Capitulo 3: Oro

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Primero era la luna. Brillante como el sol. Y pudo ser el sol, pero todo era oscuridad. Solo estaba esa luz que parecía gritar por existir.
Segundo era la bulla, el sonido delirante que golpeaba mi cráneo.
Intenté calmarme y ver dónde estaba, ver la luna moverse con lentitud con un halo que iba creciendo. Y creciendo.
Y acercándose.
Aquello no era más la luna, era fuego. Fuego que fue acercándose, extendiéndose. Me quedé paralizado, está vez mi madre no podría salvar.

-James.

Abrí los ojos con el corazón golpeando hasta dejarme sin aire.

-Tranquilo, solo fue una pesadilla.

Reconocí el techo, la lámpara encendida y la expresión de sorpresa de Steve.

Cerré los ojos, pero la imagen de la pesadilla volvió, las abrí e intenté sentarme. No sabía cómo respirar normal otra vez.

-Esta bien, está bien. ¿Quierés algo de agua? -me dijo.

Lo miré y asentí. Steve me trajo agua y un par de galletas. Terminé el vaso y guarde las galletas en el cajón de mi escritorio. Mi respiración había vuelvo a la normalidad, pero el ruido en mi cabeza se había extendido como piedritas en una lata.

-He visto que haces eso -dijo Steve, estaba señalando con la quijada el escritorio-. Guardar las cosas que no comes de inmediato. También lo hacía hasta que llenó de muchos comestibles mi escritorio y madre me dijo que no era necesario guardar tanto y podía solo tomar lo suficiente, que nadie más me lo quitaría.

Nos miramos, era de más decir que eran cosas que se quedaban tras vivir en un orfanato. La comida nunca se desperdicia, los dulces pueden ser robados.

Asentí y baje la mirada. Pensé que Steve se iría, pero después de una pausa titubeó.

-James... Tu pesadilla. ¿Fue por lo que pasó en la tarde?

En parte lo era. En parte solo era una chispa. Tuve dudas si debía explicarle a él, pero la sensación estaba ahí de lo realidad estaba ahí, ruidosa, arañando la pizarra para salir.

Me alcé y señale su escritorio, dónde estaba su celular. Steve lo entendió de inmediato y lo trajo para dármelo. Dude por un momento, pero mis dedos comenzaron a escribir en el buscador: incendio en el edificio "extrella azul". Escogí el segundo resultado, un reportaje del periódico El país y se lo entregue de nuevo a Steve.

Incrédulo, Steve me miró y luego a la pantalla. Sus ojos y boca se expandieron y giré hacia la ventana, dónde la luna era luna y la oscuridad oscuridad.

Desde ese día Steve y yo nos llevamos mejor, quizá fue porque ahora sabía más de mi o porque me había salvado. Quizá lo primero, porque seguía metiéndose en peleas de ves en cuando. Incluyendo con quienes buscaban acosarme. Pero de cualquier manera las preguntas se fueron acumulado y cambiando en mi mente al pasar de los meses: ¿por qué peleaba? ¿Por qué se metía en problemas que no tenían que ver con él? ¿Que pasaría si en una de esas peleas termina gravemente lastimado? ¿Tantos golpes no afectarán a su asma? ¿Que pasa si una de esas no se puede levantar? ¿Por qué tanto pelea? ¿Por qué es tan estúpido para meterse en peleas? ¡¿Es que el idiota no tiene sentido de supervivencia?!

No podía comprenderlo. Y sus explicaciones sobre sus peleas solo eran: "hablo mal de tal persona", "le quitó tal cosa a tal persona", "estaba molestando a..." y nada mas. No obstante, él aprendió a leerme o quizá solo me expresé más con él que a cualquiera.

-Hey, James -saludó un viernes después de clases. Estaba sentado en la entrada del colegio y, aún lejos, pude ver el moretón en su mentón izquierdo.

Suspiré y continúe mi camino, estaba decidido a tomar el autobús solo.

-James, James, espera -exclamó hasta alcanzarme. Tenía una sonrisa de disculpas y aún llevaba el parche en la nariz por el golpe de hace una semana.

Me detuve y alcé la vista. Él retrocedió con ambas manos en el aire. Volví a caminar hacia la parada.

-Bien, James. Espera.

Aceleró su paso y estaba ya caminando a lado mío.

-Esta vez fue muy malo, el idiota había escondido las cosas de varias compañeras, no quería decir dónde los guardo y yo debía...

Me detuve, el casi tropezó. Lo miré con los ojos entonados y después de un silencio el suspiró.

-James. Mamá y papá viajaron a visitar a un familiar en nueva York y el tío Peter no vendrá. ¿Así que te parece unas películas y pizza?

Me encogí de hombros.

-Pero antes vamos a comer algo, creo que podemos ir a un restaurant cerca de aquí...

Volví a caminar.

-James, está bien, está bien. Podamos algo para llevar y te explicaré.

Nos miramos de nuevo. Había algo distinto en sus ojos, el celeste en ellos habían caído. Me giré por completo y asentí.

Steve compró comida casera para llevar y cenamos en la cocina. No hablo más que cosas casuales sobre su proyecto de arte y que la señora Wanda ha tenido mucho trabajo en las últimas semanas. Lo único que sabía sobre el trabajo de ella era algo sobre cuadros que entraban a casa por cantidad y salían envueltos, otras veces se quedaba horas en su estudio. El señor Vision trabajaba en la oficina del ayuntamiento. No había más que saber, tampoco de Steve o eso creí o no pensé saber más, solo quería saber por qué parecía como si quisiera demostrar algo. Siempre.

-No es como si no confiará en nadie -dijo.

Habiamos terminado de comer.

-Pero no... -Vaciló. Se fijó en mí y giró hacía la ventana que daba al jardín-. Nunca conocí a mis padres, mis verdaderos padres, ellos me dejaron a pocos meses de nacer en el horfanato dónde nací.

Hubo otro silencio, el bebió un poco del agua del vaso que giraba entre sus dedos.

-Nunca supe el porqué me dejaron, pero como a los cinco años supuse que era por como era. Un niño enfermizo que tendría suerte en sobrevivir. -su voz se hizo más profunda, se había vuelto más profunda en el invierno-. No pensé mucho luego, o almenos los adultos del orfanato me ayudaron a no pensar más en eso, pero el tiempo paso y paso tenía ocho y nueve y no sé. Solo que un día, o quizá fue muchos días, en el que estube enojado con todos y por todo. No quería escuchar más escusas de porque mis padres me abandonaron, porque solo tenía preguntas y preguntas ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué nadie me adopta? ¿Por qué soy tan débil? ¿Por qué no puedo como los demás niños? ¿Por qué esos niños que pueden todo son tan malos?

El silencio inundó de nuevo la habitación, apenas se escuchaba el suave viento golpear el mosquetero de la entrada. Steve me miró y apretó los labios en una forzada sonrisa.

-Luego ellos llegaron por mí y no parecieron importarles que era frágil como una hoja seca. -se burló-. Al comienzo no les creí, pero luego, en algún momento me sentí más aceptado y quizá aceptarme también. Pero están las peleas.

Baja la mirada hacia el vaso que tenía, apenas había tomado un par de sorbos. El agua reposaba tranquilo mientras dentro de mí había un oleaje de otoño.

-James.

Asentí.

-Siento mucho haberte hecho preocupar, pero lo intentaré, ¿bien? Intentaré no pelear más, ¿de acuerdo? Lo haré por tí.

No respondí: ni asentí ni negué. No quería responder de ese modo, quería responder que lo entendía, pero no todo. Que al final no importa. No debía hacer nada por mí, porque yo jamás haría algo por él; que yo no había intentado y no intentaría hablar por nada ni por nadie. Nunca.

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