Capitulo 5: Ópalo

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Steve permaneció con la vista en la puerta. Esperé. El silencio permaneció y cuando creí que debía tratarse de algún error, lo escuché.
Un golpe. La caída de algo duro, amortigudo y expandido entre paredes por el eco.

-Alguien entró a la casa. -Alarmado, Steve tomó su celular y saltó hacía la puerta-. Iré a ver.

Me levanté tras de él.

-No, James, quédate. -Me miró enojado; no me moví, no me quedaría ahí incluso si debía escuchar uno de sus discursos sobre su deber de cuidarme.

Sin embargo, cuando abrió la boca para empezar, el sonido lo interrumpió. Está vez Steve no dudó, abrió puerta de la habitación y salió.

-Quizá solo es un mapache -susurró, y encendió la luz del corredor.

Al fondo de este había unas escaleras que llevaba al tercer piso, donde se encontraba las habitaciones de huéspedes y el estudio de la señora Wanda. El eco resonó como queriendo indicar su ubicación.

-Dios, si algo entro a ese estudio estaré en problemas.

Steve había quedado a cargo y mientras caminamos al estudio, buscó palabras para evitar maldecir. Al llegar, como era de esperar, estaba cerrado. No obstante eso no evitó que el ruido volviera. Era más claro que se trataba de latas tras caer. Steve maldijo está vez, luego me pidió que esperara y se fué a la habitación continúa. Tras unos minutos escuché un golpe sordo tras la puerta y otra maldición proveniente de Steve. La puerta se abrió.

-Mapaches o el viento, ya no hay nada -señaló Steve con alivió. Había latas de pintura en el suelo, pero nada derramado.

La habitación era amplia, con cuadros y más pinturas, sin embargo, mi atención fue eclipsada por el objeto en el centro.

Montada por un caballete marrón e iluminada por la luna. Un lienzo en blanco parecía ser el dueño de todo.

-Sorprendente, ¿verdad? -dijo Steve mientras alzaba una de las latas del suelo. Me acerque para ayudar con los pinceles que estaban desparramado-. Ahora veo porqué madre no sale de aquí hasta terminar su trabajos.

Imaginé que era cosa de artistas.

Al terminar de limpiar, Steve se detuvo en la puerta, pareció dudar, pero termino por acercarse a los cuadros que estaban en el rincón de la habitación. Aparto la primera: un paisaje en la que se veía una casa con tejas rojas. Su ceño se frunció al tercer cuadro que apartó.

-Que extraño, están en blanco.

Me acerque para mirar y en efecto todos los cuadros estaban perfectamente embarcadas, pero en blanco. Un tras otra, hasta que llegó al final y está si tenía color.

Dos niños, quizá de mi edad, casi idénticos, pero en uno con polera verde sonreía travieso, mientras el otro, de rojo, sonreía sereno.

-¿Quienes serán? -preguntó Steve, revisando las esquinas, se detuvo y leyó-: Billy y Thomas.

Steve se quedó en silencio mientras pasaba sus dedos por la pintura. Se quedó quieto y sin mas, volvió el cuadro a su lugar junto a los demás. Caminó por toda la habitación hasta sacar de otro rincón una especie de alfombra blanca enrollada. Al acercarme ví que era una tela parecida al de los lienzos. Steve saco un buen pedazo y con una tijera lo recortó.

-Quiero saber de qué está hecho, no parece un lienzo común -dijo, lo enrolló y guardó bajo su brazo-. Será mejor que nos vayamos.

Los días posteriores Steve se comportó diferente. Distraído. Apenas hablaba con sus padres y se dedicaba a revisar su portátil una y otra vez. A veces se iba a la biblioteca de la ciudad y otras se quedaba con su tío Peter.

El lienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora