『 𝕾𝖊𝖛𝖊𝖓 』

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Kristoff admitía que el viaje a la montaña Minerva había sido más entretenido que la última vez. Quizás porque ahora el quinto espíritu le hablaba un poco más y los silencios dejaron de ser incómodos. Se enfocó en la expresión de Elsa, en el poco tiempo que pasaron juntos, terminó memorizando algunos gestos y expresiones que ella hacía: fruncir el ceño cuando algo le molestaba o pensaba; jugar con sus dedos al estar nerviosa; morderse el labio para reprimir cualquier sonrisa que Anna le provocara.

Anna... Ella estará bien, él lo sabía. Era fuerte.

Kristoff sacudió la cabeza al verse tan metido en observar con cuidado a la guardiana.

– La escalera sigue aquí – susurró Elsa.

La había creado la primera vez que visitaron a Sorenson cuando tuvieron el problema con el Nattmara. Kristoff ajustó la correa del bolso y le dio un juguetón golpe a la albina que rió.

Comenzaron a ascender paso a paso hasta que llegaron con el brillante anochecer como la primera vez. La torre era igual de alta, Elsa seguía maravillada por la forma en que las rocas estaban acomodadas de una forma al azar y algunas estaban a punto de zafarse. Quería creer que seguía siendo tan firme como lo fue en su momento y... una expresión de molestia se presentó en su rostro.

– Anna hubiera dicho algo – susurró con voz  cortada.

– Si, seguro hubiera dicho que esto parece alguna torre de libros – intentó bromear el rubio –. Anna estará bien, Elsa, confía en mí.

Elsa llegó a la puerta y se detuvo, su mano se alzó unos segundos antes de quedarse quieta.

– ¿Olvidaste tocar?

– No, es que... ¿Qué digo? – preguntó.

– Quizás un "hola, ¿nos recuerdas? Ya vinimos antes" – respondió Kristoff –. No hay tiempo que perder.

Elsa golpeó la puerta y esperaron, pero no hubo respuesta. Volvió a golpear, casi tres veces tuvo que hacerlo. ¿Sería una costumbre de Sorenson? Ya les había pasado antes y se sentía en un deja vu al ver que la puerta no se abrió en el primer golpe.

– Yo me encargo.

Kristoff iba a golpear la puerta, Elsa lo sabía y por eso movió la manija para abrirla un poco al tiempo en que el rubio cayó al suelo tras tomar impulso.

– Auch.

– Eso te pasa por no ver – tarareó Elsa entrando en la torre antes de girarse y extender su mano – ¿Estás bien? Fue un golpe... feo.

– Ah... estoy bien, no me duele – confesó el rubio riendo –. Tengo huesos duros, ¿sabes?

Elsa levantó una ceja.

– Mh hm.

Kristoff se golpeó la frente al verse tan estúpido frente a la albina. Sven le hubiera dado esas miradas suyas y le hubiera dicho que Elsa debía pensar que era un tonto, lo cual era. Ahora lo estaba siendo por quedarse mirándola en la sombra mientras ella recorría todo el lugar en busca de Sorenson. Anna se hubiera reído, ¿no? La pelirroja le diría que Elsa era hermosa y cualquier persona quedaría embobada con su belleza, eso sería un clásico comentario de su pecosa amiga.

– Kristoff – llamó la guardiana –, no está aquí.

El montañés soltó un quejido al escucharla.

– ¿Otra vez? – preguntó frustrado – ¿Esto es obra de los espíritus o qué? No creo que estemos viviendo lo mismo que la primera vez.

– La primera vez Anna estaba aquí – aclaró Elsa – y ahora estamos nosotros dos, lo que simplifica un poco el trabajo.

𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐬 | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora