El rugido de las olas reventando contra la quebrada rocosa penetra todo el paisaje. Desde ese sonido de base se dibujan cantos de gaviotas y pilpilenes y murmullos lejanos de algunos vecinos relajándose. Esta playa no es nada turística pero a diario recibe visitas de familias y amigos del pueblo algunas decenas de metros más allá. Parece que este rincón, apenas a unos pasos, es el refugio perfecto para despejar la mente, mucho más conveniente que lidiar con la locura de tomar dos micros y recién llegar a un balneario abarrotado de turistas y actividades a rebosar. La gente aquí ha tejido su historia con la del pueblo, una conexión que se entrelaza en el tejido del tiempo, mucho más profunda de lo que podría parecer a simple vista. Yo, en cambio, tengo que moverme por más de una hora para poder sentarme un rato y relajarme con las pequeñas gotas de agua que salpican regalando masajes suaves en la cara y un agradable sabor a sal.
Si bien solo vengo los tres días a la semana que coinciden con mi trabajo en una de las dos panaderías del pueblo, pienso que es una frecuencia suficiente como para opinar sobre esta playa y sus bemoles. Me animaría a decir que hay por lo menos tres tipos de personas que visitan este lugar. El primer grupo son familias que, al igual que yo, vienen a relajarse, a pasear al perro o a trotar en el terreno llano que luego se convierte en quebrada. También están los adolescentes que aprovechan los rincones más escondidos de la quebrada para beber cervezas baratas, disfrutar del sexo al aire libre y otras cosas que es imposible realizar en casa bajo la estricta supervisión de sus mamás. El último grupo, considerablemente más pequeño que los otros dos, lo componen algunos vecinos que deciden quitarse la vida y entregarse en cuerpo y en alma a la marea salvaje en este rincón de la ciudad. Esto claramente le da cierta mala fama a este balneario poco tradicional. Tantos críos lanzándose y reventando junto con las olas mantiene alejados a potenciales turistas o personas como yo que viven al otro lado de la ciudad.
ESTÁS LEYENDO
Las olas
Genel KurguLa gente aquí ha tejido su historia con la del pueblo, una conexión que se entrelaza en el tejido del tiempo, mucho más profunda de lo que podría parecer a simple vista.