sɪxᴛᴇᴇɴ ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ: ᴄʟᴀʀɪғɪᴄᴀᴛɪᴏɴ

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En el interior del lujoso auto, Adeline y Vincent compartían un momento especial. Mientras el chófer conducía, Vincent mostraba a Adeline las cartas que había escrito a Rosier años atrás. Las páginas amarillentas contaban historias de anhelos, amor y la esperanza de algún día reunirse con su hija. Adeline, con los ojos fijos en las palabras de su padre, podía sentir la conexión emocional entre ellos fortalecerse con cada revelación escrita en esas cartas llenas de afecto y anhelo.

—¿Puedo conservar algunas? Quisiera seguir leyéndolas en la escuela, claro, si a ti no te molesta. —pidió Adeline con voz tímida.

—Por supuesto que no me molesta, te dije que no tendría secretos contigo. —espetó Vincent.

Adeline, con una sonrisa, tomó las dos cartas aún en su sobre que permanecían sin leer.

El chófer se estacionó con precisión cerca de la escuela, y Adeline, con un gesto cariñoso, le dio un beso en la mejilla a su padre expresando su gratitud. Después de eso bajó del auto los murmullos curiosos que surgían a su alrededor al verla llegar en auto, se encaminó hacia la entrada del colegio con determinación.

(...)

El aula resonaba con un silencio inusual, todos los implicados en el asunto de la revista estaban reunidos con el señor Bellange. Adeline se encontraba al lado de Annick, quien parecía sumergida en su libro, pero la preocupación se reflejaba en los ojos de Adeline. Aunque tratara de disimularlo, la posibilidad de que Descamps fuera expulsado la angustiaba profundamente.

—¿En qué tanto piensas? Pareces distraída. —preguntó Annick con el ceño fruncido.

—Oh, nada en particular, solo en algunas cosas de la escuela.

—¿Solo en la escuela? No me digas que estás pensando en los chicos.

—¿Los chicos? No, para nada. ¿Por qué lo preguntas?

—No sé, tienes esa expresión como si algo te estuviera preocupando, y no creo que sean las tareas.

Adeline, tratando de disimular, contestó: —Bueno, a veces las cosas en la escuela pueden ser estresantes.

—¿O es alguien en particular? ¿Descamps, quizás?

—¿Descamps? —expresó con falsa sorpresa. —No sé de qué hablas. No me preocupa.

—No lo niegues más, eres muy obvia. ¿Te preocupa que lo expulsen?

Adeline, suspiró rendida: —Tal vez un poco, pero no debería.

—Exacto, no deberías, ni siquiera se llevan bien.

Adeline, antes de continuar, miró por el aula, vigilando que los ojos curiosos no las atacarán. Simone y Michèle estaban sumidas en su plática, los demás también hacían cosas triviales, así que fue la oportunidad perfecta para confesarle algo muy importante a Annick.

—Hay algo que nunca te he dicho.

—¿Y qué es? —inquirió Annick

—Descamps y yo, nos besamos. —susurró

Annick, alzó las cejas con sorpresa, pero no hizo escándalos: —¿Qué? ¿Cuándo?

—Antes de las vacaciones. Fue un momento extraño, y desde entonces, las cosas son complicadas.

Annick no tuvo tiempo de indagar más sobre el asunto debido a la entrada de la señorita Couret.

Good morning. —saludó la profesora y todos los alumnos se levantaron. —Sit down

𝗟𝗢𝗦𝗧 𝗖𝗔𝗨𝗦𝗘 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora