1. "El Bentley"

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Aziraphale va todos los días al mercado a desayunar garnachas a escondidas, porque proviene de una colonia de ricos y a su abuelo Metatrón le daría un infarto por verlo ahí comiendo tlacoyos con doña Juana.  Por eso, se levanta temprano todos los días y toma el primer camión al centro, ya que a pesar de que tiene licencia desde hace años, le da cosita manejar hasta ahí.

Crowley y su micro "El Bentley" acaban de ser cambiados a la ruta del mercado como castigo porque el pelirrojo se le pasaba dando de carreras con otros microbuseros en su ruta anterior.

Ese día, Azira se sube como si nada y saca su cartera para pagar el pasaje.

—No, si los reyes aquí no pagan —dice Crowley  con una sonrisa haciendo sonrojar al güero.

Aziraphale gira los ojos, pero acepta, ya que se puede comprar unas pepitas con el dinero que le sobra.

—Igualado—gruñe en voz baja.

Con el paso de los días, Aziraphale se dio cuenta de lo mucho que ahorraba al tener sus pasajes gratis. Doña Chabe, del rosario de los martes, le decía que seguramente le gustaba al microbusero.

Aziraphale no lo creyó hasta que un día al subirse, se dio cuenta de que el micro estaba a reventar. Estaba apunto de bajarse cuando el chófer lo detuvo.

—Siéntese aquí, rey— le dio unos golpes al tablero que estaba a su lado.

—Ay no que vergüenza, ¿Qué van a decir de mí?

—Tú déjalos que hablen, ya quisieran— levantó su cabeza para saludar a uno de sus conocidos y siguió cobrando.

—¡Ya no da uno más!—gritó un pasajero desde atrás.

—¡Pues córrete!—respondió el pelirrojo de la misma forma— Sí, yo digo que caben como otros cinco más.

El rubio se pasó todo el trayecto colgado del tablero, se movía bruscamente de un lado al otro y los baches le habían dislocado su cadera. Todos gritaban "Si no traes vacas, imbécil", pero el chófer no se detuvo.

La verdad era que Aziraphale solo se quedó ahí porque era más fácil que Crowley le diese bajada, en vez de practicar mentalmente el "BAJAAAAAAN" dos esquinas antes porque le daba pena y casi nunca lo escuchaban.

...

Un día, Furfur, un miembro de los diablos se metió a asaltar, consensuadamente, al "Bentley". Las condiciones de Crowley eran claras: Con el güero no.

Pero, para Furfur fue todo lo contrario, dejó a todo el bus sin cartera, teléfono y por poco hasta sin ropa.

Aziraphale se bajó corriendo, con el azúcar por el piso y a punto de romper en llanto. Crowley intentó ir tras él, pero los reclamos de los pasajeros le hicieron volver a su lugar. Furfur se las iba a pagar cuando lo viera.

—Alaaa, ¿Ese es el iPhone 13?— Eric tomó el teléfono entre sus manos sorprendido.

—Sí, hay otros dos por ahí —rio Furfur—El tipo al que se lo quité me dijo que apenas lo estaba pagando en Coopel.

—Mañana lo llevaremos al mercado para que nos lo formateen.

Crowley irrumpió echando fuego por las orejas, tomó el teléfono que tenía una imagen de la virgen de Guadalupe de fondo y una cartera de piel que tenía una oración diaria.

—¡Oye!

—¡Te dije que con él no te metieras!

—¿Qué te pasa? ¿Tu novio se puso triste?— inquirió burlescamente y Crowley le arrancó la sonrisa de un golpe.

—Ey, ey, ¿Qué está pasando aquí?—Belcebú salió de su cuarto con los ojos somnolientos.

—Estábamos ajustando cuentas — el pelirrojo se acomodó la camisa y salió del lugar.

...

Por la noche, ubicó esa casona a la que diariamente iba a dejar a su ángel. No sabía cuál era su ventana así que tiró piedras a cada una, hasta que se escuchó el sonido de un cristal romperse.

Él se escondió, con la respiración agitada, levantó la vista y vio a un rubio perplejo salir a su balcón con una piedrita.

—¿Qué haces aquí?—murmuró— Si mi abuelo te ve, te mata. Tiene una escopeta.

—Pues que me mate.

—No digas eso, eres el chófer que mejor me cae de la ruta.

—Soy el único que te da pasaje gratis, me ofendería si no— resopló para acomodar uno de sus mechones —¡Baja! Hay algo que te quiero dar.

Sacó las pertenencias del rubio, el cual quedó boquiabierto. Bajó enseguida.

—¿Cómo es posible?—sus ojos brillaban debido a la emoción creciente en su pecho.

—Conozco gente, que asalta, obviamente.

—No sabes cuánto te lo agradezco— vaciló entre acercarse más o no— Aquí tengo el grupo de la iglesia, no me imagino si lo perdiera.

—El cielo perdería a uno de los buenos.

—Hay...¿Hay algo que pueda hacer por ti? Ya sabes—ladeó su cabeza de forma dulce— Para agradecerte por esto.

—Pues...

Aziraphale dio un paso hacia él, cuando vio como las luces de la sala se encendieron.

—¡Un ratero!— chilló Gabriel.

Metatrón salió con su escopeta, por lo que antes de echarse a correr sonrió al rubio. Y fue en ese momento, con su abuelo persiguiendo al chófer del mercado por toda la colonia, que algo nuevo se despertó en Aziraphale. Una sensación dulce y cálida se anidaba en su pecho cada que recordaba ese momento, en dónde Crowley había recuperado sus pertenencias de ese asaltante.

¿Eso era amor? Probablemente.

Mientras tanto, en una colonia infernal, Furfur se encontraba revisando la galería de fotos de su teléfono la cual estaba fotos de Crowley y Aziraphale siendo algo cariñosos esa noche.

Se preguntó qué tan lejos irían ambos para que Metatrón no se entere de que su nieto iba al mercado por algo más que unas garnachas recién hechas.

Pasión de MicrobusesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora