dejado de mirarla insistentemente y solo dormía con ambos brazos bajo su cabeza. Durmiendo rezumaba una tranquilidad impropia de su personalidad.

En toda la mañana no había sentido en ningún momento la urgente necesidad de meterse en el coche y huir a cualquier parte, aunque sean por unas horas. Estaba extrañamente cómoda en ese lugar, y, aunque no lo reconociese, comenzaba a gustarle compartir su tiempo con los que podría decir que eran sus amigos. Que se encontrase particularmente feliz en un terreno que le recordaba a sus padres era por la presencia de ese grupo, pero, sobre todo, por Thalia.

Estiró su brazo con cuidado, sin permitirse hacer ruido ni tampoco pensar demasiado en qué estaba haciendo. La punta de su dedo alcanzó una de las gotas de agua de la piscina que reposaban en la espalda de Thalia, sin rozarle la piel. Por unos segundos se encontró con el brazo suspendido al ras de su espalda, mirando anonadada el brillo de las hebras negras que circulaban por su espalda. No supo si requirió algún tipo de valor, pero cuando quiso darse cuenta, algunos de sus dedos ya trazaban los dibujos de rayos en la espalda de Thalia, notando la atractiva mezcla del calor del sol y la humedad del agua en su piel.

Su sonrisa llegó al notar la ahora piel erizada de Thalia bajo la yema de sus dedos, y cómo de sus labios soltaba algún que otro suspiro de lo que suponía que era satisfacción. Por su expresión calmada, parecía apunto de fundirse con la hamaca bajo ella, mientras Reyna solo quería fundirse con el tatuaje que estaba tocando, con ella.

El único sonido que causó que parase su caricia vino directamente del agua, donde Reyna vio a Nico asomando su cabeza en el bordillo de la piscina mientras colocaba su lata de refresco en el suelo. Estaba estática, mas no levantó su mano de la espalda de Thalia aunque Nico enarcó una ceja en su dirección, sonriendo con algo de arrogancia.
También había aprendido que, aunque no le gustaba demasiado estar fuera de la casa, cuando realmente disfrutaba la piscina era cuando se encontraba él solo en ella.

-Voy a dormir - susurró Nico saliendo del agua, acudiéndose el pelo con una mano tras zarandear su cabeza como un perro. - Tú sigue. Finges de pena, pero no importa, es divertido.

-No fue... da igual.

Retomó el movimiento de su mano mientras observaba a Nico ir hacia el interior de la casa. No quiso perder tiempo en explicarle que acariciar la espalda de Thalia no había sido un movimiento premeditado por ella, pero tampoco quiso frenar cuando se dio cuenta de cuánto lo estaba disfrutando ella misma. Y, en esos instantes, tampoco surcaba por su mente el mantener las apariencias.

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