Estaba bajo la ducha, dejando que el agua arrastrara mis problemas con ella. Eso es algo que me gusta de tomar un baño, que inmediatamente después te sientes más liviano. Como si en vez de jabón fueran esferas mágicas que se llevan el dolor. Pero no esta vez.
Desde que entré al baño los recuerdos atacaron. Ni siquiera podía agarrar el maldito jabón sin recordar las veces que nos habíamos bañado juntos.
Aún no había respondido el mensaje, ni pensaba hacerlo. Había cerrado demasiado bien esa puerta como para volverla a abrir por error. No lo quería en mi vida, no lo necesitaba y no iba a dejar que arruinara la felicidad que tanto me había esforzado en reconstruir.
Pero si era así, ¿por qué estaba observando la pantalla de mi teléfono como si de ella fueran a salir todas las respuestas que necesitaba? Quizás me preocupaba demasiado, o tal vez, estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua.
Ansiosa, acariciaba la pantalla mientras mi mente divagaba pensando en el ayer.
"Una de esas noches de verano, Anthony fue a mi casa. Era de madrugada, y todos hacía horas que se habían ido a dormir. Nunca iba tan tarde, pero me había acostumbrado a no hacer preguntas.
- ¿Puedo hablar contigo? - me dijo.
- Ya estás aquí, ¿no? – contesté yo.
Se veía pálido y asustado, y cuando se inclinó a abrazarme le sentí el olor a alcohol. Me contó que minutos antes había considerado acabar con su vida, pero no tuvo el valor. Rompió en llanto y yo solo me quedé ahí, acariciándolo mientras lo escuchaba. Ahí, con su cuerpo tembloroso entre mis brazos, me hice la promesa de que ese chico nunca volvería a sentirse solo. Luego de varios minutos, su llanto se calmó y yo solo pude decir:
- Gracias por confiar en mí. Cuando me necesites, estaré ahí. Incluso si ya no hablamos, incluso si nos distanciamos, si me necesitas, iré.
Nunca había dicho nada tan enserio como lo que dije esa noche. No dijo nada, tampoco lo esperé. Nos quedamos así hasta que los primeros rayos del sol asomaron por el horizonte, hasta que estuvo seguro de vivir para ver otro día."
Sé que probablemente esté exagerando, pero no veo otra razón por la cual querría hablar conmigo. Lo dejó bastante claro en la última llamada que tuvimos, que nunca más me escribiría. ¿Por qué otro motivo rompería su promesa?
Decidida, abro la ventana del chat para escribir una respuesta:
Ana: "No creo que tengamos nada de qué hablar. A menos que sea algo extremadamente importante, creo que hemos dejado todo bastante claro".
Pulso el botón de enviar y espero una respuesta.
Anthony: "Por favor, es importante. Necesito tu ayuda."Pienso si responder cuando otro mensaje aparece en la pantalla:
Anthony: "Te necesito."
Me quedo de piedra analizando sus últimas palabras. Si no fuera realmente importante no me lo pediría. Termino de vestirme y voy a buscar a Scott.
Lo encuentro en la sala, su brazo de un preocupante tono morado debajo de las vendas. Aparte de eso, se ve bastante tranquilo mirando un programa de televisión. Me acerco:- Amor. - lo sacudo suavemente para que me preste atención.
- Mmm.- murmura mientras se hace a un lado para que pueda sentarme.
- ¿Podemos hablar?
- Claro. – dice mientras finalmente apaga la tele y se voltea hacia mí.
Justo ahí decido contarle todo. Le cuento detalladamente lo que pasó el año anterior. Quién era el chico del parque y por qué tengo tanto miedo de que vaya a hacer una locura. Le digo que le quiero y le pido su consejo. Me abraza un buen rato y me dice:
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Historia para una chica rota
RomanceDejar ir, aceptar, perdonar... No es tan fácil como suena.