Por Tom.
Ahogué un sollozo y suspiré. Ella ya no se encontraba aquí. Ella me había abandonado de la peor manera posible.
Katherine Hudson. Siempre en nuestra memoria.
Acaricié lenta y suavemente la fotografía del material de su lápida y deposité sobre la
tierra la rosa negra que le había comprado.
- Katherine. – Susurré sintiendo todo mi interior quebrarse. – Nunca dejaré de amarte. Siempre serás la única en mi vida. Y te haré una promesa… Jamás me enamoraré nuevamente… Te lo prometo.
Nunca me había imaginado que conocería a una persona que lograra hacerme más feliz que Katherine. Una persona que me hiciera llegar al cielo y tocar las estrellas con tan solo una
mirada, una sonrisa.
Bill ha sobrepasado cada uno de los logros de Katherine para conmigo. ¿Quién imaginaría que mi psicólogo me volvería loco hasta lograr confesar que estoy enamorado de él?
- Te amo, te amo. – Susurré contra sus húmedos labios, cuando decidí alejarlos de los míos por un poco de aire.
- Te amo mucho más, chiquillo. – Respondió él, besando mis labios nuevamente, haciéndome sonreír de la puta felicidad que sentía al estar a su lado. – Pero, Tom… ¿qué dirán tus padres acerca de esto? – Preguntó preocupado tomando mi rostro entre sus manos. Coloqué mi cabeza en el hueco de su hombro y mandíbula y reí contra la piel de su cuello. Creo que es notorio que ni con mi psicólogo quiero hablar de mis padres. Bueno… “padres”. Mi padre no existe –o tal vez sí, pero no me interesa. Es un maldito-, y mi madre… aghs, mi madre, punto final.
- Siempre se olvidan de mí, nunca están conmigo. – Dije hablando en plural, intentando no llamar al tema de ‘no tengo padre’. Comencé a depositar suaves besos en su cuello,
intentando cambiar de tema rápidamente.
- Tom, espera… - Se quejó alejándome. Me quedé estático con su “nueva” reacción. – Quiero que por una vez me hables de ellos.-No. – Negué cortante, indiferente. No quiero hablar de alguien que no existe, y de alguien que nada más me controla por interés. ¿Por qué? Lo que menos me interesa en mi vida, son
mis padres.
- Chiquillo, necesito que me hagas ese favor. Eres mi paciente, entiende que debes hacerlo. – Me dijo en tono suplicante, pero yo no iba a ceder ni muerto a algo a lo que me negué por
todos los años de mi vida.
- Bill, no quiero. Esto no me hace bien, entiéndeme. – Me quejé cubriéndome el rostro con una de las almohadas de su recámara.
- Yo estoy contigo, Tom. Nunca permitiré que algo te haga daño. – Susurró intentando quitarme su almohada, pero no lo logró. La llevaba bien apretujada contra mi rostro.
- Nunca lograrán hacerme hablar de las personas que más odio. – Exclamé contra la tela de la almohada y oí que suspiró. – Solo les daré más protagonismo en mi vida.
- ¿Cómo puedes sentir odio hacia las personas que te dieron el privilegio de vivir? – Preguntó y me congelé.
Ellos no me habían dado la vida. Mis padres… Les habían asesinado justo delante de mis putas narices. Malditos hijos de perra.
- ¡Vamos, Tom! ¡Corre! – Exclamó mi hermano Gustav en el momento en el que caí al suelo y descubrí a un tipo que llevaba a mi madre del cuello. - ¡Tom, vamos! ¡Corre, joder!
Observé la escena como un idiota. El tipo alzó su otra mano, la cual llevaba entre sus dedos una filosa arma punzante. Me encontraba helado observando todo en aquella escena. Hasta que noté que el tipo enterró aquel objeto en el pálido cuello de mi madre.
- ¡¡NO!! – Exclamó mi hermano Georg, cubriéndome los ojos, alejándome de esa espantosa escena. - ¡¡He dicho que corras, no que hagas eso!!De todos modos… ya era tarde.
- ¿Tom? – Preguntó nuevamente y sentí cómo el colchón comenzó a hundirse, señal de que se acercó aún más, señal de que me quitaría la almohada. Por esa misma razón, forcejeé mi agarre con la tela.
- Ellos no me entregaron la vida. Ellos me la han quitado. – Las lágrimas brotaron de mis ojos cuan una catarata y no logré esconder por más tiempo mi debilidad.
- Chiquillo. – Susurró Bill, descendiendo la almohada, logrando observar mi rostro cubierto de lágrimas. – No, no lo hagas. No llores.-Bill. – Exploté en un llanto desgarrador y me lancé sobre sus brazos antes de morirme por
la tanta desdicha de mi puta vida.
- Oh, joder. Tendrás que hablarme sobre ello en algún momento, chiquillo. No puedes continuar así. – Se quejó con un leve tono en su voz, acariciando mis rastas para tranquilizarme, cosa que logró. Solo un poco.
- Lo haré. – Sollocé limpiando mis lágrimas con los puños de mi buso. – Pero lo haré cuando me encuentre en mejor estado y decidido.
- Hazlo cuando lo creas necesario. Recuerda que soy tu psicólogo, y quién sabe, si algo más. – Rió besando mi nariz y sonreí débilmente.
- Te amo, Bill. – Tomé su rostro con una de mis manos y besé sus labios.
Sus labios me entregaban la paz interior que necesitaba, y a la vez, me recordaba a… ellos.
- Recuerda recoger las crayolas cuando acabes de utilizarlas. Tu madre te regañará si no lo haces. – Dijo mi padre al mismo tiempo en que yo acaba de pintar el pastizal de mi garabatoso dibujo.
- ¿Chiquillo? – Preguntó Bill sacándome de mis pensamientos. ¿Pensamientos? Yo le llamaría recuerdos.
- Bill… esto de asistir a un psicólogo se ha puesto un poco extraño. – Dije torciendo mi boca.
- ¿Por qué dices eso? – Preguntó frunciendo su entrecejo.
- Porque, siempre que estoy junto a ti, me haces recordar las cosas buenas que me han pasado. – Dije en un hilo de voz. – En el pasado, claro. Un pasado muy lejano.
- ¿Eso es bueno? ¿O te afecta a ti o al tratamiento? – Preguntó preocupado, tomando mi rostro entre sus manos, obligándome a que le mirase.
- No lo sé. Tal vez sí es bueno recordar mi felicidad o sí es malo tener sabido que eso nunca volverá a mí nuevamente. – Susurré, hundiéndome en sus oscuras pupilas.
- Ambas pueden relacionarse.- Comentó y me recosté en su recámara, dándole la espalda.
- Solo quiero que deje de ocurrirme. No me agrada ver a aquel Tom feliz, pequeño, sin problemas, el niñito ideal. – Me quejé aferrándome a otra de sus almohadas que se encontraba cerca de mi cuerpo. – Estoy cansado de recordar cómo poco a poco me lo
quitaron todo.-Tom. – Se acercó a mi cuerpo y comenzó a dar suaves besos sobre la piel de mi cuello. Suspiré y me di la vuelta, apegando mis labios a los suyos. Le tomé del cuello de la playera que traía puesta y le coloqué sobre mi cuerpo.
Nuestras lenguas se tocaron por primera vez y todo comenzaba a aumentar su temperatura.
Acarició mi cintura por sobre la ropa que yo traía puesta, haciéndome sentir acalorado.
- Hmn, Bill. – Gemí dentro del beso y dirigí mis manos hacia el comienzo de su playera. Le sentí vacilar, pero intenté evadir aquella reacción.
- Espera, chiquillo. – Alejó mis manos de su playera y se enderezó sobre el colchón. – Solo espera.
- ¿Qué ocurre? – Pregunté preocupado, arrodillándome detrás de él. - ¿Lo he hecho mal? ¿Acaso no te gustó?
- No, nada de eso. – Respondió dándome la espalda. – Lo que ocurre es que no quiero hacer nada que vaya en contra de las leyes.
- ¿Leyes? – Cuestioné extrañado.
- Soy un adulto. Y tú eres un niño para mí. Estaría abusando de ti. – Dijo tranquilo y yo me sorprendí. ¿Bill abusando de mí?
- Bill. – Me aferré a él, conectando mi pecho con su espalda. – Tú nunca abusarías de mí. Y ambos lo sabemos.
- Ajá. – Balbuceó y sonreí.
- Pues, entonces, no debes de qué preocuparte. – Besé el hueco entre su mandíbula y su hombro, sonriendo como un idiota.
- Pero… - Dijo él y movió su brazo inconscientemente, golpeándome en una de todas las heridas de mi torso que aún no sanaban completamente.
- Augh, demonios. – Me quejé sobando la herida golpeada al mismo tiempo en que me recostaba sobre la recámara.
- Lo siento, chiquillo. – Se disculpó frunciendo sus labios. Elevó mi ancha playera hasta retirarla completamente de mi cuerpo. – Dime dónde te he golpeado.
- Donde se encuentran mis costillas. – Dije apretando mis ojos. Dolía demasiado. - Oh, sí. Tienes un gran golpe. – Respondió preocupado acariciando suavemente en donde
me había golpeado hace unos instantes.-Augh… no. – Me quejé llevando mis manos hacia mi rostro de tanto dolor.
De un instante a otro, sentí sus labios húmedos sobre mi herida, provocando que me estremeciera. Se encontraba besando mi torso… bueno, en realidad, mis heridas. Pero igualmente, mi torso.
- Hmn… - Jadeé al sentir una pequeña y fuerte presión sobre mi herida. Tomé su cabeza y le elevé hasta mi rostro, apoderándome de sus labios.
- ¿Te encuentras bien? – Preguntó separando nuestros labios. Asentí en silencio. – Deberías descansar, chiquillo.
- Vale. – Respondí besando sus labios nuevamente. Joder, que no quería separarme de él.
- Descansa. – Besó mi frente y se puso de pie. Dispuesto a retirarse, pero le detuve con un llamado.
- Bill. – Le llamé antes de que abandonara la habitación.
- ¿Sí? – Respondió él dándose la vuelta para observarme.
- Te amo. – Solté sonriendo.
- Te amo mucho más, chiquillo. – Sonrió y abandonó la habitación.
Joder, es tan dulce que me lo comería entero. Nunca encontraré una persona más dulce que Bill. Él es único en su especie. Él es único e inigualable.
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PSICOLOGÍA PERFECTA | TWC
FanfictionLuego de la promesa de no enamorarse nuevamente, ¿podrá resistirse a los encantos de su nuevo paciente? ¿Podrá resistirse a no encontrar la solución a todos los problemas de un pobre niño? ¿Todo continuará siendo igual que antes? ●Autor: infectedse...