Jungkook llevaba un mes y medio asistiendo todas las mañanas a la cafetería, el mismo tiempo que llevaba de baja en realidad. Los siguientes días al moratón mal maquillado, se fijó en el muchacho.
Prestó atención a todos los detalles, como siempre hacía, y comprobó con una especie de alivio que el moratón estaba sanando y que no había aparecido ninguno nuevo. El chico había dejado de cojear y ya no llevaba la camisa abotonada hasta el cuello.
Tal vez había tenido alguna pelea en el colegio, cosas de chavales, pensó Jungkook.
Aquel día se llevó el bollito.
Ni siquiera supo por qué, solo lo hizo. Y desde entonces, el sonriente camarero le había servido el mismo bollito de mantequilla todos los días sin falta. Jungkook, a pesar de todo su trato seco y malas pulgas, no tuvo corazón para dejarlo de nuevo abandonado sobre el platillo de las vueltas.
Y si debía ser sincero, el puñetero bollito estaba delicioso.
Nunca lo comía delante del muchacho, pero lo tomaba de postre después de la cena. Aunque seguía pensando que no parecía el típico dulce que las cafeterías regalan con el café.
Esa mañana se le había complicado.
Le llamaron de la clínica para una revisión así fue corriendo –metafóricamente–, esperanzado de que por fin pudiese librarse de las muletas. Lamentablemente, los médicos le informaron de que aunque la herida de bala estaba sanando a la perfección, aún no debía apoyar peso en la pierna.
Jungkook tuvo que hacer gala de todo su autocontrol militar para no matar al hombre con un certero golpe de muleta en la nuca. Sencillamente asintió con la cara tensa y se marchó con el volante para la próxima cita medio arrugado por la rabia. No estaba de humor para nada.
Pero su compañero de patrulla no sabía eso mientras compraba un par de obsequios por su vuelta al trabajo. Del mismo modo que no sabía las nefastas noticias que Jungkook iba a recibir en la clínica. Si lo hubiese sabido, no le habría esperado a la salida del hospital con una botella de vino, una sonrisa enorme y un globo flotante que rezaba “¡Felicidades!”. O tal vez sí, pero al menos se hubiera asegurado de que en el globo escribieran algo menos eufórico.
Así que cuando Jungkook se quedó quieto con cara de querer despedazarlo miembro a miembro, borró la sonrisa sin entender el por qué de tanta hostilidad contra su persona.
—¿Qué?—preguntó Taehyung finalmente, bajando el globo y frunciendo el ceño.
Jungkook suspiró y le hizo un gesto de cabeza para que echase a andar con él calle abajo.
—Aún no me dan el alta.
—¿Pero por qué?—se quejó el castaño.—Te dijeron que…
—Sé bien lo que me dijeron.—le cortó entre dientes, afanándose en caminar lo mas rápido que las muletas le permitían.—Pero la pierna no ha sanado del todo y no quieren que deje las muletas todavía.
—Ah… ¿Y para cuándo te han dicho que podrás volver?
Jungkook le tendió el papel con el volante médico.
—Tengo la cita la semana que viene, a ver si me libro de estos de una puta vez.—se detuvo un instante mientras Tae echaba un ojo al papel para patear la muleta.
Taehyung sonrió con todos sus dientes y Jungkook pudo jurar que nunca había tenido tantas ganas de saltárselos de un puñetazo.
—Bueno, es una semana. Tampoco es para tanto.
—¿Ah, no? Pues vive tú como un vegetal inútil que no puede ni hacer la compra como es debido.
Taehyung resopló.
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Cuando caigan las estrellas✨Kookmin✨ PAUSADA
Fanfiction❝Nadie ha cuidado nunca de Jimin. Nadie salvo las estrellas... Y Jungkook❞ Jungkook, ex militar y policía, ve algo raro en Jimin, un chico que trabaja en una cafetería de su misma calle. Golpes mal tapados y comportamientos extraños, le llevan a inv...