5. El hogar roto.

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En cuanto llego a casa, sintió como si se hubiera quitado un enorme peso de los hombros, estaba exhausto. Y los ojos se le cerraban.

Faltaban unas pocas horas para que el sol iluminara a la tierra.

En el momento en que se tumbo en la cama, se quedo profundamente dormido. Y se olvido de todo, a la deriva, en el mar de los sueños.

***
Mientras desayunaba (o pretendía hacerlo) Tom sentía los ojos de su madre clavados en el como cuchillas venenosas. Y estaba mas silenciosa que nunca, no preguntaba si quería café, o si había terminado todos sus deberes escolares. Solo lo miraba. 

–¿Ocurre algo? –pregunto con sigilo Tom.

–¿Qué, por qué? –dijo su madre con fingida inocencia.

–Es que no dejas de verme con ojos de becerro.

–Tom... No me hables así. No ocurre nada. Solo estaba pensado.

–¿En qué?

–En lo mucho que poco a poco te pareces a tu hermano. En como a veces puedo ver esa mirada picará que tenia Uriel en ti.

–No hables en pasado de el, como si estuviera muerto. Se que no lo esta. –dijo Tom con un deje de rabia en su voz.

–Bueno. Yo también quiero creer eso...

–No esta muerto. El que tu lo odiarás solo por matar esa imagen que tenias de el, no justifica que lo quieras muerto. No justifica que hables así de el como si fuera algo de lo que pudieras deshacerte. ¡Por que mierda querría una madre eso! 

–¡Tom! –unas pequeñas lágrimas empezaban a asomarse de lo ojos de su madre. Sin querer había alzado mucho la voz gritándole a los frágiles nervios de ella, y soltando como dardos esas palabras llenas de odio. Algo que no quería decir, que ¡Por el cielo! No quería decir. Pero algo en lo que pensaba constantemente.

Se repudio a el mismo con fuerza en su interior. Quería rodearla con su brazos, como lo hacia cuando era mas pequeño y la inocencia era suficiente para traspasar el puente entre el orgullo y la culpa.

Quería decir un montón de cosas que Uriel hubiera dicho años atrás cuando aún era un modelo a seguir. Quería decirle que a pesar de todo lo malo por lo que pasaban el necesitaba aun a una madre. Que la quería con el. Que fuera fuerte. Que el lo seria por ella. Quería decirle que la extrañaba.

Pero no lo hizo. Esos pocos segundos que definen relaciones se habían esfumado como una liebre asustada de un cazador. Esos pocos segundos se fueron para siempre. Y el no los había reconocido.

Solo salio de ahí. Y antes de salir murmuro débilmente aun estando de espaldas:

–Lo siento.

Y eso fue todo. Todas las palabras reducidas a una frase corta y hueca.

Recorrió el trayecto al instituto a pie, no tenia ánimos de tomar el autobús y sentarse atrás como siempre, de manera que parecía ser invisible. Prefería caminar libremente, tenía tiempo de sobra ya que había salido de casa antes, puesto que no soportaba a su madre llorando de ese modo. Menos cuando el causaba el dolor.

El invierno no parecía querer acabarse pronto, la nieve había dejado de caer pero era tanta que aun no se derretía. Y los pies de Tom se hundían un poco en la blanca nieve cuando se hacia a un lado para dejar pasar a algún ciclista.

Llego al instituto con las mejillas sonrosadas por el frío y un lúgubre recuerdo de el incidente de la mañana. Jack se acerco a el de manera silenciosa como siempre y no hablo hasta después de un rato.

–Pareces un cadáver. –Dijo Jack a manera de observación.

–Quizá lo soy.

–Enserio, ¿qué estuviste haciendo anoche?, parece que no hubieras dormido ni un segundo.

El vago y ahora lejano recuerdo de unos ojos azules lo asaltaron débilmente. Como si todo lo ocurrido la noche anterior no hubiera sido mas que un sueño. Una pesadilla para ser exactos.

–Solo tengo insomnio. Nada muy grave. –mentía de una manera fatal, pero sabia que Jack no lo presionaría.

–Claro. –dijo con un tono de sarcasmo pero no ahondó mas en el tema.

Tom en clase de álgebra, por mas que lo intentaba, no podía sacarse de la cabeza a su padre antes de marcharse de casa. El de alguna forma había iniciado todo. El había empezado a romper el hogar. Y lo odiaba, lo odiaba por hacerles eso. Y por Uriel...

Se molestaba cuando eso tipo de pensamientos aparecían de la nada.  Pero simplemente lo asaltaban y molestaban todo el tiempo. El abandono era doloroso. Primero con su padre, ahora con Uriel. La única que permanecía era su madre.

Como si todas las personas a las que estaba apegado estuvieran destinadas a irse. Nada parecía cambiar eso. La personas que conocía estaban siempre rodeados aunque solo fuera por alguien a el en cambio la soledad era la única que lo frecuentaba.

Estaba con la mirada perdida.

Y ella se acerco.

–Hola Tom –dijo Erica.

Tom se giro, ahí estaba ella, y el tenía que admitir que su sonrisa era bonita.

–Hola Erica.

–Siempre me has dado mucha curiosidad... –susurro ella.

–¿Qué?

–Nada. Iras hoy a verme ¿no?, mi papá es muy desordenado y siempre tiene papeles en su despacho, yo pude ver muchas cosas y me alegra decirte que descubrí algo muy interesante sobre el asesinato que tanto te interesa.

–Ah si, ¿Y que descubriste? –trato de poner una mirada penetrante y una sonrisa carismática.

–Claro que no Tom, eso no funciona, aunque eres bueno. Tendrás que ir por mucho que no quieras.

–Bien. Pero primero tengo algo que hacer, por la tarde nos vemos, aun tengo la dirección que anotaste entonces ahí estaré. ¿Te parece bien?

–Claro, te espero. Hasta pronto.

Dio media vuelta y se fue. 

Tom salió de ahí y recorrió nuevamente el camino a casa, en realidad no tenia mucho que hacer pero no le agradaba la idea de estar mucho tiempo con Erica. Así que llego y noto que su madre estaba pintando.

Como ella no le prestó atención el llego a su habitación y se quedo un rato pensado en como procedería a continuación. Se preparó mentalmente para cualquiera que fuera la noticia que descubriera esa tarde.

Curiosamente el sonido del silencio lo animo a pensar en algo en lo que no pensaba desde que los problemas empezaron en su casa, saco el olvidado violín que su padre olvido y recorrió con sus dedos las cuerdas.

Recordó cuando su padre le enseño a tocar su primera canción. Se había aislado hasta de la musica. Pero de pronto la ansiosa sensación de que tenia que volver a tocar se apodero de el. Sus manos tomaron el arco y lo deslizaron por las cuerdas, fue como volar a un lugar lejano  lleno de esperanza. Sentía la brisa entrar por la ventana y por un momento se sintió dichoso.

Después guardo el violín junto con todos los otros sentimientos que lo hacían feliz.

Era hora de ir a casa de Erica.

Invierno Perdido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora