ғᴏᴜʀ ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ: ʀᴇᴠᴇɴɢᴇ

3.1K 276 3
                                    

Adeline despertó más temprano de lo común, había dormido apenas cuatro horas y necesitaba estar en sus cinco sentidos. Ni siquiera se había dado cuenta de cuando su madre llegó a casa. Después de atender a esos pequeños cerdos y hacer la tarea de latín, cayó rendida en su escritorio. El dolor de espalda era mínimo en comparación con el creciente dolor de cabeza.

Recordó que hoy tenía clase de educación física, así que improvisó un short con la tela de otro vestido, de color azul, de acuerdo a lo que Voltaire pedía. La máquina de coser era su mejor amiga en situaciones de emergencia, porque pedirle ropa nueva a su madre no era una opción, no cuando ni siquiera había presentado los primeros exámenes. La necesidad de mantenerse independiente y autosuficiente guiaba cada decisión de Adeline.

Sonrió satisfecha con el resultado y rápidamente lo guardó en su mochila antes de dirigirse a bañar y arreglarse, recogiendo su cabello en una coleta alta. Con su mochila al hombro, se encaminó hacia la habitación de su madre.

La habitación era amplia y lujosa, en marcado contraste con la de Adeline. Los tonos suaves y las telas delicadas creaban una atmósfera de elegancia. Observó que su madre seguía dormida plácidamente, con los ojos cubiertos por un antifaz de seda. Cerró la puerta con cuidado y bajó las escaleras para dirigirse directo al colegio, no sin antes dejar el desayuno que había preparado y refrigerado correctamente para su madre.

Adeline salió de la casa, dejando todo listo para que su madre desayunara. Se encaminó directo a Voltaire, disfrutando de la frescura matutina que envolvía los alrededores de Francia. El suave tintineo de las hojas al viento acompañaba sus pasos decididos.

Caminó por las estrechas calles adoquinadas, flanqueadas por antiguas casas con encanto. El aroma a pan recién horneado se mezclaba con su perfume.

Llegó al imponente edificio del colegio Voltaire y, tras cruzar el portón, se dirigió a una de las bancas del patio. Sacó sus tareas pendientes y se sumergió en sus apuntes y libros, aprovechando para avanzar en sus estudios antes de que las clases del día comenzaran. La tranquilidad del entorno contrastaba con la intensidad de su concentración.

Cerró su libreta con determinación, concluyendo los apuntes que la maestra Giraud había dejado. Se acomodó mejor en la banca, permitiéndose un momento para observar el cielo nublado. Sin embargo, los murmullos crecientes de los hombres cercanos llamaron su atención; parecía que todos miraban algo en particular.

Con la mirada, Adeline buscó la fuente de la conversación y descubrió que era nada más ni nada menos que Joseph Descamps, con una venda en su ojo, mirando a todos con desprecio. La escena no pasó desapercibida para Adeline, y su expresión se tornó un tanto pensativa mientras observaba el tumulto de reacciones que rodeaba a Descamps.

Todas esas posibilidades de perder el ojo habían sido ciertas; su ojo estaba cubierto por una venda, pero su mirada lanzaba maldiciones a aquellos a quienes se dirigía.
Observaba a todo el mundo con el ceño ligeramente fruncido, y su mirada oscura intimidaba a cualquiera que se cruzara en su camino. Su mano izquierda estaba metida en el bolsillo del pantalón, mostrando desinterés, mientras que la otra sujetaba su mochila con fuerza, las venas marcándose como si estuviera aguantándose las ganas de golpear a alguien.

Mientras Descamps pasaba entre la gente, Adeline se percató de lo alto que era. Caminaba lentamente, ganándose la mirada de muchos estudiantes que se preguntaban qué le había pasado en el ojo. La presencia imponente de Descamps en el campus no pasaba desapercibida, generando una atmósfera tensa entre los curiosos murmullos de los estudiantes.

Cuando sus miradas se encontraron, un escalofrío recorrió la columna vertebral de Adeline. La mirada de Descamps era tan fría que parecía atravesar su alma, haciéndola sentir diminuta e insignificante. Aunque el aire le hiciera estremecer, su semblante se mantuvo firme. Cuando Descamps sonrió, Adeline simplemente negó con la cabeza y rodó los ojos, para luego dirigir su atención nuevamente a la libreta. La presencia de Descamps podía enviar un escalofrío, pero Adeline se esforzaba por no dejar que la afectara.

𝗟𝗢𝗦𝗧 𝗖𝗔𝗨𝗦𝗘 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora