capitulo 12

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Por Bill.

¿Nunca han sentido aquel famoso cosquilleo que se produce en tu estómago por cada una
de las sensaciones provocadas por la persona que más amas en este mundo? Eso mismo es lo que me ocurre en este momento. Distintos tipos de corrientes eléctricas recorren mi cuerpo completamente cuando estoy junto a él, sintiendo el calor de su cuerpo junto al mío, que siempre se encuentra frío. Cada vez que le oigo jadear y/o gemir, mi cuerpo se
estremece completamente sin mi consentimiento. Mi cuerpo se desenreda de aquellas cadenas que me aprisionaron por años. Años dependiendo del amor. Años deplorando por él. Años sintiendo un vacío en mi corazón, creyendo que nunca nadie lograría poder llenar
nuevamente. Años creyendo que nunca encontraría mi ‘alma gemela’; pero todo dio un giro de trescientos sesenta grados cuando he conocido a un hermoso niño, llamado Thomas
Kaulitz, de tan solo dieciocho años. Un niño que me encadenó con sus palabras y su mirada, atrayéndome con sus redes, anudándolas con fuerza para que nunca se me ocurriese intentar escaparme de ellas. Tom es aquella alma gemela que siempre he pedido. Ambos nos complementamos a pesar de habernos conocido hace ya poco tiempo. Sé que es él porque aquella conexión nos une por completo. ¡Exacto! Nos complementa en todo sentido.

Somos los complementos de la conexión que nos ha deparado el destino. Él era la meta a la cual debía llegar luego de tantos años buscando a mi complemento, a mi par.

Cómo puede ser posible que un niño tan dulce como Tom pueda ser ‘mi par’? Fácil. Los opuestos, se atraen/complementan. Mi personalidad es muy fría, eso es lo que me ha
complementado con él. Somos como el Ying y el Yang, ¿han de conocerlo? Es lo que describe las dos fuerzas fundamentales opuestas y complementarias. El Ying es el principio femenino {En este caso, como ambos somos hombres, el que recibe, sería el principio femenino.}, es como la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El Yang es el principio masculino, representando al cielo, la luz, la actividad y la penetración. ¿Ahora se encuentra el sentido de la conexión complementación? Ambos somos el Ying y el Yang. Tom representa al Ying y yo al Yang.

-Será mejor que vayas a descansar. – Dije estrujando mis rastas con una toalla. – Recuerda que debemos continuar con la terapia, Tom. Vamos, a la cama.

- Sí, ya lo sé. Pero… no me siento cansado, Bill. – Se quejó cruzando los brazos. Él se encontraba recostado en el sofá, cambiando los canales de la televisión.

- Tom… debes descansar. – Le quité el mando de las manos y apagué el televisor, presionando la tecla ‘power’. Dejé el mando sobre la mesa de té y me senté junto a él. -
¿Cómo se encuentran tus heridas?

-Mejor. Ya no duelen como antes. – Sonrió débilmente y luego, torció su boca, encogiéndose de hombros.

- ¿Hay algo que quieras decirme, chiquillo? – Pregunté buscando alguna respuesta a través
de sus ojos. Pero se encontraban apagados y no aportaban más que dolor y angustia.

- Bill… quiero hablarte de mí. – Susurró bajando su rostro, impidiéndome que continuara
analizando su mirada, en busca de las respuestas necesarias. – Pero se me hace jodidamente
difícil.

- ¿Por qué quieres hablarme de ti? – Pregunté extrañado, con mi entrecejo fruncido y él entrecerró los ojos.

- Quiero que de una vez, me conozcas. Que sepas de mí y de mi cruel realidad. – Dijo y yo, suspiré.

- Si aún no quieres hacerlo, está bien, te comprendo. Yo aguardaré todo lo que tú me pidas. Para eso me dedico a la psicología. Tendré toda la paciencia y te esperaré hasta que tú me lo pidas. – Sonreí débilmente, al mismo tiempo en el que acariciaba su rostro.

- Estoy cansado de hacerte esperar, Bill. – Susurró elevando solo un poco, su tono de voz. – Ya no logro soportar la bola que se forma en mi pecho, impidiendo que pueda hablarte de
todo lo que ha ocurrido. Es horrible decidirte a decirlo todo y que de un momento a otro, un nudo se atore en tu garganta y debes de guardártelo por mucho más tiempo.

- Puedes decirlo de a poco. Pero, tranquilízate. – Le tranquilicé y él se acomodó sobre el sofá. – Respira profundo. Inhala, exhala. Y lárgalo de a poco y sin apuros. Yo estoy aquí y
te esperaré si debes detenerte.

Inhaló y exhaló un poco de aire –tal como le he dicho-, y comenzó a relatarme su historia.

- Cuando tenía siete años, unos tipos asaltaron la casa que compartía con mi familia. Éramos cinco en total: Mamá, papá, mis dos hermanos mayores, y yo. Mamá se encargó de
nosotros y mi padre de los tipos. Ella les encargó a mis hermanos cuidarme y salir juntos por la parte trasera de la casa. Oímos un disparo y supimos que… él había muerto. – Contó
con su cabeza agachada. Acaricié su brazo y torcí la boca. Joder, qué dura realidad. – Cuando se deshicieron de mi padre, se adentraron en la casa. Oímos que mi madre comenzó
a gritar y mis hermanos y yo nos dirigimos a la parte trasera de la casa, corriendo como logramos hacerlo. Como el niño torpe que era, tropecé y caí al suelo, frente a un tipo que
sostenía a mi madre del cuello con una mano, y en la otra llevaba una…

- Tom, vamos. Esto está dañándote, si ha de dolerte, no continúes. – Dije cuando se largó a llorar y abrazó mi cuerpo. – Ya no continúes si esto te hace mal, chiquillo.

- Asesinaron a mi madre delante de mis ojos, Bill. La asesinaron frente a mí, cuando tan solo era un niño de siete años.

-Acaba, chiquillo. – Suspiré besando su frente, intentando transmitirle tranquilidad y ayudarle a calmarle un poco, ya que se encontraba completamente intranquilo. – Chiquillo.

- Debo continuar. Comencé con esta puta historia y ahora ya no puedo detenerme. – Unió fuerzas y prosiguió relatándome. – Luego de asesinar a mis padres, y lograr salir de la casa
a escondidas, los malditos incendiaron nuestro hogar y quedamos en la calle. Una noche, el
comisario de la ciudad, nos apuntó en el Hogar de niños de Hamburgo. Pasamos unos… cuatro años en el hogar, los tres juntos, sin separarnos ni una sola vez. Cuando cumplí mis
doce años, Simone me adoptó, y me alejó de mis hermanos. Y desde mis doce años, mi vida es como un puto infierno. No tengo un padre que me comprenda, no tengo ni un solo
hermano que esté junto a mí cuando más le necesito, a los catorce años me drogaron a la fuerza. Y cuando cumplí mis quince años, un tío de la calle me dio por el culo, y desde esas instancias, quiero acabar con mi vida del modo que sea, pero acabar.

Sin palabras. Me había quedado sin palabras; mi garganta se encontraba seca, no lograba poder hablar. No poseía habla. Mi niño me había dejado sin palabras.

- Chiquillo… - No podía hablar, tenía un nudo en mi garganta. Que no podía. - ¿Nunca nadie te amó? ¿Nunca has tenido una novia?

- Sí. No solo ha sido mi ‘novia’. Fue el amor de mi vida, y ahora, ella me protege desde muy lejos. – Susurró apenado y comprendí. Oh, joder. Ya le comprendo más que antes.

- Oh, lo siento. ¿Y cuál era su nombre? – Pregunté para verificar lo que yo suponía que estaba bien.

- Katherine. – Respondió en un susurro. ¡Bingo! Sí estaba bien lo que he supuesto. En la noche le he oído decir su nombre entre sueños. No me puse celoso o algo parecido. Solo
sonreí e hice como que nunca lo he escuchado, pero esto, me motivó a cuestionarle sobre ello.

- Sueñas con ella muy seguido, ¿verdad? – Cuestioné acariciando su hombro, demostrándole que no me encontraba enojado ni nada parecido. Alzó su cabeza rápidamente para observarme y se sorprendió.

- ¿Cómo lo sabes? – Preguntó sorprendido y yo sonreí débilmente, sin dejar las caricias sobre la piel de su hombro.

- Te oí decir su nombre en la noche. Entre sueños. – Dije acariciando su cuello. Oh, sí, cambié. Si no le dejaría una marca roja sobre sus hombros. Tragó saliva y se quejó. – No te
reprocharé nada por hacerlo, chiquillo.

- Pensé que ya no lo hacía. – Bufó apretujando mi cuerpo contra el suyo. Sonreí y jugueteé con mis dedos en sus rastas.

-Tienes un pasado completamente difícil, y aún así, eres un niño excesivamente adorable. – Sonreí frotando nuestras narices, y luego, besé sus labios.

- Bill, quiero que me digas algo. – Dijo luego de separar nuestros labios.

- ¿Qué? – Pregunté sonriendo.
Comenzó a removerse, buscando algo en los bolsillos de sus pantalones, hasta que de uno de ellos, quitó una fotografía.

- ¿Quién es él? – Preguntó enseñándome la fotografía de frente. Pero en ese mismo instante, mis ojos se colocaron en blanco y todo mi cuerpo se congeló.

- Cuando te haga el amor, te diré cuánto te amo todo el tiempo. – Dijo Chris, tomándome de mis caderas, besando mis labios.

- Y yo gemiré recordándote que te amo mucho más de lo que piensas. – Sonreí y luego, le besé nuevamente.

Chris era mi pareja; era el amor de mi vida. Hasta que me abandonó por una ramera barata que se le ha cruzado por delante en la fiesta de graduación. Nunca olvidaré el momento en donde el amor de mi vida me cambió por un par de grandes senos y un enorme trasero. Nunca lo olvidaré.

- Bill, te he hecho una pregunta. ¿Quién es él? – Volvió a cuestionarme, sacándome de mis pensamientos con su insistencia. Le observé y sonreí débilmente.

- Él era el amor de mi vida. – Suspiré y me coloqué de pie. Husmeé en la pequeña repisa y ahí les encontré: Mis cigarros. Había logrado dejar de fumar hace pocos años y ahora arruino todo el tratamiento debido a mi puto pasado –sé que lo aclaré, pero por si a alguien se le ha olvidado-. ¿Por qué todo debía tornarse tan complicado? ¿Por qué no se acaban de una vez estas putas complicaciones?

- ¿Le sigues viendo? ¿Sigues hablando con él? – Preguntó mi niño desesperado. Me coloqué un cigarro sobre mis labios y le encendí.

- Sí. Trabaja en el centro. – Le di la primera calada, aguardé un poco el humo en mi garganta, y luego, le solté. – Se casará y su pareja espera un hijo. Solo somos amigos. O al menos, intentamos serlo.

De un instante a otro, Tom se aferró a mi cuerpo en un fuerte y cálido abrazo.

- Te amo, Bill. Y no quiero perderte. – Susurró contra mi pecho.

- Yo igual, chiquillo. – Respondí besando su cabellera. – Te amo más que a mi propia vida.

Suspiré agotado y solté el cigarro, permitiendo que cayera al suelo. Solté el humo y lo acabé de apagar pisoteándolo con mi pie. Rodeé el cuerpo de mi chiquillo y luego, acaricié su cabeza.

Joder, cuan complicado se tornaba esto.

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