capitulo 13

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Por Tom.

Luego de años intentándolo, logré contarle mi historia a una persona. A una única persona: Bill. Me había pasado años intentando soltarme hacia la gente, pero nunca lo he hecho del todo. Siempre se atoraba un nudo en mi garganta, que me impedía hablar. Y por otro lado, una bola se creaba en mi pecho, quitándome la respiración, ahogándome por completo. ¿Por qué todo debía de ser tan complicado? No lograba comprender lo que ocurría. Era una
cosa de… no saber en dónde te encuentras de pie, y que luego, sientes que caes a un poderoso abismo de dolor, repleto de agonía. Tu pecho se encoge y parece que poco a poco,
te quedas sin respiración, como si alguien quisiera ahogarte y mandarte al infierno. Era una sensación horrible, y que fue parte de mi vida desde que tengo doce años. ¿Por qué la sensación? Pues, cada uno de los doctores que me han atendido, analizaron mi estado desde la psicología y descubrieron que poseía un pequeño trauma. ¿Por qué? Por haber presenciado el asesinato de mi madre biológica cuando tan solo tenía siete años. Según aquellos doctores, aquella escena quedó grabada en mi cerebro, provocando aquel trauma, que crece a medida que los años han de transcurrir. Cuando sea un poco más grande, algo así como un adulto, puede que comience a volverme loco debido a ese trauma, no sé la razón exacta, pero debe ser por el crecimiento en torno a la edad. Mi problema es… algo seriamente complicado. Bueno, en realidad, es realmente complicado

-Arriba, dormilón. – Susurró Bill junto a mi oído, provocando que abriera mis ojos lentamente. – Debemos de ir al centro, chiquillo.

- Solo cinco minutos más. – Ronroneé escondiendo mi cabeza debajo de la almohada, debido a la luz que pegaba en mis ojos. Cubrí todo mi cuerpo con la sábana y cerré mis ojos
nuevamente.

- Vamos, chiquillo. Ya has dormido lo suficiente. – Dijo descubriendo mi cuerpo de las mantas que me cubrían. – Chiquillo…

Tomó asiento junto a mi cuerpo y retiró completamente las sábanas. Comenzó a dar pequeños besos sobre mi espalda, provocando que de mis labios se escapara un gemido.
Ascendió hasta mis hombros, besando lentamente el hueco de mi mandíbula y mis hombros, provocando que me estremeciera por completo.

- Joder… Bill, ya basta. – Me quejé removiéndome en mi lugar, intentando alejarle, ya que
me encontraba estimulado con sus besos. – Por Dios, Bill. Ya basta…

- ¿Sabes algo? Eres jodidamente irresistible. – Susurró contra mi piel y arqueé mi espalda por inercia. – Te amo como a nada, chiquillo.

-Y yo te amo mucho más, Bill. – Respondí dándome la vuelta, encontrándome con su rostro aún adormilado. – Buenos días.

- Buenos días, chiquillo. – Respondió él besando mis labios. – Tus rastas revueltas quedan geniales.

- ¿Revueltas? – Pregunté extrañado y él asintió. Joder, no. Me encuentro despeinado y él me ha visto. No, joder. - ¡No me observes, estoy feo!

Tomé una de sus almohadas y, luego de recostar todo mi cuerpo, me cubrí toda mi cabeza con ella. Joder, ¿cómo ha logrado verme en este estado tan informal?

- Te ves hermoso, chiquillo. – Dijo de repente y creo que estuve a punto de derretirme frente a él. – Tom, eres jodidamente hermoso, ¿lo sabes?

- ¿Puedes…? – Pregunté a medias, descubriendo mi rostro, permitiéndole que me observara. – Bill, ¿tú podrías…?

- ¿Sí? – Respondió acariciando mi plano vientre con el revés de su mano. Respiré profundo y lo solté sin más ni más.

- ¿Podrías hacerme el amor? – Pregunté tímidamente, poniéndome rojo como un tomate maduro. Cubrí mi rostro nuevamente y sentí cómo se reincorporaba, quedando recostado
junto a mi cuerpo.

PSICOLOGÍA PERFECTA | TWCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora