Siete chicos se ven obligados a guardar el secreto de lo que ocurrió la madrugada del 31 de octubre. Aunque no saben lo que sucedió realmente, aquella noche en la iglesia abandonada donde un asesinato los llevó a formar parte de la lista de sospecho...
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No recuerdo cómo llegué aquí, ni cómo haré para salir con vida.
Miré a mi alrededor y me di cuenta que efectivamente conocía el lugar donde me encontraba. Una casa.
Mi antigua casa.
Donde un día mi vida cambió por completo.
Me encontraba en la sala de estar, todo tenía polvo y estaba realmente sucio. Solo pude notar como un hombre mayor con mucha barba, entró por la puerta principal.
Estaba dolorido, noté como le costaba caminar debido a la herida en su pierna.
¿Lo conocía? Nada que ver.
Lo curioso es, que en ningún momento se dio cuenta de mi presencia.
El hombre subió hasta la segunda planta de la casa y se asomó por el balcón con precaución. De pronto, corrió a cerrar todas las ventanas de la casa con mantas dejándome completamente confundida.
Entonces, quise gritar justo cuando sentí las manos de alguien tapar mi boca y arrastrarme detrás de un mueble.
Y cuando giré, palidecí al encontrar a la persona responsable.
—Charlotte...
—Shh, calla. Ese hombre es peligroso. Y estás loca por regresar aquí.
Yo no entendía absolutamente nada, simplemente tenía vagos recuerdos de lo sucedido con Rowan y mi cabeza dolía como el infierno.
—Alaska, tienes sangre en el brazo —me dijo.
—Pero no duele...
—¿Cómo te hiciste eso?
—Yo... no lo sé. No recuerdo nada.
—Lo supuse —murmuró a sí misma antes de mirarme fijamente—. Alaska, debo confesarte algo. Es sobre la persona que ha causado todo el problema en el que estás metida, no puedes confiar en nadie.
Entonces la miré rápidamente.
—¿Qué?
—Sé quién mató a Sharlene.
La puerta de la casa se abrió de golpe en ese momento, yo no entendía nada, solo observé aterrada como ciudadanos del pueblo entraban desesperadamente a la casa con armas en sus manos.
Era una multitud que venía arrasando con todo lo que se interpusiera en su camino, quedé estupefacta ante la situación, y entonces, entendí que iban detrás de ese hombre cuando noté como todos iban unos detrás de otro subiendo las escaleras rápidamente tal y como lo había hecho esa persona minutos atrás.
Al estar nuevamente solas, me giré hacia Charlotte para que terminara de decirme todo lo que sabe.
El único problema es que ya no estaba conmigo. Había desaparecido.