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Un día muy taciturno se desarrollo en Londres, Harry no tuvo intenciones de abandonar su cama, mucho menos su oscura y húmeda casa lúgubre. Pero a primera hora de la mañana, Hermione se plantó en la puerta de su casa e insistió en obligarlo a salir de su miserable cueva para acompañarla hasta una biblioteca mágica, en contra de la voluntad de su amigo, lo logró, le costó que el terco Harry aceptara, todavía lo veía bufar por su mal humor.

Ahora ambos estaban sentados en una mesa larguísima y solitaria, para pasar el rato, Harry tomó un libro de lectura ligera en el que en los márgenes escribía o dibujaba pequeñas cosas con su lápiz de grafito. Aquello molestaba a Hermione, era obvio por la manera en que su nariz se arrugaba al verlo rayar, pero no le dijo nada.

Quizá porque los lagrimales de Harry rojizos y sus parpados hinchados eran reveladores, seguro lloró toda la noche hasta conseguir dormir muy a duras penas unas horas. Sus uñas se veían deplorables, como si le hubiera dado varias mordidas compulsivas, muy a su pesar, Harry detectó que Hermione se paraba para ir a por un nuevo libro, estuvo bien, mientras el mismísimo salvador del mundo mágico fingía leer ese estúpido libro de vampiros.

Tardo un buen rato en dignarse a levantar la cabeza en dirección a su amiga, justo para decirle que se devolvería a casa. Pero al ver el libro que reposaba en la mano de la mujer, su expresión se ensombreció con una rapidez antinatural.

— ¿Qué haces con ese libro? —preguntó Harry.

Hermione cerró un instante el libro para ver su portada, pero lo volvió a abrir para continuar en donde se quedó.

— No creo que quieras una respuesta Harry.

Como un acto impulsivo, el chico agarró el libro y lo aventó sobre la mesa. Hermione tomó una expresión cansada en su rostro.

— ¿Por qué? —insistió Harry.

— Quiero saber Harry...creo que, si leo sobre eso podre tener algo de paz, estoy en el último capítulo.

La manzana de adán de Harry subió y bajo al pasar saliva.

— Ha pasado un año, quiero entender, detesto estar a ciegas—pudo ver como los ojos de Hermione se cristalizaban.

Con todas sus fuerzas, Harry intentó retener sus lágrimas al inhalar y exhalar más pausado, pero le fue imposible, porque pronto la manga de su suéter se hallaba húmeda luego de que trató de secar sus ojos mojados. Era justo el tema que intentó evitar al encerrarse en su casa, pronto sería el cumpleaños de muerte de Ron, quedaba apenas una semana y media.

Comenzó a entrar en crisis mientras se daba cuenta de los ojos apesadumbrados de su amiga se posaban encima de él. Como Harry odiaba aquel libro, le hastiaba ver su portada azulada en todas las librerías, detestaba su nombre tanto que nunca se tomó la molestia de aprendérselo, era algo sobre un pájaro azul.

De donde provenía la aversión de Harry por aquel libro, no era un misterio muy grande, hace un año su mejor amigo—Ronald Weasley—murió a causa de Hanahaki, una enfermedad rara que él no conoció hasta que recibió la noticia de deceso del chico que lo acompaño tantos años, a las pocas semanas, como si de una broma se tratara, ese manuscrito salió a la venta, una persona apunto de morir por la misma enfermedad escribía allí sobre su vida cotidiana, pensamientos depresivos, o eso era lo que había escuchado, porque en todos lados parecían comentar sobre el tema, mucha gente sentía morbo por la situación en que se escribió todo el libro.

Ese libro le recordaba que Ron ya no estaba con él, era un constante recordatorio burlesco de todo lo que había perdido.

Desde que murió, Harry sintió que todo era distinto, intentaba hacer como si nada, pero le llenaba de amargura saber que nunca volvería a darle un abrazo a su amigo.

𝐁𝐥𝐮𝐞 𝐛𝐢𝐫𝐝 𝐚𝐧𝐝 𝐩𝐞𝐭𝐚𝐥𝐬 【ronarry】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora