Normalmente no me molesto en llegar temprano a la Universidad, pero dado el caso de que estoy a punto de repetir el semestre debido a las faltas, he decidido bendecirlos con mi presencia.
En otras universidades no tendría por qué preocuparme, solo haría falta que aprobara el examen, y nada más. Lo cual es más que sencillo tomando en cuenta que sencillamente tendría que coquetear un poco con alguna chica de la clase y así conseguir sus apuntes, estudiar un poco y sacar un limpio y merecido diez.
Cosa fácil teniendo en cuenta que mi coeficiente intelectual es más elevado que del promedio. Pero mi padre tenía que persuadirme, y hacerme entrar a esta estúpida Universidad de carácter formativo.Debo llevar este estúpido uniforme y esta corbata boba, para que me dejen siquiera entrar al campus. Este lugar tiene tres grandes características horrendas:
a) El cupo de alumnos es extremadamente limitado, necesitas ser heredero de una sustancial fortuna, hijo de político o ser un genio becado para pagar la matrícula -yo soy ambas- Todos en el campus se conocen por lo menos los nombres, y no importa si la carrera es distinta. Debido a los pocos alumnos eso no es problema. Y es algo normal tomando en cuenta que en una Universidad pública hay alrededor de 10000 alumnos o más y en esta apenas somos 2257.
b) Todas las chicas son iguales, las típicas chicas tontas e interesadas que al parecer solo van a la Universidad para ver que pueden agarrar como material de marido o las aburridas que se la pasan en la biblioteca.
c) Las malditas restricciones y los estúpidos talleres que te obligan a cursar, solo para complicarte un poco más la existencia. Pero supongo que puedo tolerarlo un poco. Lo único que no soporto es la rutina y las chicas plásticas y estúpidas de esta escuela. Los hombres también son unos idiotas en su mayoría, pero por lo menos tengo un par amigos en este infierno.
Podría decirse que somos buenos amigos por el simple hecho que los tres detestamos a nuestros padres y que odiamos la Universidad en la que estamos. Sebastian Villalobos o simplemente ‘Sebas’ es el hijo de una importante empresaria que maneja nada más y nada menos que la industria textil más grande del mercado. Y Mauricio Hernandez o ‘Mau’ es el hijo de un diplomado y rígido ingeniero. Ambos poseen una gran fortuna.
-Pensé que ya se habían deshecho de ti, Mario— me saludó Sebastian en el estacionamiento de la escuela. Él se estaba fumando un cigarrillo y jugaba con el encendedor al lado de su auto BMW color negro.
-Ya viste que no —le contesté y le quité el encendedor en una de las veces que lo lanzo hacia arriba. Entrecerró los ojos mirando hacia mi motocicleta y luego me miró con la misma suspicacia.
-¿Estrenando Ducati? —dijo sorprendido.
No es tan extraño que la gente estrene vehículo en esta Universidad, es como si cambiaran de calcetines. Pero en mí si era extraño. Me encogí de hombros.
-Me confiscaron la Harley y la otra —le contesté enfurecido y él soltó una carcajada —Así que fui a comprar a esta preciosura.
-Vaya te encantaban esas motos. Pero era de esperarse algo así, ¿Cómo se te ocurre entrar a las áreas verdes con la Harley? Les has causado un gran dolor de cabeza a los jardineros.
-Se me había hecho tarde como muchas de las otras veces —le contesté y saqué un cigarro de la caja que traía en la chaqueta. Lo encendí con su encendedor.
-Ahí viene Mauricio —dijo él mientras yo aspiraba el agrio sabor de mi cigarrillo. Me giré y si, ahí estaba él en su Hummer. Se bajó de ella con una sonrisa de autosuficiencia. Seguro tenía buenas historias de su fin de semana.
-Hey —nos saludó y se acercó a nosotros mientras iba encendiendo su propio cigarrillo — ¿Cómo están sucias?
-No tan sucias como tú —le respondí —Seguro tienes alguna aventura que te este revoloteando en la cabeza para el próximo fin de semana.
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Peligrosa Obsesión 'Mario Bautista y Tú'
FanfictionCreo que lo que más me representan son las palabra SEXO, ALCOHOL & MUJERES. Creo que jamás pensaría a lo que me podrían llevar esas simples palabras, como sea no las quiero aburrir descúbranlo ustedes mismas en el Camino. - Mario Bautista