Carlos dejó el bate a un lado y encendió la luz causando sobresalto del intruso.
-Hola tío- saludo el chamo con toda la cara llena de comida, sacado de la pena. La luz del refrigerador le iluminaba el rostro aún terminando de tragar el último pedazo de pastel que se estaba atragantando en la boca, ese mismo que Amelia y Ángela, le compraron esa tarde. Cuando digo compraron quiere decir que ella pusieron el 10% del precio de este, ese miso que señalaron con su dedito en el supermercado cuando fue a comprar la despensa de esa semana.
Este era José Alberto , el sobrino rebelde de Carlos, era hijo único y estaba pasando la etapa de la adolescencia por lo que les complicaba aun más la vida a sus padres y de jalón, a su tío.
-¿Qué haces aquí chamo?- le preguntó su tío bastante enojado, encendió la luz causando que el joven se desconcertara por unos instantes, Alberto retrocedió unos pasos
-¿Pensabas golpearme con ese bate?- Esquivo la pregunta sutilmente, cerró el refrigerador sacando un yogurt y poniéndolo en la barra de la cocina, se sentó en una de las sillas que estaban junto a la barra. Abrió el bote de yogurt, sacó una cuchara y empezó a comerlo. Carlos se sentó frente a él recargando los brazos en la barra. Levantó ambas cejas, no pensaba ceder, sabia como tratar a un adolecente ya que él había sido uno (aunque a veces Ángela y Amelia le cuestionaban en cuanto si había sido joven) José Alberto se quito la chaqueta y la puso en el respaldo de la silla, Carlos se levantó de donde estaba y camino al otro lado de la barra, tomando entre manos la chaqueta toda empapada.
-Sabes en qué lugar va esto ,así que- le señalo con la cabeza la puerta que daba al cuarto de lavado, Alberto rodeo los ojos pero no dudo ni un minuto en obedecer.
-¿Qué haces aquí Alberto?- le volvió a preguntar una vez que regreso a seguir comiendo el yogurt.
Alberto le dio una nueva cucharada a su yogurt y, después de comérsela, respondió
-Bueno solo pasaba de paso, vine a verlos- se dirigió hacia la barra, coloco un vaso de vidrio en esta y sacó el jugo de naranja sirviéndose hasta la mitad, se quedo de pie -¿Gustas?- le extendió el cartón a Carlos. Él no respondió , solo lo observaba atentamente. José tenía 16 años, esa edad era la edad de la locura. Carlos lo sabia por experiencia propia ya que ha esa edad había echo varias barbaridades que tiempo después se arrepintió. (Tiempo después: a dos semanas de lo ocurrido)
-¿Le has dicho a tus padres que estas aquí?- Carlos se sentó en una de las sillas que están para la barra. Alberto no respondió y se limito a beber el jugo - ¡He! Alberto, sabes que debes avisarles a tus padres cuando sales de casa ya que se preocuparan si no te encuentran dormido.
-Si tú hacías lo mismo- se defendió Alberto- a mi edad tú y papá se escapaban de la casa sin siquiera avisar y se iban a quien sabe donde- José tomo asiento frente a su tío, lo miraba de manera desafiante. El ser adolescente le había dejado solo una cualidad :la rebeldía (si es que ha eso se le puede llamar cualidad)
-Lo hacíamos -admitió Carlos, Alberto sonrió, estaba satisfecho y pensaba que ya había ganado la partida- pero nunca lo debimos de hacer- recalco Carlos serio- estuve a punto de morir ahogado en una noche como esta, estaba lloviendo y mi hermano y yo salimos al mar, tomamos la lancha de nuestro padre, tu abuelo, y nos metimos al mar abierto en plena tormenta. Las olas golpeaban contra el casco de madera, nos creíamos invencibles, recuerdo que esa vez escapamos de casa. Nuestro plan era llegar a Jamaica y luego pasar como inmigrantes hacia Europa.
Pero el mar trunco nuestros planes, la tormenta seguía y en un abrir y cerrar de ojos, una ola de dos metros de altura nos volteo. Yo no sabia nadar, además que me callo encima una de las mochilas con las herramientas para arreglar la barca. Tu padre me rescato, nado conmigo encima suyo hasta la superficie, estaba demasiado inconsciente como para lograr llegar a la orilla. A pesar de luchar contra el agua, logro llevarme. Le prometí que le devolvería el favor algún día- Carlos miro serio a Alberto- y aún sigue pendiente esa cuenta.
-Pero yo no me escape- se justifico- mi padre volvió a pelear con María, detesto oírlos discutir y decidí salir de allí.
Carlos se dejo azotar contra el respaldo de la silla, entendía el verdadero motivo. Su hermano se había vuelto a casar hace 10 meses (dos antes de que la esposa de Carlos falleciera) Alberto era hijo único pues su hermano mayor murió debido a una enfermedad extraña que le diagnosticaron. Su padre se casó con María y ella había quedado embarazada después de la boda. Alberto siempre sospechaba que su padre jamás quiso de verdad a su madre y que la engañaba con María, por eso, desde el día de su boda, cambio repentinamente de actitud. Casi ya nunca estaba en casa, iba al colegio, llegando se encerraba en su cuarto a hacer sus deberes (o quien sabe dios que hacia en verdad) y no bajaba más que para comer e ir al baño.
-De acuerdo Chamo- le sonrió Baute tratando de aligerarle la carga que José trataba de llevar- esta lloviendo a cantaros y no puedes regresar a casa así, le avisaremos a tu padre que te quedaras a dormir esta noche ¿Te parece?
Alberto se levanto entusiasmado, acomodo su vaso en el fregadero y metió el jugo en la nevera
-Me parece una idea fantástica- dijo sonriente tal como un niño cuando recibe un regalo y al abrirlo se da cuenta que es lo que había deseado
-Bueno pues entonces, arriba- le señalo Carlos con la cabeza para las escaleras. Alberto recogió el bate, apagó la luz de la cocina y subieron al segundo piso. Hasta el fondo dormía el mayor y así sucesivamente hasta llegar al cuarto de las gemelas, que estaba junto al de Carlos. Había un cuarto para huéspedes al final del pasillo.
Los rayos de la tormenta seguían iluminando la casa, los crujidos de la escalera se hacían mas presentes. De momento, aún subiendo se escucho un fuerte trueno y un rayo ilumino toda la sala.
Del cuarto de arriba se escucho el grito de Amelia, seguido por el de Ángela.
Carlos y Alberto subieron las escaleras como si alguien las correteara. La puerta del pequeño Gabriel se abrió, estaba en pijama arrastrando a su oso de felpa café, su cabello todo despeinado y los ojitos medio rojos. Al abrir la puerta abrazo a su padre fuertemente, después se echo a llorar, Carlos bajo la vista a donde el y le indico con la cabeza a José Alberto que fuera a ver a las gemelas pues ellas disfrutaban de la compañía del primo José.
Carlos le miro atentamente Gabriel se separo unos segundos para limpiarse las lagrimas. Carlos se arrodillo hasta la altura de él.
-¿Estas bien?-le preguntó.
-No quiero perderte- le dijo aún llorando.
-No me perderás Gabriel.
-Pero ¿Y si te vuelves a escapara con mi tío pero esta vez no logra salvarte? No quiero que tú también te vallas, como mamá.
-Gabriel mírame- el niño levanto la vista atentamente a él- los errores del pasado son para algo, le enseñan lecciones valiosas a uno que no se olvidan. ¿Extrañas a mamá?- le preguntó, Gabriel no quería olvidar a su mamá. Él era el único que lograba recordar a precisión a su madre, las gemelas no recordaban nada de ella, tenían 4 meses de nacidas cuando paso. Gabriel quería contarles a sus hermanos como era su mamá, sentía que esa era su responsabilidad como hermano mayor.
-Mucho ¿Y tú?
-Mucho como tú- le abrazo, Carlos no pudo evitar que las lagrimas le escurrieran por las mejillas, Gabriel lo vio y con la ayuda de la manita de su osito, se las limpio.
-No podemos ir a ver a mis hermanas así papá- se río Gabriel. Carlos asintió, después de tranquilizarse un poco fueron a ver a la niñas.
Al llegar al cuarto encontraron una bella escena, Alberto las tenía a ambas sentadas en las piernas, ellas estaban quedándose dormidas mientras José les cantaba. Carlos sonrió, Alberto levantó la cabeza y volvió con las niñas, Gabriel salió unos instantes del cuarto y regreso con la guitarra de su padre en mano. La extendió hacia este.
Carlos comenzó a tocar mientras José seguía cantando, poco a poco los demás niños se fueron despertando. Primero Verónica, de 7 años, Josué de 5, Roberto de 6, Ana de 4 y Thomás de 3, todos reunidos en el cuarto de las gemelas, alrededor de su padre para oírle tocar la guitarra.
Después la noche de tormenta, se convirtió en un oportunidad perfecta para una fiesta familiar. Aún así al final de la noche los ocho niños terminaron durmiendo en el cuarto de Carlos, el que obviamente no entro fue el sobrino.
Su vida de esta familia no era perfecta, pero al menos juntos los problemas se iban pasando mejor.
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Amor de verano (Carlos Baute) ACTUALIZACIONES LENTAS
RomanceMarisa Torres: Mexicana. Estudia para diseñadora grafica, tiene 25 años a dos años de terminar la universidad. Pero en si lo que ella quiere hacer a nadie le importa, ella ama dibujar y fotografear, su padre se niegan a que ella estudie su pasion...