1. El invierno

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Cuando Tom se despertó esa mañana, estaba nevando, sonrió levemente por lo menos ahora el frío estaría en las caras las respiraciones y las manos de las personas, no estaría solo en su interior.

Se sentó al borde de la cama y se estiro para despejarse del sueño, con una lentitud exagerada se vistió para otro día de clases.

Al bajar, su madre tenia ya su desayuno echo, el se sentó pero la sola idea de comer le parecía ridícula en esos momentos. No probo ninguna cosa, solo se quedó callado, su madre le echo una mirada de reojo pero se guardo lo que fuera que iba a decirle.

Finalmente no soportándolo mas, Tom rompió el sofocante silencio.

-¿Nada? -pregunto con voz pragmática, sabia de sobra la respuesta a esa pregunta y sin embargo, una esperanza terca se negaba a dejarlo.

-No aun no hay nada, ni una pista un indicio... Algo, esos policías son unos imbéciles hijos de... Pero Tom, no ganas nada con no comer, por más tonto que te suene tienes que entender que la vida sigue.

-Claro.

Se levanto de ahí de una forma mas brusca de lo común tomo su chaqueta y salio de ese infierno lo mas rápido que pudo. Últimamente su hogar la resultaba insoportable. Se dirigió a la parada de autobús lo tenia que tomar todo el tiempo ya que Uriel no volvía.

Uriel era su hermano mayor, diez años mayor para ser exactos y lo llevaba a clases siempre que podía, los recuerdos de las amenas platicas, las carcajadas y el apoyo lo bombardearon.

Uriel era el orgullo de su madre.
Cuando ella descubrió a "la otra" en su habitación con su esposo, cuando ella fue a tramitar el divorcio, cuando ella veía el tiempo pasar preguntándose si envejecería sola, preguntándose que tan aplastante tiene que ser la soledad para matarte, Uriel había estado ahí apoyándola.

Dejo los estudios y consiguió un empleo, de la noche a la mañana paso a ser el pilar económico de la familia. La rota familia. Su rota familia.

Y lo hacia de buena gana, nunca quejándose de su suerte ni de sus sacrificios. Con entrega y cariño, como un muy buen hijo.

Uriel era el orgullo de su madre hasta que...

Tom sacudió sus pensamientos y subió el volumen de la musica que retumbaba en sus auriculares.

****

Al llegar al instituto Tom se sintió un poco sobrecogido al ver al mar de estudiantes con caras estúpidas que se veían felices el en cambio estaba tan lejos... Y tan jodidamente triste que el alma le pesaba hasta el infierno arrastrándolo ahí.

Suspiro y se oculto en la indiferencia.

Llegó a clases y la horrible monotonía era agonizante, termino la clase de álgebra y siguieron las demás todas dolorosamente iguales. La única persona a la que podía llamar amigo últimamente andaba distante así que anduvo sólo la mayoría del tiempo.
Y el estaba bien con eso.

Nada interesante ocurrió en todo el día, hasta la clase de lengua. Tom estaba pensado en su padre y que ahora mientras ellos se congelaban el estaba retozando en la playa con su nueva mujer. Sintió una rabia recorrerlo de pies a cabeza.

Y entonces algo le llamo la atención. A su espalda dos chicas estaban murmurando cosas triviales hasta que una dijo "Posible asesinato" "En el bosque" "Alguien oyó gritos" "había manchas sangre" susurro algo que Tom no alcanzo a comprender y luego agrego "Mi padre lleva el caso"

Esa conversación, lo había atrapado por completo y de pronto quiso seguir escuchando, pero el profesor les pidió que cerraran la boca.

Cuando sonó el timbre todos salieron echando humo de ahí, y Tom ya no alcanzo a identificar a la chica dueña de la voz, la chica cuyo padre supuestamente llevaba "el caso".

Invierno Perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora