Capitulo 1: Turquesa

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Era verano cuando me adoptaron. La directora del orfanato llego con la noticia antes de la hora de dormir, en consecuencia, pasé la noche observando el techo y las siluetas que se formaban por la luz de la luna. Me era difícil creerlo. No lo creía ni cuando preparé mi equipaje, ni cuando algunos de mis compañeros de habitación se despidieron.
No lo crei ni cuando me presentaron a quienes habían venido por mi.

—James, ellos son la señora  Wanda y el señor Vision, o los señores Maximoff, ellos serán tus nuevos padres.

Los miré y ellos a mí. Y me quedé sin comprender como alguien podía tener unos ojos y una sonrisa tan brillante como ella. Me recordaba a una película de hace tiempo, sobre hadas y magia. En contraste, la sonrisa de él era más de alguien que estaba por ganar una partida de ajedrez.

—Hola James —dijo ella— ¿Cómo estas?

Asentí y estire la mano.
Y quizá cuando la mano suave de la mujer toco la mia, entendi que todo era real. Había sido adoptado. Adoptado en el año que había cumplido once y nada en mi había cambiado. Entonces la idea de salir de ahí se esfumó. Nadie adoptaba niños como yo. Sin embargo, en un parpadeo estaba siendo llevado por una pareja que prometían volverse mi familia.

Pase el viaje en silencio, asintiendo o negando las veces en que alguno de ellos preguntaba algo. También me mencionaron sobre su otro hijo, quien será mi hermano mayor. Después, en el avión a Estados Unidos, hablaron sobre el pueblo en el que vivian, sobre la escuela y lugares donde iríamos de vacaciones. Me dijeron que si alguna vez lo deseara, podríamos volver de visita a Rumania.
Me pregunté si aquello sería cierto o si estaba dejando el lugar donde nací para siempre.

Desperté en los brazos del señor Vision, quien me cargó hacía un auto tras salir del aeropuerto.

Fuimos a comer en un restaurant, y seguimos con el viaje con el auto. La señora Wanda aseguró que llegaríamos por la noche. Por lo que pase el tiempo observando por la ventanilla: primero la ciudad con los grandes edificios, tiendas y gente. Demasiada gente. Odiaba las ciudades grandes.

Estuve más tranquilo cuando salimos de ahí, cuando el paisaje natural fue tomando forma. Quizá por eso pude volver a quedarme dormido, pero en algún punto volví a despertar y escuché a la pareja conversar. No entendí lo que decían. Pero había algo sobre una pintura.

Me desperté por un leve movimiento. El señor Vision estaba por levantarme y sonrió cuando notó que lo estaba mirando.

—Lo lamento, James. Pero ya llegamos.

Asentí y me moví para bajarme del auto. La señora Wanda ya tenía mi maleta en una mano.

Observé la casa, era grande, con un jardín en frente, un árbol y una cerca blanca. Tenía tantas habitaciones que cualquiera demoraría en recorrer. Con esos pensamientos me distraje y apenas caí en cuenta cuando la puerta se abrió y un hombre salió para abrazar a la señora. Era Peter, su hermano mellizo, como lo había mencionado en el vuelo.

—Como vez, hermanita, cuñado, todo está en orden —dijo el con una sonrisa, no supe si estaba burlándose o escondiendo mentiras.

—Eso espero —respondió la señora, alzando ambas cejas.

Pero su expresión cambio cuando alguien bajo las escaleras de la estancia.

—¡Steve! —exclamó la señora—. Que bueno que estás despierto.

Me fijé en el chico, era más alto que yo, pero igual o más delgado. Se acercó a los señores y los abrazo.

—¿Me alegra que estén bien —dijo el chico. Su voz era aguda pero parecía batallar para ser profunda. Como una radio buscando mejorar su trasmisión.

—¿Todo bien? —pregunto ella, aún abrazándolo.

Él sonrió y luego se fijó en mi. Su cabello color paja caía sobre sus ojos celestes casi verdes, destellantes incluso con la poca luz en la habitación.

—Steve, quiero presentarte a tu hermano: James Buchaman —señaló el señor Visión.

El chico se despegó de la mujer y se acercó despacio hacia mi, había dejado de sonreír, pero su mirada delató su curiosidad y la duda de que si yo era un animal salvaje o solo un niño.

Intenté verme como un niño. Me mantuve quieto, hasta que mi cuello se tensó.

—Hola, soy Steve —dijo él y estiró una mano hacia mí.

Era delgada, casi huesuda y demasiada blanca. Asentí y lo recibí.

—¿Que tal te pareció el viaje? —continuó.

Lo miré fijamente. Él frunció el ceño. Quizá no era un animal salvaje, pero como me miraba, quizá era uno exótico.

—Bueno, vayamos a cenar —intervino la señora Wanda rompiendo la extraña tensión.

Los adultos comenzaron a bromear sobre comer pizza u otra comida. Mientras me quedé atrás, junto Steve, quien me miró sobre el hombro e hizo una seña para seguirles al comedor.

Al final comimos pizza. Y aún con el sabor en la boca, me pregunté cuánto tiempo había pasado desde la última vez que comí algo tan artificial y explosivo. Sin embargo, el pensamiento fue interrumpido cuando Steve me preguntó sobre mis comidas favoritas.
Gane otra de sus miradas incredulas al no responder.

Más tarde, fui llevado a la habitación que compartiría con Steve. Los señores dijeron que sería temporal, y que Steve se trasladaría a otra habitación cuando terminarán las reparaciones. "Hay mucha filtración de humedad, la casa en realidad es algo vieja" había dicho la señora, aunque Steve dijo que no le importaba compartir todo el tiempo habitación conmigo. Si a mí no me importaba.
No me importaba, había compartido con más niños durante mas tiempo. Aunque por supuesto no lo mencioné. Y tampoco dije nada cuando los señores se despidieron y Steve salió con ellos para susurrar detrás de la puerta. Sabía de qué hablarían, así que solo me acomode mejor en esa tivia cama con sábanas suaves y olor a lavanda. Miré el reflejo de la luna por la única ventana en el centro de la habitación.

—James.

Alcé la vista. Steve estaba al otro lado, sentado en su cama. Nos separaban dos escritorios.

—Madre —vaciló—. Madre me contó sobre...

Permanecí observándolo.

—Bueno, lo que quiero decir es que, cualquier cosa que necesites puedes... Bueno, no sé, alguna manera hacérmelo saber. Yo estaré para tí —hizo una pausa. La sombra apenas reflejaba su silueta, pero estaba seguro de que él si podía verme—. No quisiera que te sientas incómodo ni nada. Claro, siempre es incómodo al comienzo, después de todo yo, yo también llegué así como tú y pensé que no podría adaptarme y eso... Pero aquí todo está bien. Ellos son buenos padres.

Luego hubo un silencio y un moviendo de sábanas. Pensé que sería todo y me fijé en el techo. Pero el volvió hablar:

—Buenas noches, James.

Buenas noches, pensé automático, porque esa respuesta estaba grabada en mi mente desde siempre.

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