Prólogo: Los Susurros del Bosque de Lystria

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En una noche envuelta por un manto de sombras, mientras arrullaba a mi pequeña Winter en nuestros aposentos, un estruendo perturbador rompió la calma nocturna. Aquel grito, que parecía rasgar el aire de Lystria, retumbó en mis oídos como un presagio oscuro.

"¡Los caballeros de Yúnforge nos atacan!"

Sin pensarlo dos veces, corrí hacia la ventana, temerosa por observar el horror que se desplegaba en las entrañas de nuestro hogar, en medio del Bosque de Lystria. Las llamas danzantes iluminaban la negrura de la noche, y las armaduras plateadas de los invasores se erigían como sombras siniestras contra el fondo de la destrucción.

Con Winter en brazos, emprendí una huida desesperada, alejándome del conflicto y en dirección opuesta al combate encarnizado que se libraba en nuestra aldea. Siguiendo las sendas ocultas entre los árboles centenarios, me adentré en la oscuridad del bosque, buscando un refugio secreto que mi esposo había construido previendo este día fatídico.

La esperanza de que él sobreviviera al asalto y nos encontrara allí me sostenía en este momento de angustia. Apenas logramos refugiarnos en ese rincón secreto del bosque, aguardé en silencio, aferrando a mi hija a mi pecho y escuchando el eco distante de la batalla que se libraba en nuestra aldea.

Pero, en medio del manto de sombras y silencio, los susurros comenzaron a filtrarse desde la espesura de Lystria. Eran voces apenas audibles, palabras ininteligibles que se entremezclaban con el crujir de las hojas y el soplar del viento. Un escalofrío me recorrió la espalda, y una inquietante sensación de desconcierto se apoderó de mí.

Insegura de la procedencia de estos susurros, decidí alejarme aún más, adentrándome en la profundidad del bosque y dejando a mi pequeña Winter resguardada entre los matorrales. Desenvainé la espada que mi esposo me había entregado en caso de peligro y permanecí alerta, lista para enfrentar cualquier amenaza que se cruzara en mi camino.

De entre las sombras, surgieron dos figuras misteriosas, su andar pausado y su mirada enigmática revelaban una inusual calma en medio del caos. Una voz surgió de las sombras, pronunciando palabras que me parecieron incomprensibles en aquel momento.

"¿Dónde está la niña?"

Antes de poder articular una respuesta, me abalancé hacia las figuras, decidida a defender a mi hija. Sin embargo, antes de llegar a ellos, uno de los individuos efectuó un gesto en el aire, un corte invisible que hizo que la oscuridad del Bosque de Lystria se cerrara a mi alrededor como un abrazo gélido. Los susurros se intensificaron, envolviéndome como sombras voraces.

En ese último instante de conciencia, mientras mi mente se desvanecía en el torbellino de sombras y palabras ininteligibles, mi último pensamiento fue un ruego desesperado:

"Si este es el final, que al menos mi esposo encuentre a nuestra hija y los dos encuentren la seguridad que se merecen."

Y con esas palabras en mi mente, me sumí en la oscuridad, sin saber cuál sería el destino de mi hija o de mi esposo.

Umbra VultusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora