02.- Glicina.

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Cuando Draco despertó, estaba en un sucio callejón, le dolía todo el cuerpo, pero estaba solo

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Cuando Draco despertó, estaba en un sucio callejón, le dolía todo el cuerpo, pero estaba solo. Busco a Harry y no encontró nada, aún tenía su apariencia de 16 años y el lugar era una de las zonas más pobres de Londres. Tomó un periódico que estaba tirado cerca de un cubo de basura.




La palabra de Hoy 31 de diciembre de 1926.




¿Qué dementores estaba haciendo allí?




—*Salvarlos a todos, ¿recuerdas?*– el Dios estaba allí, mirándolo con indiferencia.




—¿Qué debo hacer aquí?




El Dios negó con un dedo y siguió mirando a Draco. Quien bufo molesto y sacudió su traje lo mejor que pudo. El Dios sonrió para sí mismo y chasco los dedos, su atuendo quedo limpio y su apariencia impecable como siempre.




No dijo nada más que un simple "Gracias" murmurado entre dientes. Cosa que hizo reír más al Dios. Salió del callejón justo a tiempo para ver a una mujer que se sujetaba la gran barriga de embarazo, su cara era un mapa de dolor. Estaba andrajosa y muy sucia, probablemente su semblante había visto mejores tiempos.




Se sujetaba de la pared de un negocio y nadie absolutamente la ayudaba, es más la ignoraban como si no la vieran resbalo a la entrada de un negocio, pero una mujer salió y la echo como si se tratara de un animal.




—*Los humanos son tan fáciles de juzgar*– dijo sin emoción alguna el Dios. —*La maldad de cada hombre, mago o no, siempre inicia en algún punto Draco Malfoy.*




Draco cruzo la calle y la sostuvo del brazo ayudándola a caminar; su padre probablemente le hubiera desheredado por eso, pero Lucius no estaba allí y él sí.




—Gracias– dijo la muchachita que era tremendamente joven.




—¿Puedo ayudarte en algo?




Ella se mordió los labios y el rubio se dio cuenta de que eran contracciones.




—¿Tu hijo, va a nacer?




—Aún no es tiempo...– sollozo.




Draco asintió y la acompaño a su casa. Si es que se le podía llamar así a un mugriento cuartucho, por descuido de la joven el rubio se dio cuenta de un guardapelo de oro con una S labrada en forma de serpiente. ¡Ay mierda! ¡Esa mujer! Esa Mujer era Merope Gaunt, la madre del Lord Oscuro.




—*¿Qué harás ahora, mago?*– el Dios parecía divertido de la disyuntiva del rubio.




Tenía ante él, a la madre de Lord Voldemort. Podía matarla y salvar la vida de tantas personas, solo con deshacerse de esa miserable muchacha por la que seguramente nadie preguntaría. Una mugrosa vagabunda embarazada. ¿Quién lo juzgaría? Ni siquiera Dumbledore, ni siquiera él. En ese momento ya estaba vivo, ¿no? ¿Cuántos años tenía? Todos.




Era lo que se debía hacer como le repitió mil veces a Harry... "El bien mayor"




Draco empuñó su varita, el Dios sonrió; al parecer nadie aparte de él, podían verlo. Pero ese destello negro en los ojos del Dios de la Muerte fue exactamente lo que lo detuvo.




¿Quién era él, para quitarle la vida a esa muchacha? Ella era una bruja de la Sangre más limpia que se pudiera encontrar. Pero vivía en la miseria. Eso no la hacía ni mejor ni peor... ¿Por qué demonios no era Umbridge? La decisión sería tan sencilla si fuera como la cara de sapo. Pero no pudo dejar de pensar en su madre, en lo mucho que ella sufrió por él. En todo lo que hizo para protegerlo... bajo su varita.




Negó sabiendo que, si era la decisión equivocada, el juego había terminado.




—*Tu compasión por ella te ha dado tiempo mago, aunque debes de tomar una decisión porque ella morirá en un rato, dejando en esta vida a ese niño.*




Merope perdió el sentido poco después y Draco se dio cuenta de lo frágil y delgada que estaba.




¿Qué podía hacer?




—¿Puedes mostrarme cómo fue su vida de niño?




El Dios asintió.




Vio el momento de su nacimiento en la soledad de esa casucha, Merope muerta y el bebé llorando, casi muerto cuando por fin lo encontraron, la insensibilidad de las personas ante esa desgraciada joven, una carta escrita por la mujer donde dejaba el nombre del niño, Tom Sorvolo Ryddle. Fue arrojado a un mugriento orfanato muggle donde desde su llegada fue ignorado, mal alimentado y abusado de manera física por la directora la señora Cole, quien golpeaba a los niños por igual, haciendo incluso que los mayores les pegaran a los más chicos, creando así un lugar que, para poder sobrevivir, debías ser peor que todos los abusadores.




No le extrañaba que la magia de Tom hiriera a sus agresores y comenzarán a temerle. Tom Ryddle no aprendió otra cosa que el abuso.




El Dios corto el caudal de recuerdos; no había una manera de explicar su propia motivación para ayudar a ese chico rubio; aunque no podía intervenir a su favor, le daba un empujoncito hacia el lado correcto para que el juego durará un poco más.




—¿Puedo llevármelo?– preguntó por fin.




El Dios estaba asombrado, por lo general decidían matar al iniciador de aquello que los hería. Pero ese joven mago tomaba decisiones extrañas e incomprensibles para él. Tenía mucha curiosidad, así que asintió.




Con su varita conjuro un lugar cómodo para la muerte de la joven bruja. Cuando su vida se extinguirá, ella sería llevada a una tumba mágica en lo alto de una montaña, al lado de un árbol de flores lilas. Era lo menos que podía hacer. Allí sería la última morada de Merope Gaunt.




Extrajo al bebé nonato en una burbuja de magia y la mantuvo estable entre sus manos. Pero ahora el problema era... ¿A dónde podría llevarlo?




Las puertas del tiempo volvieron a abrirse y el Dios le indico que entrará, al parecer su misión allí estaba cumplida.




Aún no sabía si eso era lo correcto, pero al menos era lo mejor que se le había ocurrido. Necesitaba ver a Harry a su padrino... él siempre sabía que hacer... El pensamiento de Severus le dolió, no había pensado en él al hacer la invocación, había sido un hijo de puta egoísta.




Pero el dolor por Harry lo había cegado... Ahora debía confiar en que cambiaría algo él tener literal entre sus manos a Tom Sorvolo Ryddle o Lord Voldemort.




Continuará...

Juego de Poder.©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora