sɪx ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ: ɪɴᴊᴜʀɪᴇs

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Adeline no podía creer lo que Annick le había dicho.

—¡Esto es el colmo! ¿Qué pasa por la cabeza de Pichón? —exclamó Adeline, visiblemente enojada.

Al parecer, Pichón le había confesado a Annick que, debido a un pacto, Descamps sería el delegado de clase, y la noticia no le gustó nada a Adeline.

—Por algo no estaba conforme con darle la fecha a Pichón. No debiste confiar ciegamente en él. Esto es una prueba de que es como todos los demás —añadió Adeline, expresando su decepción.

Annick se quedó sin palabras al escuchar la revelación de Adeline. Su expresión reflejaba sorpresa y decepción, ya que también se sentía afectada por la acción de Pichón. La confianza depositada en él se desmoronaba, dejándola sin argumentos para justificar lo sucedido.

Un silencio tenso se apoderó del lugar. Annick, con la mirada fija en el suelo, permanecía sentada en la banca, sumida en la decepción. Mientras tanto, Adeline se mantenía de pie, con los brazos cruzados, su mente trabajando a toda velocidad para idear una estrategia que impidiera que Descamps se convirtiera en el delegado. La determinación brillaba en sus ojos mientras consideraba las posibles acciones a tomar.

—Giraud. —Annick levantó la mirada hacia Adeline. —Estoy segura de que no le facilitará el camino a Descamps. Ella es nuestra única salvación.

Adeline movía los ojos de un lado a otro mientras agitaba ligeramente el pie con cierta desesperación hasta que el timbre sonó, indicando que todos debían regresar a las aulas. Las dos chicas se miraron, y Annick se levantó para unirse a Adeline.

—Conociéndola, no solo preguntará por la fecha, posiblemente también querrá saber en qué libro lo descubrió. —continuó Adeline cruzando el umbral. —Yo qué sé, es obvio que Descamps no tendrá la respuesta.

—Además, por su historial también le costará tener un puesto tan importante. —Adeline comentó mientras subía las escaleras con Annick.

Adeline se convencía a sí misma de que no quería a Descamps como delegado, no solo por lo que le hizo, sino también por su arrogancia y su comportamiento.

La clase llegó a sus sitios mientras Descamps entraba, y en el momento en que compartió una mirada con Adeline, una corriente de emociones se desató. Entre ellos, se percibió una mezcla de desafío, resentimiento y una pizca de tensión que quedó suspendida en el aire, evidenciando que la relación entre ambos estaba lejos de la tranquilidad.

Adeline rodó los ojos con exasperación cuando Descamps pasó de largo y se sentó a dos escritorios detrás de ella. La señora Giraud ingresó al salón con una actitud educada, saludando cortésmente a los estudiantes. Luego, con gestos medidos y precisos, dejó su portafolio en el escritorio, emanando una sensación de autoridad en la habitación.

—Muy bien, ¿quién se dará el honor de ser delegado de clase? —preguntó la profesora Giraud mientras dejaba su suéter en el respaldo de la silla.

Pichón y Descamps intercambiaron una mirada fugaz, y luego Descamps alzó la mano, al igual que Didier.

—Señor Felbec, ¿encontró la fecha de la batalla de Maratón? —cuestionó Giraud.

—Siglo V a. C. —contestó Felbec.

—Correcto, pero si le pido que me dé la fecha de la batalla de Verdún, no puede decirme solo el siglo. —respondió con sarcasmo, provocando risas en algunos de los estudiantes.

Didier se sentó con decepción al no lograrlo. Descamps volvió a levantar la mano.

—Señor Descamps, ¿puede ser más preciso?

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