—¿Mi príncipe quiere decir algo? —preguntó Mysaria en voz alta, haciéndose escuchar sobre el bullicio de la multitud en el burdel. La joven tenía la piel tan nívea como la nieve del Norte, y su cabello blanco hacía honor a su apodo, "El Gusano Blanco". «Tiene la piel tan blanca como Rhaenyra», pensó al mirarla fijamente. Daemon dudó unos segundos. —¿Teme algo mi príncipe? Vuestra posición como heredero es incuestionable ahora. El rey ha perdido al niño y se ha quedado con otra niñita. —dijo la mujer mientras soltaba una sonrisa llena de malicia. «Viserys quiso reemplazarme como lo ha querido hacer siempre, y en cambio ha recibido a una criatura enfermiza». Su estómago se revolvió por la ira. Su hermano se había convertido tempranamente en rey, y Daemon había hecho lo posible para que ello ocurriera. «Desafié a Corlys Velaryon por él, he hecho de su ciudad un lugar seguro para vivir y he honrado los valores de nuestra casa siempre que he podido, y aún así lo que recibo es rechazo».
—Sí, quiero decir algo. —expresó el joven de pronto. La mujer rió y comenzó a gritar para que los presentes guardaran silencio. Por doquier estaban sus hombres, los Capas Doradas, revolcándose con prostitutas y jovencitos, embriagándose y riendo. «Celebran que mi posición no ha cambiado». —El rey, mi hermano, dedicó una semana de celebraciones para finalmente volver a honrar mi puesto como heredero. —gritó. La multitud rió y Daemon subió a una de las mesas, tambaleándose. —Propongo un brindis a todos los que estáis aquí, ¡por el heredero por un día! —todos rompieron en risas y levantaron sus copas, repitiendo la frase.
Mysaria subió a la mesa con él y le dio un largo beso. El joven había bebido más de la cuenta, y sintió cómo el vino se le subía a las mejillas y la sostuvo fuertemente por las caderas. De un salto bajó de la plataforma y tomó su cintura para alzarla del lugar y, sin importarle la multitud, la tomó frente a todos. «Mi hermano cree que no soy digno para su Trono. —pensó con molestia mientras la mujer gemía. —Yo debería portar la corona y él un traje de bufón. Es débil y estúpido». Tomó con fuerzas a la mujer y la dejó boca abajo contra la mesa.
—Me hacéis daño, príncipe. De esta forma es doloroso. —escuchó decir a Mysaria. Eso no lo detuvo. «¿Y el daño que me ha causado Viserys al no tenerme en cuenta para su reinado?». La rabia crecía en su pecho y tomó con fuerzas el cabello de la mujer, alzando su cabeza hasta su altura.
—Perdonadme, mi señora. Pensaba que seríais más útil que mi Perra de Bronce. —espetó al mismo tiempo que la empujaba contra la mesa y se tambaleaba para abrocharse los pantalones. La joven se tapó los pechos con las manos y lo observó dolida, pero no pronunció palabra alguna, retirándose por uno de los pasillos del burdel.
El resto de la noche lo dedicó a apostar con sus hombres, escuchar sus felicitaciones por su puesto como heredero y a beber tanto vino como era posible. De vez en cuando, la imagen de su sobrina Rhaenyra venía a su mente. Recordaba su aspecto mientras velaban el cadáver de la reina Aemma y la criatura que había parido. «Estaba destrozada». Su cabello platinado estaba suelto por los hombros y tapado por un hermoso velo negro que contrastaba con su piel nívea. Llevaba un hermoso vestido negro con escamas, y de su cuello colgaba el collar de acero valyrio que le había regalado aquel día en la madrugada. Aquello le revolvió el estómago. La sonrisa que la princesa le había dedicado en el pasillo oculto de su habitación no se equiparaba al pequeño beso que le había dado en la comisura de los labios, seguido de un «gracias, Daemon». La joven había cerrado la puerta rápidamente, dejándolo estupefacto. «Siempre me ha dicho "tío", pero no esta vez. Ha florecido y se vuelto tan osada como su posición se lo permite». Aquello no le disgustaba. Rhaenyra había demostrado tener toda la personalidad de la que su débil padre carecía. «Sería una gran esposa, reinaríamos juntos con justicia y retiraríamos a las lacras que rodean el gobierno de mi hermano».
—Mi príncipe, habéis bebido mucho. Os puedo acompañar de vuelta al Castillo, mañana es el funeral de la reina Aemma y del príncipe Baelon. —miró con dificultad al locutor y lo reconoció de inmediato. Era un hombre grácil y modesto, pero que lo doblaba en tamaño. Llevaba el pelo castaño rizado tomado por la cabeza, pero dejando parte de éste caer por los hombros. Era el único hombre del lugar que no estaba con ninguna prostituta ni había bebido una gota de vino. «Ser Harwin Strong. —recordó Daemon. —Probablemente sea el hombre más noble y leal que tenga en Desembarco del Rey». El príncipe asintió y se paró de la silla con dificultad, ayudado por el alto caballero.

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Jacaerys x Daena
FantasyEn el año 105 d.C., la reina Aemma Arryn se encontraba de parto. El rey Viserys, cegado por un sueño de dragón, había anunciado ante toda la Corte que por fin tendría un heredero varón. Sin embargo, las cosas no resultaron como el rey esperaba: un p...