15- DESDE UN CIELO DIFERENTE, TAL VEZ

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𝘌𝘶𝘯𝘩𝘰

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𝘌𝘶𝘯𝘩𝘰

A veces, me parece que puedo verlo. Caminando entre la gente, distingo esos mechones negroazulados tan familiares.

A veces, me cuestiono si estoy cuerdo, si esto es real o tan sólo estoy soñando. Porque si fuera así, esto sería una pesadilla. Entonces yo sería capaz de despertar y darme cuenta de que en realidad no pasó.

A veces, quiero rendirme, dejar ésto. Otras solo quiero hacer de cuenta de que nada de eso ocurrió realmente.

A veces, mientras piso las líneas de las baldosas, mientras miro al cielo, mientras dejo que los recuerdos me mesan hacia donde el viento camine o releo todas las anécdotas que escribimos juntos; mientras observo nuestra foto, a veces, solo a veces, pienso que tal vez todo esto pasó solo para probarle a alguien qué tan roto podría estar. Qué tanto podía doler.

Qué tan hondo podía calar alguien en tu piel, en tus recuerdos.

Solo hay algo que tengo claro, y es que jamás elegiría olvidar.

Aunque duela, aunque la herida no llegue a cicatrizar nunca, jamás me arrepentiría.

Ahora, mientras camino por aquel recorrido que se volvió tan familiar, pienso en cuantas veces más caminaré por las mismas baldosas, esquivando las mismas piedras.

Ahora, inclinado frente a la tumba de la persona que más amaba, pienso en que tal vez, en otro cielo, en otro mundo, tal vez él podría estar con vida.

¿Por qué no? ¿Quién no nos asegura que no haya algo más allá de la muerte?

Una pequeña lágrima resbaló de mi mejilla, mientras apoyaba con suavidad una pequeña cajita de seda dorada frente a la piedra fría.

Era ya primavera, y el invierno se había desvanecido por completo.

Hacía ya dos meses del último sueño.

Del último día en que realmente 𝘷𝘪𝘷𝘪́.

Una pequeña flor amarilla comenzaba a asomarse a los pies de la tumba, y me conmovió.

No me hacía falta hablar. No se requerían palabras.

Rocé con los dedos la pequeña caja que había traído conmigo y la abrí suavemente.

El último regalo que no había llegado a darle.

El reflejo del sol hizo que el anillo dentro resplandeciera una última vez.

𝘈𝘥𝘪𝘰́𝘴.

Me obligué a ponerme de pie, aceptando que... que ya no volvería.

Tomé fuerzas para volver por donde había venido.

—𝘛𝘦 𝘢𝘮𝘰 -𝘮𝘦 𝘥𝘪𝘫𝘰.

—¿𝘠 𝘦𝘴𝘰 𝘢 𝘲𝘶𝘦́ 𝘷𝘪𝘦𝘯𝘦? - 𝘳𝘦𝘪́.

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