Para Eunice

Necesidad

Miércoles 18 de junio de 1986

Querida Eunice.

Por primera vez en todo este tiempo que hemos pasado separadas creo que ha pasado poco tiempo desde mi última carta. La razón es simple. He conseguido mi primer trabajo digno.

Te preguntarás qué clase de trabajo tenía que no puede ser digno. Eso es otra cosa que me pesa mucho, porque me he aprovechado de tu bondad y tu confianza. Para padre será lo mismo. El hecho es que ahora trabajo de cocinera en un restaurante familiar. Soy la única latina del barrio, así que se apiadaron de mí.

Antonio es muy gentil. Ha cuidado de mí y de mi hija tan bien que ya le debo hasta la vida. Él sigue estando a mi lado y es muy fiel a nosotras como yo a él.

Pero ya no te volveré a ocultar nada, madre. Me siento en libertad de lo que voy a decir porque ya he superado esta situación de muerte en mi vida:

Eulalia es hija de uno de mis clientes. Sabes a lo que me refiero. No me hagas decirlo. Sé que quieres que lo diga, pero no puedo. Es algo más de lo que quiero que me perdones.

¿Es posible recibir tanto perdón?

Eunice, se ha ablandado mi corazón.

No pude pasar ni una semana sin escribir. No me había interesado, antes que supieras de mi bienestar.

¿Sigues ahí donde te dejé?

Ahora mismo quiero ver tu rostro, quiero acariciar tus mejillas, tomar tus manos entre las mías, oler tu esencia, besar tu cabello, envolverte en mis brazos. Ahora mismo sólo quiero expresar, madre, que no puedo odiarte.

¿Cuántas veces traté de engañarte con que te odiaba? ¿Cuántas veces dije todas esas mentiras? Ahora, que ya ha pasado poco más de un lustro, acabo de darme cuenta de que no podía engañarte. En realidad, soy yo la que trató de mentirse a sí misma, y tú, seguro lo presentías; no podía odiarte, sólo quería hacerlo, pero no podía.

Después de todo eres mi madre.

¿Podré alcanzar tu perdón? No sabes cuánto dolor siento ahora mismo. No sabes cuántas lágrimas estoy dejando fluir sin control. No sabes cuánto me arrepiento.

¡Te necesito! Como en los viejos tiempos. ¿Por qué?

A ti y a padre los necesito mucho. Y los amo, de veras lo hago.

Dulces sueños.