Chapter 2: Cosecha.

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La plaza se va llenando, y se vuelve más claustrofóbica conforme llega la gente. A pesar de su tamaño, no es lo bastante grande para dar cabida a toda la población del Distrito 12, que es de unos ocho mil habitantes.Corrí lo más rápido que pude con mis zapatos de tacón hasta la panadería, dónde Peeta esperaba afuera nervioso.

—Hasta que llegas, ___. Pensé seriamente en abandonarte.

—Eso no es nada gentil, Peeta Mellark. Mamá no dejaba de cepillar mi cabello, hasta que se rindió y me dejó llevarlo suelto. Y luego Gale me acuso de haber perdido su cepillo de dientes, ¿por qué carajos tomaría yo su cepillo de dientes?— hablaba tan rápido que Peeta solo entendía la mitad de cada frase—. Y luego tuve que correr en vestido y zapatos de tacón, ¡Zapatos de tacón, Peeta! Por cierto, me gusta tu camisa.

—Gracias— dijo el rubio tras entender el cumplido—. Pero debemos irnos, ya.

—Aunque debo admitir que me gusta más tu cabello desordenado, ahora parece que te lamió una vaca.

Peeta rodó los ojos con una sonrisa y tomó mi muñeca arrastrándome hasta la plaza donde nos separaron, ahora estaba junto a Katniss con las demás chicas de dieciséis años, y Peeta estaba al costado con el grupo de hombres. Gale estaba un poco más atrás, con el grupo de jóvenes de dieciocho.

—¿Y Prim?— pregunté a Katniss, la chica señaló a su hermana con la mirada—. Pobre, debe estar tan nerviosa como Rory.

—Lo está.

Ambas centramos nuestra atención en el escenario provisional. Allí hay tres sillas, un podio y dos grandes urnas redondas de cristal, una para los chicos y otra para las chicas, dentro de este habían treinta y tres papeles con mi nombre.

—Suerte, Peeta.

El rubio me mira a los ojos con nerviosismo, a poco menos de un metro.

—Suerte a ti también, ___.

Peeta pensó en decir algo más, probablemente debería dejarlo así, y no dejar que sus pensamientos vuelen mucho mas allá, pero su mente lo traiciona. Porque lo ve, por entre la multitud de tributos; su nariz, sus labios suaves, su pelo castaño. Y él, como un idiota... le sonríe.

—¿Como logras sonreír incluso ahora?— le digo con los ojos destellantes, y provocando una sonrisa en su propio rostro—. Solo haces más difícil este tiempo de espera.

—Lo siento, no puedo evitarlo— responde Peeta en voz baja, al principio confundido y avergonzado, aunque luego acoge el cumplido con gusto—. Me encanta como luce tu pelo. Quiero decir... es realmente bonito.

A Peeta se le enrojece la cara de vergüenza, y suspira ligeramente. ¿Qué estaba haciendo?, ¿Cómo iba a seguir la conversación si continuaba así? En ese momento, la voz suena en el escenario y todos se quedan en silencio.

—¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre, siempre de su lado!

—Seguro que su pelo rosa es una peluca— susurré provocando una silenciosa risa en Katniss.

Empieza a hablar sobre el honor que supone estar allí, aunque todos saben lo mucho que desea una promoción a un distrito mejor, con ganadores de verdad, en vez de borrachos que te acosan delante de todo el país.

Localizo a Gale entre la multitud, y él me devuelve la mirada con la sombra de una sonrisa en los labios. Para ser una cosecha, al menos estaba resultando un poquito divertida. "Gale", pienso de pronto, y en las cuarenta y dos veces que aparece su nombre en esa gran bola de cristal, y en cómo la suerte no está siempre de su lado.

Ha llegado el momento del sorteo. Effie Trinket dice lo de siempre, «¡las damas primero!», y se acerca a la urna de cristal con los nombres de las chicas. Mete la mano hasta el fondo y saca un trozo de papel. La multitud contiene el aliento, se podría oír un alfiler caer.

Effie Trinket vuelve al podio, alisa el trozo de papel y lee el nombre con voz clara:

—¡___ Hawthorne!

