ғɪᴠᴇ ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ: ʀᴇᴠᴇɴɢᴇ ɪɪ

2.7K 267 21
                                    

Joseph Descamps

El descanso había llegado, y mi mal humor no hacía más que empeorar. Cada paso que daba resonaba con críticas y murmullos. Mi ojo vendado no pasaba desapercibido, y todos parecían tener algo que decir al respecto. Me sentía como el hazmerreír de la escuela.

Fue entonces cuando la vi, a Adeline, la chica que se atrevió a enfrentarme en el salón. Algo en su actitud, en su manera de caminar, me irritaba. No soportaba que alguien no mostrara la menor pizca de temor hacia mí.

No podía apartar la mirada de Adeline, y verla charlar con Annick no hacía más que alimentar mi irritación. ¿Qué tenían esas dos que las hacía tan seguras de sí mismas? Mi ojo vendado me molestaba, y aunque intentaba ignorar las miradas curiosas, sentía que todos me observaban.

Cuando Adeline se acercó a Applebaum, mi enojo creció inexplicablemente. ¿Por qué ella podía interactuar tan despreocupadamente con los demás mientras yo me veía obligado a cargar con las consecuencias de mi propia furia? No podía permitir que pensaran que mi lesión me debilitaba.

Mi furia aumentaba con cada risa compartida, con cada gesto de complicidad. Sentía que la sangre me hervía al ver a Adeline tan relajada, disfrutando de la compañía del idiota de Applebaum mientras yo lidiaba con las consecuencias de mis acciones. No podía soportar verla tan indiferente a mi presencia.

Cuando Adeline se despidió de Applebaum con un beso en la mejilla, mi rabia alcanzó un nuevo nivel. ¿Cómo podía atreverse a actuar de esa manera? ¿Por qué me importaba tanto? Era como si estuviera burlándose de mí, y eso no lo toleraría.

Mi plan de venganza estaba en marcha. Les di órdenes precisas a Dupin y a Yves para que me acompañaran, y juntos entramos nuevamente al edificio, dirigiéndonos directo a nuestra aula. La rabia impulsaba cada uno de mis pasos, y la idea de hacerle pagar a Adeline por lo que me había hecho me daba una sensación de poder.

Al llegar al aula instruí a Dupin para que vigilara, quería asegurarme de que nadie se interpusiera en mi camino.

Me deslicé sigilosamente hacia la mochila de Adeline, y con un rápido vistazo, encontré un pequeño bolso que guardaba sus prendas deportivas. Mi mirada recorrió la mochila y, entre sus pertenencias, hallé unas tijeras puntiagudas. Sin sentir culpa ni remordimiento, comencé a romper el short de Adeline con movimientos precisos y despiadados.

Quería verla vulnerable, quería que sintiera lo que era ser humillada. Quería ver cómo reaccionaría cuando su querido atuendo se convirtiera en jirones. Fue una pequeña venganza por la vergüenza que sentía cada vez que me miraba con sus ojos desafiantes.

Mi siguiente objetivo era Jean-Pierre, y aprovechando que se dirigía al baño, no dudé en seguirlo. Rápidamente, antes de que pudiera cerrar la puerta, entré y ejecuté mi siguiente broma, dejándolo encerrado en el baño. La satisfacción de impedir que asistiera a su junta disciplinaria me hizo esbozar una sonrisa cruel mientras abandonaba la escena con la sensación de haberle dado su merecido. Cada acción estaba calculada para mostrar mi desdén hacia aquellos que se atrevían a desafiarme.

Regresé al edificio con la satisfacción de haber cumplido mi venganza contra Jean-Pierre. Mi tranquilidad interior contrastaba con la algarabía del gimnasio, donde las actividades se desarrollaban sin que pudiera participar debido a mi ojo herido. Sin embargo, eso no me detenía; caminaba hacia las gradas con las manos en los bolsillos y un semblante despreocupado.

De repente, Adeline apareció.

—¿Te parece divertido destruir mis cosas? —Adeline se me acercó, furiosa, sosteniendo los restos de su short.

𝗟𝗢𝗦𝗧 𝗖𝗔𝗨𝗦𝗘 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora