¡Madre!
¿Dónde estás?
¿Porqué ya no estabas ahí donde te había dejado? ¡Te hice una promesa y la cumplí! ¡La cumplí al pié de la letra! Todo como había dicho e irónicamente no te volví a encontrar, pero vi tu rostro, sereno y tranquilo como esperaba encontrarlo.
Madre, debiste prometerte lo mismo. ¿Acaso no querías ver, de nuevo, a tu hija, a tu deshonra, a tu consonancia? Ambas fuimos madres e hijas, debías comprenderme.
¿Dónde estás?
¿Por qué te fuiste antes de que llegara, madre?
Debí haber dicho “hasta que vuelva a oír tu voz de nuevo” en mi última carta, en lugar de “hasta que un día regrese a casa de haber visto tu cara aunque sea un breve instante”. ¿No crees?
No fue tu culpa, fue la mía, no supe pedir las cosas.
¿Dónde estás? ¿A dónde fuiste? ¿Por qué dejaste solo a papá? ¿En casa volverá a ser lo mismo sin ti?
Madre, en qué momento tan inoportuno se te ocurre irte para siempre. ¿Acaso eso pudo pasar cuando yo me fui de casa?
Y a pesar de todo me dio tanto gusto ver tu cara, que estaba tal y como la recordaba. Había sólo una diferencia, una pequeña y gran diferencia, madre.
Ya no había vida en tu rostro y, sin embargo, estaba toda tu vida en ella: tu niñez, tu juventud y tu vejez al mismo tiempo.
¿Cómo pude ser tan tonta durante todo este tiempo? ¿Por qué no pude pensar en el futuro que se me avecinaba cuando me fui de casa? Madre, ¿por qué te necesito tanto en mi vida? ¿Te odiaba de verdad cuando me fui? ¿Era todo en serio? ¿Lo que hacía era incorrecto?
¿Leíste mis cartas todo este tiempo? Porque justo cuando vi tu cara, ya te habías ido a no sé dónde.
¡Madre, ¿dónde estás?!
Qué más da el tiempo ahora. Eso ya no importa, yo cumplí mi promesa y tú, y tú me hiciste feliz toda la vida.
¿Dónde estás?
Llévame contigo a dondequiera que estés. Quiero, de veras, estar contigo. Pero debí pensar en ello antes de irme de tu lado, ¿cierto?
Duele mucho la realidad.
Eulalia ha estado llorando por verme llorar.
¡¿A dónde te fuiste?! ¿A dónde? ¿A dónde?
¡Qué impotencia al verte y al saber que no estás!
¿Por qué te fuiste? ¿No pensaste en que aún te podía necesitar?
Mi padre, mis hermanos, yo, todos te necesitamos. ¿Qué vamos a hacer ahora que no estás con nosotros? ¿Qué importancia tendrán nuestras vidas si ya no podemos oír tu voz ni sentir tu cálido cuerpo en un abrazo?
Por eso madre, quiero ir contigo. No me importa dejar a mi hija y a Antonio, no me importa lo que vaya a pasar después, pero yo quiero estar contigo. Después de todo nunca pienso en lo que va a suceder.
Estoy aquí, sentada junto a tu tumba, con una soga amarrada al cuello. Pronto iré a tu encuentro.
¿Estoy desesperada?
Solo quiero oír tu voz.
Dulces sueños.