Lunes 10 de mayo de 1982
Querida Señora,
¿Qué tal has estado? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde mi primera carta? Un año o dos, fácilmente. ¿Me has extrañado en todo este tiempo? Déjame decirte que yo a ti sí. Mucho. Pero me estoy acostumbrando a tu ausencia. A decir verdad, me había olvidado de escribirte porque me dedicaba todos los días a pensar en lo que estarías haciendo.
Te odio aún. ¿Lo sientes? Es porque no me gustaste nunca. Pero ahora estoy mejor, incluso me siento en paz. Sé que no fue del todo correcto lo que he hecho pero era necesario. En serio, lo necesitaba y me atrevo a pensar que también tú lo necesitabas; y no sólo lo necesitabas, lo querías, lo ansiabas. Yo así me sentía. Creo que de alguna forma estamos conectadas y por eso sentimos lo mismo. Después de todo eres mi madre y llevo tu sangre. Aunque nunca me gustó llamarte así, ¿cierto, Eunice? Cierto.
No sé en dónde estoy. Tampoco sé si esto llegará a tus manos. ¿Vives en la misma dirección? Si no, seguramente esto sacará de onda a quienquiera que esté viviendo en tu casa, en su casa. ¡Qué extraño! ¿No crees?
Tengo una noticia que darte. En mi camino hacia la nada me encontré a un hombre realmente amable. Me recuerda a papá. Es muy confiable y respetuoso, incluso ya me ha salvado la vida tantas veces que no puedo contarlas. De no ser por él estaría muerta. ¿Te alegra eso? Cómo me gustaría escuchar tu respuesta. Lástima. Así se han dado las cosas y ahora sólo hablo con un pedazo de papel, porque realmente espero que esto llegue a tus manos.
Me pregunto qué estará pasando en casa.
Lo lamento por papá. A él lo quería. ¿Estás celosa ante esta declaración?, ¿enojada?, ¿triste?, ¿sorprendida? Bueno, pues es la verdad. Él no merecía este tipo de hija malagradecida.
Malagradecida. No les di gracias en mi carta anterior, ahora que recuerdo.
Gracias mamá por soportarme durante dieciséis años. Y a papá dile que le agradezco todo.
Es muy tarde para estas cosas, ¿cierto? Bueno, creo que no es muy importante que lo mencione, después de todo te odio. Es gracioso decirlo.
Mamá, espero que no me olvides; yo no te he olvidado y no lo haré. Lo que sí no espero es tu perdón: he hecho muchas cosas imperdonables, aunque conociéndote seguro que estás llorando. Yo estoy llorando.
Concluyo mis palabras por hoy. Trataré de escribir más seguido.
Dulces sueños.
P.D. ¡Feliz día de las madres!