-Mierda mierda mierda- murmuraba wei wuxian en su oscura habitación
Ya no quedaba nada para el ahora, sin quererlo..
Había acabado con la vida de lan wangji, su hambre pudo más esta vez y no dudo en clavar sus colmillos en aquella piel de porcelana.
Inundado por el aroma embriagante, sus sentidos poco a poco comenzaban a nublarse hasta que su cuerpo entero se cubrió en una esencia roja que hacia estremecer cada rincón de su ser.
La sonrisa de lan wangji nunca se desvaneció, siempre tuvo aquella fantasía de ser deborado, cubierto y difrutado de tal manera que falleció sin arrepentimientos.
Ese no era el caso para el vampiro wei wuxian.
Ahora realmente la había cagado, se había comido a su amante por completo.
Jamás sería recibido con comida caliente al volver a casa, nadie volvería a hacerle regalos nunca.
Y sobre todo, nadie nunca de los jamases volvería a amarlo.
O eso pensó.
Algo dentro de lan wangji parecía moverse, raro ya que su cuerpo estaba inerte en el suelo sin una pierna y ambos brazos.
Con sus manos, sus garras desgarraron el estómago de lan wangji con mucho dolor. Odiaba hacerle eso al cuerpo de su amado.
Pero no sabia como, de alguna manera.
Un llanto salió.
Un bebé.
-Gracias, lan zhan- fue lo que dijo wei wuxian..
-Pero no necesito esto.-
Junto a lan wangji y lo que salio de su cuerpo, juntos todos como familia.
Las llamas que abrazaban sus pieles terminaría de unirlos en sus formas de polvo.
Eso sin duda era lo mejor, ese niño se parecía tanto a lan wangji que cada respiro sería una tortura para el.
Wei wuxian era un cobarde