Mis ojos se abrieron llorosos al oír mi nombre, mis piernas temblaron sin saber cómo moverse. Sentí como la respiración de Katniss a mi lado se cortó por un momento y volteo a verme asustada, las miradas de todos estaban puestos en mi, y de pronto el silencio se vio interrumpido por el escandalizado llanto de Vick, mi hermano menor, tras algunos empujones, llegué arriba con la mujer.

—¡Vamos a darle un gran aplauso a nuestro último tributo! —canturrea Effie Trinket.

Nadie aplaude, seguramente es porque todos me conocen, __ la chica con una personalidad tranquila pero alegre, y la alegría no es algo recurrente en el Distrito 12, eso me convirtió en amiga de todos, y ser hermana de Gale, mejor amiga de Katniss y una proveedora de carne sumaba puntos.

Entonces pasa algo inesperado. Primero una persona, después otra y, al final, casi todos los que se encuentran en la multitud se llevan los tres dedos centrales de la mano izquierda a los labios y después me señalan con ellos. Es un gesto antiguo de dar gracias, de admiración, de despedida a un ser querido. Mis ojos buscan a mi familia pero primero se cruzan con los de Peeta, y siento una fuerte presión en el pecho, pero Haymitch escoge ese preciso momento para acercarse dando traspiés por el escenario.

—¡Mírenla, mírenla bien! —brama, pasándome un brazo sobre los hombros—. ¡Me agrada! —El aliento le huele a licor y hace bastante tiempo que no se baña—. Mucho...—exclama, triunfal—. ¡Más que ustedes!—grita, señalando directamente a la cámara.

¿Se refiere a la audiencia o está tan borracho que es capaz de meterse con el Capitolio? Nunca lo sabremos, porque, justo cuando abre la boca para seguir, Haymitch se cae del escenario y pierde la conciencia. Dejé salir una corta risa que sonó como un sollozo, Gale sonrió viéndome con tristeza. A Haymitch se lo llevan en una camilla y Effie Trinket intenta volver a poner el espectáculo en marcha.

—¡Qué día tan emocionante! —exclama, mientras manosea su peluca para ponerla en su sitio, ya que se ha torcido notablemente hacia la derecha—. ¡Pero todavía queda más emoción! ¡Ha llegado el momento de elegir a nuestro tributo masculino!— no tuve tiempo de pensar nada, el papel estaba muy pronto en la mano de Effie y leyó el nombre en el—. Peeta Mellark...

El mundo se detiene por un instante para Peeta, sus labios se contraen, y el corazón le entra en el pecho cuando todos los ojos se posan encima de él; todos le observan, y sus pestañas se hunden, en un intento de evitar el contacto visual. "Por favor..., por favor no...", murmura por su cabeza, aunque sus ojos no se dejan engañar.

—Peeta Mellark— grita la voz, y el mundo comienza a moverse—. Tributo del Distrito Doce.

Quise gritar en aquel momento pero ni siquiera un débil balbuceo podía salir de mi garganta, mi mente se negaba a pensar en que, si quería vivir, Peeta debía morir.

Uno de los guardianes lo coge y lo empieza a llevar hacia el centro de la arena, entre el sonido de la gente en el parque. Me muevo de lugar, para verlo pasar, para poder verle los ojos, aunque no sé si es mejor hacerlo o no. Me doy cuenta de que no estoy nerviosa, pero lo que sí es más fuerte es mi corazón. Y, mientras me posa a su lado, siente que mi cabeza está a punto de volarse.

Mi mente corre a un millar por hora, nuestras piernas temblorosas, las respiraciones pesadas. Nuestras miradas se cruzan brevemente, apenas por un segundo, le sonreí.

—¿Cómo puedes sonreír incluso en un momento así?— se burló Peeta.

Y él, me devuelve la sonrisa en una ligera muestra de consuelo; sabe que todo el Capitolio nos esta observando, aunque lo único que nos importa ahora, somos nosotros. 

Effie Trinket pide voluntarios; nadie da un paso adelante. Peeta toma mi mano de forma inconsciente, sé que todos van a ver aquello, pero a ninguno le importa realmente, de todos modos tendríamos que hacerlo mientras suena el himno de Panem.

Man Of Fire [Peeta Mellark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora