Día 12: Fuego y hielo

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Los opuestos se atraen. En especial aquellos que no deberían juntarse bajo ninguna circunstancia.

Si le preguntas a cualquiera, no sabría explicarte cómo los Dioses del Fuego y el Hielo terminaron enamorados, compartiendo un palacio y terminando con las rivalidades milenarias de los elementos. A veces, ellos tampoco lo sabían, pero les encantaba su historia. 

—Claro que nos odiábamos al principio —Foolish comentó, la piel dorada de su rostro extendiéndose cuando sonrió, sus ojos brillando con picardía—. Ni sabíamos por qué, pero nos odiábamos. 

—Claro que sabíamos por qué, bobo —Vegetta contestó, entrelazando sus dedos fríos con los del otro, sintiendo su cuerpo calentarse casi inmediatamente—. "Así tenía que ser." 

Les gustaba tanto su historia, que a veces se la contaban entre ellos mientras descansaban rodeados por sábanas blancas. 

Recordaron la primera vez que se vieron. Fue explosivo. Ambos Dioses en extremos opuestos de la mesa, en una cena organizada por la Diosa de la Tierra y la Diosa del Viento, celebrando su compromiso. 

Vegetta no quería ir, Foolish era el más entusiasmado. El Dios del Fuego armó varias canastas con regalos, pensó en qué ponerse por semanas completas y apareció con una sonrisa gigante en el rostro al evento. El Dios del Hielo tuvo que ser prácticamente arrastrado al lugar por uno de sus mejores amigos, rogando que al menos las felicitara, compartiera la mesa con ellas y, si quería, se fuera temprano pero que hiciera acto de presencia. 

El primer encuentro de sus miradas podría describirse como navajas detenidas a milímetros de sus pechos. Las primeras palabras que se dirigieron, terminaron de encajarlas. 

Foolish repartía pequeñas canastas con obsequios que podían conseguirse en su reino. Incluso llevó uno para Vegetta, que dejó frente a él sin dirigirle la mirada. Su obsequio fue rechazado. 

—¿Confías tan poco en ti mismo y tus habilidades sociales son tan nulas que tienes que comprar el cariño de los demás dándoles regalos? —dijo, bebiendo de su copa de vino blanco segundos después.

El Dios del Fuego lo ignoró, terminando con su labor segundos después. Volvió a sentarse y se encontró con la mirada congelada de Vegetta sobre él. 

—¿O estás tratando de apaciguar la culpa del desastre que crearon tus antepasados? —añadió. El lugar se quedó en completo silencio, tanto que Foolish pudo escuchar cómo una sonrisa victoriosa comenzaba a formarse en los labios del Dios del Hielo. 

—Yo no tengo la culpa de que tus habilidades sociales sean tan limitadas que creas que los regalos "compran" el cariño. Me preocupan las personas con las que te relacionas, cielo —contestó, acercándose a él sobre la mesa y sonrió cuando Vegetta se alejó casi inmediatamente—. Tampoco es mi problema que sus habilidades bélicas lleven siglos siendo nulas… Tal vez si dedicaras el tiempo que utilizas en ir por eventos con cara de que preferirías morir en mejorar tus ejércitos, las cosas serían diferentes. 

La Dios de la Tierra rápidamente intervino, cambiando el tema de conversación a cómo ese día debían enfocarse en celebrar el amor o algo así, ninguno de los dos estaba escuchando. 

Las palabras de ambos dioses fueron golpes bajos para el otro; sus miradas no volvieron a encontrarse en el resto de la noche, y cuando lo hacían, se sentía como una guerra silenciosa. 

El Reino del Hielo era conocido por su frialdad, no sólo por aquella que entumía tus dedos y te dificultaba caminar… Se colaba por debajo de tu piel y congelaba la carne pegada a tus huesos con sus respuestas monosilábicas y miradas sin emoción. 

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⏰ Última actualización: Oct 22, 2023 ⏰

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