CAPITULO DÍEZ

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"¿Celos?"

Año 1530
Estambul, Turquía


La pequeña Zeynep se dirigía a los aposcentos de la madre Sultana, pues su padre ya le había entregado Manisa a su hermano mayor.

Estaba feliz por un lado, pues eso significaba que Mustafa es el heredero directo del sultán. Por otro lado sabía que los celos de Hürrem y sus hijos crecerían grandemente.

Pero lo que más la entristece era que se alejaría de su abuela y de su padre, además también la alejarían de su pequeño hermano Selim.

La nueva criada de Zeynep, Leyla hatun la acompañaba con la valide.

—Sultana. —ambas mujeres hicieron reverencia a la mayor.

—Mi querida Zeynep, ven aquí mi niña.

—Vine a desayunar con usted, como sabe pronto nos iremos y quiero aprovechar todo el tiempo posible para estar con usted.

—Mi pequeña, sabes que podrás venir a visitarnos y nosotros a ti. —acaricio sus suaves cabellos.

—Lo se, pero aún así los voy a extrañar mucho.

—No hablemos más de cosas tristes, mejor vamos a desayunar.

Ambas conversaron toda la mañana hasta que llegó la hora de que Zeynep se fuera, en el camino a sus aposcentos se topo con su hermana Mihrimah y su criada Firuze.

—Aprende a hacer reverencias, Zeynep.

—¿Disculpa?

—Tu debes reverencia a la hija del sultán y de su esposa legal. Su haseki. —dijo altanera pues hace días Hürrem le dijo que todos se inclinaran ante ella.

—Recuerda quien es la hija mayor, a quien le debes absoluto respeto, no lo olvidas ¿cierto?

—Yo soy la sultana más bella y poderosa del imperio otomano, tu eres una insignificante cucaracha a mi lado.

—Ni una palabra más Mihrimah, sobrepasas los límites. No eres ni más ni menos importante que yo, estamos en igualdad de circunstancias —hablo firme ante la menor. —Sea un año o menos sigo siendo tu hermana mayor por ende tu superior, ¿entendido?

En ese instante la menor se quedó sin respuesta ante lo dicho por su hermana mayor, en ese momento solo vio a su madre acercarse por lo que salió corriendo a sus brazos.

—Madre Zeynep me ha insultado. —sollozo falsamente.

—¿Cómo te atreves?

—¿Cómo se atreve usted a hablarme de esa manera? Yo sigo siendo hija del sultán, puede que ahora usted se haya convertido en su esposa, pero eso no quita que deba seguir los protocolos del palacio —su rostro victorioso demostraba fuerza y valentía cualidades de una verdadera sultana. —Ahora si me disculpa me debo ir —ni siquiera miro a la arpía rusa un momento más.

 —Ahora si me disculpa me debo ir —ni siquiera miro a la arpía rusa un momento más

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LA SULTANA DE ORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora