ғɪғᴛᴇᴇɴ ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ: ᴇʏᴇs ᴅᴏɴ'ᴛ ʟɪᴇ

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Adeline, con una sonrisa radiante, caminaba hacia la escuela en su primer día de regreso. La felicidad adornaba su rostro, y cada paso resonaba con una ligereza que no había experimentado en mucho tiempo. La nueva casa que compartía con su padre quedaba más cerca de la escuela, permitiéndole disfrutar del paseo matutino sin depender del chófer.

El sol acariciaba su rostro, y la brisa jugaba con sus cabellos rubios mientras Adeline avanzaba por las conocidas calles. La mochila cargada de libros se sentía más liviana, y el bullicio del regreso a clases se mezclaba con su alegría personal. La escuela, que solía ser un lugar de incertidumbre, ahora se transformaba en un escenario donde Adeline empezaba a escribir un nuevo capítulo de su vida.

Aunque el día pintaba para ser bueno, la serenidad de Adeline se vio interrumpida por tres chicos que, con actitudes irrespetuosas, le lanzaban piropos desagradables desde sus motonetas. La sonrisa en el rostro de Adeline se desvaneció, reemplazada por una expresión de molestia.

Adeline, con firmeza, se acercó a ellos.

—¿Tienen algún problema? O es que sus vidas son tan aburridas que lo único que hacen es perder el tiempo acosando a las chicas.

—Oh, mira, la niñita se enojó. —habló el chico más alto que vestía de negro y tenía un peinado que a simple vista llamaba la atención.

—¿Y tú qué? ¿Te sientes mucho por ser la copia barata de Elvis Presley? —se defendió Adeline, provocando risas en los otros chicos. —Tu altura no me intimida así que mejor quédate callado.

—Uy, parece que nuestra amiga tiene carácter. —exclamó el de rulos, que parecía comandar el trío. —¿Cómo te llamas, linda? —preguntó, mientras le daba una calada a su cigarrillo.

—¿Piensas que te diré mi nombre?

—¿Tu nombre es confidencial?

—Algo así. —contestó Adeline con sarcasmo. —Mejor dime, ¿qué hacen unos tipos tan refinados como ustedes vigilando la escuela?

—Tengo asuntos pendientes con un viejo amigo, tal vez lo conozcas.

—Tal vez, pero no es algo que me interese.

—Oh, y, ¿qué me dices de las motos? ¿Es algo que a una linda princesita como tú, le pueda interesar?

—No son mi estilo. —espetó con indiferencia.

—Oh, ya veo. Bueno, si alguna vez decides explorar algo nuevo no dudes en buscarme. —le guiñó un ojo.

—Agradezco la oferta, pero no estoy interesada. —Adeline estaba dispuesta a seguir con su camino, sin embargo se detuvo para expresar: —Un consejo, cuiden mejor sus vestimentas que son muy fáciles de confundir con vagabundos.

Adeline sonrió y con satisfacción de dejar sin maneras de defenderse a los chicos, continúo su camino hacia Voltaire.

Cuando observó a Pichón no pudo evitar desearle un feliz año como todas las chicas que se lo cruzaban. Tampoco se olvidó de Applebaum quien con torpeza la detuvo y se acercó a ella.

—Oye, Adeline, noté que hubo una mudanza en tu casa. ¿Dónde has estado? —

—Mi madre fue la que se marchó, pero no te preocupes, yo solo cambié de hogar. Ahora vivo más cerca, junto con mi padre. —respondió con una sonrisa y se dió la vuelta, alejándose del rubio.

Applebaum, confundido, la vio alejarse mientras se preguntaba en silencio: —¿Con su padre?

—¡Feliz año, Michèle! ¡Feliz año, Laubrac! —felicitó Adeline a los dos chicos que hablaban amenamente.

𝗟𝗢𝗦𝗧 𝗖𝗔𝗨𝗦𝗘 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora