『 𝕰𝖎𝖌𝖍𝖙 』

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Elsa fue recibida por varios habitantes de Arendelle cuando Kristoff la dejó para buscar a Pabbie. Kai y Mattias la intentaban ayudar, pero era imposible. La noticia de que había más de un lobo recorrió al reino y ahora las personas estaban aterradas por lo que podrían sucederles, la albina rogó que no supieran lo de SoYun, eso empeoraría las cosas.

– ¡Ah! Al fin aparece, majestad – soltó Wael.

– Wael, ¿por qué tengo la sensación de que usted es parte de todo este alboroto? – cuestionó la guardiana con el ceño fruncido.

El hombre solo se removió en su lugar, incómodo por la intensa mirada azul sobre él. Arrugó el papel en manos y manchó con tinta el suelo cuando dio un paso hacia atrás. Fue él, Elsa lo sabía, aquel molesto hombre había publicado el ataque y ahora todos en Arendelle estaban a la espera de una solución.

– Espero no haya escrito nada acerca de la pobre chica – gruñó por lo bajo Elsa, viendo al hombre negar –. Perfecto. Mattias, por favor llevé al señor Wael al castillo y procuré que no escriba nada más. Ya tengo suficiente con-

– ¡¿Dónde está la reina Anna?! – gritó cuando Mattias se acercó – Es ella la que debería estar aquí, no usted.

Kai dio un paso hacia atrás apenas vio la expresión en el rostro de Elsa, haciéndole gestos a las personas para que se alejaran. La albina estaba molesta, se podía ver como la escarcha poco a poco se iba expandiendo por el suelo.

– La reina Anna se encuentra indispuesta – recordó – y usted lo sabe muy bien. Ahora Mattias, llevalo a los calabozos, luego me haré cargo.

– ¡No puede hacer eso! ¡Estoy en mi derecho de-

Una fina capa de hielo había cubierto la boca del hombre que, enfurecido, seguía intentando gritar y patalear cuando el guardia lo cargó como si fuera un saco de papas. Elsa suspiró, masajeando su frente un poco y mirando a Kai.

– Por favor, envía a varios guardias al pueblo e informa que se impondrá un toque de queda hasta resolver el asunto – susurró una vez que estuvo más calmada.

– Si, majestad – Kai hizo una pequeña reverencia –. Ah ¿majestad?

– ¿Sí?

"La reina Anna escapó de la celda"

Eso le había susurrado, eso la obligó a correr dentro del castillo tras dar nuevas órdenes de proteger al pueblo y buscar a Kristoff. Anna se había escapado, podía estar en cualquier lugar y podría estar lastimando a alguien. Sus pies resonaban en los pasillos, dando la orden de cerrar todo el castillo hasta encontrar a Anna. No podía permitir que alguien más perdiera la vida.

– ¡Mattias! – El hombre se detuvo – Necesito que busquen a la reina y... – Se detuvo, pensando en lo que diría – y maten a cualquiera lobo blanco que vean, ¿queda entendido? Háganlo, es una orden. Si ven un lobo rojo solo... s-solo atrápenlo, no lo lastimen.

« No lastimen a Anna.»

El guardia asintió ante su pedido, dejándola otra vez sola. Debía pensar, intentar buscar algún lugar a donde Anna podría estar escondida. Buscó en cada habitación, comenzando por su dormitorio y la oficina. No había rastros de la pelirroja y Elsa rogaba que nada malo pasara. Pensó en buscarla en el techo, recordando que varias su prometida se había ocultado allí para tener un momento de paz desde que asumió la responsabilidad con la corona, pero un golpe seco se escuchó en la biblioteca y el quinto espíritu se detuvo. ¿Podría ser?

Había dos opciones: abriría y se encontraría a Anna o abriría y se encontraría con el lobo rojo que podría matarla en un parpadeo.

Tomó aire, alzando una mano para actuar rápido si el lobo estaba del otro lado, y movió la manija con cuidado. Abrió despacio, asomándose para ver a la pelirroja sentada en el sofá y leyendo un libro, se veía terrible. Aún tenía las esposas en sus manos, las arrancó de la pared y eso la llevó a deducir cómo había escapado.

𝐖𝐨𝐥𝐯𝐞𝐬 | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora