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Al otro día, Scott y yo vamos a la biblioteca de la ciudad a por unos libros que necesitamos para la universidad.

Estamos trabajando juntos en un proyecto sobre el empleo de las técnicas nucleares en la lucha contra el cáncer; un proyecto que, a decir verdad, me tiene muy emocionada.

Mientras caminamos por las calles bulliciosas y concurridas del centro, no puedo dejar de fijarme en la cantidad de flores que hay por doquier. Las últimas lluvias han hecho florecer los árboles y arbustos en todos los parques del lugar. Huele como a primavera, aunque es verano.

Llegamos a la biblioteca al cabo de media hora y mientras Scott anota nuestros nombres en la entrada, yo me dedico a husmear por todo el lugar. El ambiente luminoso y acogedor se ve contrastado con el fino polvo que cubre los libros más antiguos. Pequeñas nubecillas se levantan de sus lomos mientras recorro con mis dedos los volúmenes buscando aquello que necesito. Una vez que lo encuentro, lo llevo hasta la mesa donde se ha sentado Scott y nos ponemos a trabajar. El libro es grande y pesado y gran parte de su contenido está escrito en inglés. Yo redacto en la laptop que he llevado una buena parte de el trabajo, mientras que mi novio me dicta textualmente las referencias que debemos citar. Me encanta trabajar con él, es como mi complemento. Yo soy buenísima interpretando los libros y conceptos fundamentales, al igual que redactando informes científicos. Scott es más dado a poner en práctica esos conceptos, puede analizar un problema físico y reinventar mil veces su razonamiento hasta dar con la mejor vía de solución.

Trabajamos juntos por cerca de cinco horas cuando decidimos tomar un descanso y continuar al otro día.

-Oye, ¿qué te parece si salimos a tomar algo?

Medito su oferta mientras termino de guardar las cosas. La verdad no hemos podido pasar mucho tiempo a solas.

-Claro- respondo- ¿qué tienes en mente?

-Bueno, esperaba que tú me dijeras. Tú vives aquí, ¿recuerdas?

-Cierto- Me río y tomo su mano mientras salimos del local. - conozco un lugar donde venden el mejor batido del mundo. Te encantará.

Minutos después, nos encontramos frente a una cafetería pintada de rosa y azul, con un letrero enorme en el que había dibujado un pastelito gigante. No era un lugar muy concurrido, pero la atmósfera era acogedora. Adoraba ese lugar.

-¿Por qué un pastelito? - pregunta extrañado Scott- ¿Qué significa?

-Según la dueña, empezó la cafetería básicamente desde cero. Tuvo que pasar años horneando pastelitos de crema hasta lograr seguir adelante y permitirse ampliar el negocio. Cuando por fin logró prosperar, quiso homenajear el esfuerzo que le llevó llegar hasta donde está y a la vez, recordar sus orígenes.

-Qué creativo.

-Si, ¿verdad? Deja que los pruebes.

Nos acomodamos en una mesa y un joven nos toma la orden. A sugerencia mía, pedimos dos batidos de coco y un plato de pastelitos con crema.

-Esto está buenísimo- dice mi novio, mientras yo froto un poco de crema de su mejilla.

-Te lo dije, es mi lugar favorito en el mundo- me rio- Estás todo embarrado, pareces tú el pastelito. Prueba el batido y prepárate para tocar el cielo.

-Madre mía- juro que hasta se le rodaron los ojos.

Luego de pedir dos rondas de batidos más, salimos casi arrastrándonos del lugar. Caminamos de la mano sin rumbo cuando nos topamos con un pequeño bosque.

Historia para una chica rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora