15.

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Me dolía la panza. Por dentro ardía como lava esparciéndose por entre medio de mis órganos, por fuera estaba tiritando de frío. Jeonghan dijo que estaba atravesando una gastroenteritis viral, la cual se agravó debido al estrés y a mi adición a esos snacks picantes.

—Pasaré los medicamentos a través del suero y puedes irte a casa una vez haya acabado —dijo, después de palparme el estómago y descartar un posible ataque de vesícula biliar—. ¿Quieres que llame a tu padre?

—Estoy bien, llamaré un taxi.

Lo cierto era que no estaba bien. Me temblaba hasta el alma, si es que el alma puede temblar. Lo que sucedía era que si Jeonghan llamaba a papá mi plan se iría al tacho de la basura. Maldije a la deliciosa comida chatarra y a las gastroenteritis virales. También le lancé una pequeña maldición a mi mejor amigo quien nunca se daba por vencido. Él metió las manos en los bolsillos, sus ojos de persona madura y atenta me hicieron sentir pequeño en la camilla.

—lamento la confusión, eso no fue una pregunta. Llamaré a tu padre.

—Hyung-

—No uses esa carta conmigo. —Me apuntó con su dedo, las arrugas en su frente apenas visibles por todas esas cremas para la piel que le gustaba usar. En otro momento me habría burlado, ahora reír era motivo suficiente para que el dolor me atravesase como un rayo—. Te daré un justificante así que no vayas al trabajo o a clases por lo que queda de la semana.

—No uso ninguna carta, papá llevó a Seulgi a la casa de la abuela esta tarde y el tío debe estar en su segundo intento de coma etílico. Hyung, estoy bien.

Chasqueó la lengua. Su corbata estampada con el gato sonriente de Alicia le restaba seriedad, pero supuse que a los niños de pediatría le debía encantar.

—Me tomaré un descanso y te llevaré. Me tienen como esclavo de emergencias, merezco salir un rato.

Me dejé caer contra la almohada. Dudaba de que llevarme a casa fuese un descanso digno. No cuando estaba gruñón por el dolor y realmente no tenía el espacio en la mente para pensar en otra cosa que no fuese el maldito plan.

Jeonghan condujo lento por la calle principal, la nieve había puesto a todos a palear este fin de semana, porque, tan pronto como empezó a nevar, nuestra ciudad se convirtió en blanco, mullido y resbaladizo por todos lados. Descansé la vista todo el tiempo que duró el viaje, hice sonidos poco humanos en respuesta al parloteo del doctor a mi lado.

Entonces el motor se detuvo y Jeonghan movió mi brazo.

—¿Quién es el sujeto grande en tu pórtico?

Me puse alerta. Las luces de la casa estaban apagadas en el primer piso, por lo que el frente de la casa era un mar de oscuridad apenas visible gracias a las farolas de la cuadra. Una sombra se movió desde el primer escalón.

Retuve la respiración.

Y consideré pedirle a Jeonghan que arrancase para salir lo antes posible de allí. Mis torpes ojos casi esperaban ver dientes gruesos y afilados, orejas puntiagudas y un hocico largo volverse sombra en la cerca de madera.

Luego, parpadeé, y vi que efectivamente se trataba de un lobo. Pero a este yo le conocía. Y por la experiencia que tuve tratando con él, podía decir que era inofensivo. O al menos no me arrancaría la tráquea de un mordisco en medio de la acera. Si eso sucediese el pobre Jeonghan quedaría traumado para siempre.

Calmé mis descontroladas emociones.

—Solo es alguien que conozco.

Jeonghan se estiró rumbo al lado del pasajero, sus ojos entrecerrados quisieron espiar al chico demasiado grande que lucía el doble de inmenso en esa chaqueta rompe vientos.

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⏰ Última actualización: Sep 12 ⏰

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Where the wolves hide...  -MinWon/MeanieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora