Capitulo 2: Galena

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Dos semanas después de llegar a esa nueva casa, estaba ya en la escuela. Los primeros días me llevó la señora Wanda en su auto, pero luego iba junto a Steve en el autobús.

Steve estaba tres grados más que yo, tenía catorce años, aunque la mayoría de sus compañeros o amigos eran mucho más altos que él. No obstante a él parecía importarle poco o nada. Me di cuenta de eso en la primera pelea en que lo ví involucrado. Se enfrentó a un tipo tan grande que creí que lo dejaría inconsciente. No lo dejo inconsciente, pero si con un ojo morado que escondió de la señora Wanda. Al parecer Steve escondía esas cosas a sus padres, pero no las buenas notas o las pinturas que hacía en sus clases de arte. Era lo que se decía por un genio artista.

De cualquier forma, intenté mantenerme al margen, y después de mucho intento, Steve entendió y se alejo.

No duró mucho.

Dos meses después, los niños de mi aula se hartaron de tener que linear conmigo. La profesora había dicho que intentarán comunicarse conmigo y que yo respondería a mi manera. Solo que nunca había tenido una manera de responder, más que hacer las cosas o no hacerlas. Así que cuando no quise juntarme con un par de chicos para hacer grupo o no me unía a sus juegos o me alejaba cuando me llamaban, empezó a surgir el rencor. Yo lo veía como llenar agua en un recipiente, había rebalsando.

Así empezó el acoso, desde sobrenombres, empujones hasta esconder mis cosas. Después de todo, no me quejaría. Sea lo que me hicieran no me quejaría.

Pero no sabían que si podía pelear.

Había lidiado con el acoso en el orfanato y defenderse formaba parte de eso. Eran piezas diformes que encajaban. Así que no me importó golpear al niño que no contento con decirme "el mudo", decidió que también debía arrancar las hojas de mis tareas y hacer que caiga en la puerta del salón. Había sido suficiente. Lo que no imaginé es que fuera malo pelear y que tuviera un hermano mayor quien me esperó después de clases para vengarse y llevarme detrás de la escuela.

-Asi que tú molestaste a mi hermano.

Lo miré y a su hermano menor detrás que sonreía hasta mostrar sus dientes.

-¡Responde! -gritó el hermano mayor.

-¿Ves? Te dije que era mudo -dijo el hermano menor.

El hermano mayor me miró con una ceja alzada y luego sonrió. Una sonrisa que me recordó a las hienas de los documentales.

-¿Así que no hablas? ¿Tampoco gritas? -dió un paso hacia mí y, antes que pudiera hacer algo, me empujó.

Caí sentado, apenas amortiguando el golpe con ambas manos, sobre la tierra y piedras pequeñas. Escuché la risa de ambos chicos, que me miraban como un regalo perfecto.

-Esto va ser divertido -dijo el mayor-. Quiero ver qué tanto soportas sin gritar.

Apreté los dientes y me levanté. Sacudí mi uniforme, pero el adolescente me sujetó el brazo y golpeó mi mandíbula. Cerré los ojos. El dolor fue como el un diente con caries.

-Anda, ruega que deje de pegarte. -Y luego un golpe en la espinilla.

Cerré los puños con fuerza y devolví la patada. El adolescente me soltó y se quejo con una maldición. Debía escapar de ahí. Corrí, empuje al otro niño y llegué a rodear el edificio, podía escuchar los mumurllos de la gente, pero una mano me jaló de la camiseta y me atrajo hacia atrás. Los ojos del adolescente estaban rojos y un vena en su frente parecía que explotaría en cualquier momento.

-¿Así que te crees mejor, por qué no tienes miedo? -chilló-. Veamos si a esto no le tienes miedo.

Y con su mano libre saco algo de sus bolsillos. Ni corazón dió un vuelto al reconocerlo. Un encendedor.

-Anda, grita, pide ayuda -dijo, mostrando el objeto-. O quemaré toda tu cara bonita.

Mi respiración se atoró en la garganta, no hubiera podido hablar ni aunque hubiera querido. El encendedor no estaba ni encendido y yo ya veía el fuego hasta la atmósfera.

-¡Déjalo en paz!

Era la voz de Steve, pero no giré a cerciorarme. Tenía la vista fija el encendedor, en pulgar estaba por apretar el gatillo. Y luego estaba con la cara en el suelo. Alcé la cabeza en el momento en el que Steve fue golpeado hasta caer. El tipo de rio. Steve volvió a levantarse y golpeó al otro.

Había sangre y gritos. Luego fue un borrón entre la dirección, padres discutiendo y los padres de Steve y él discutiendo.

Cuando estuve en la cama mientras las palabras de la señora Wanda y el señor Vision, mi mente viajo de nuevo al encendedor. Brillaba aún sin fuego.

El lienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora