Capítulo 2. El vidrío que se desvaneció

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Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en que los Dursley se despertaron y encontraron a su sobrina en la puerta de entrada, pero Privet Drive no había cambiado en absoluto. El sol se elevaba en los mismos jardincitos, iluminaba el número 4 de latón sobre la puerta de los Dursley y avanzaba en su salón, que era casi exactamente el mismo que aquél donde el señor Dursley había oído las ominosas noticias sobre las lechuzas, una noche de hacía diez años. Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, había una gran cantidad de retratos de lo que parecía una gran pelota rosada con gorros de diferentes colores, pero Dudley Dursley ya no era un niño pequeño, y en aquel momento las fotos mostraban a un chico grande y rubio montando su primera bicicleta, en un tiovivo en la feria, jugando con su padre en el ordenador, besado y abrazado por su madre... La habitación no ofrecía señales de que allí viviera otra niña.

Sin embargo, Gianna Potter estaba todavía allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. Su tía Petunia se había despertado y su voz chillona era el primer ruido del día.

- ¡Arriba! ¡A levantarse! ¡Ahora!

Gia se despertó con un sobresalto. Su tía llamó otra vez a la puerta.

- ¡Arriba! - chilló de nuevo.

Gia oyó sus pasos en dirección a la cocina, y después el roce de la sartén contra el fogón. La niña se dio la vuelta y trató de recordar el sueño que había tenido. Había sido bonito. Había una moto que volaba. Tenía la curiosa sensación de que había soñado lo mismo anteriormente. Su tía volvió a la puerta.

- ¿Ya estás levantada? - quiso saber.

- Casi - respondió Gia.

- Bueno, date prisa, quiero que vigiles el beicon. Y no te atrevas a dejar que se queme. Quiero que todo sea perfecto el día del cumpleaños de Duddy.

Gia puso los ojos en blanco. El cumpleaños de Dudley... ¿cómo había podido olvidarlo? Gia se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama y, después de sacar una araña de uno, se los puso. Gia estaba acostumbrada a las arañas, porque la alacena que había debajo de las escaleras estaba llena de ellas, y allí era donde dormía.

Cuando estuvo vestida salió al recibidor y entró en la cocina. La mesa estaba casi cubierta por los regalos de cumpleaños de Dudley. Parecía que éste había conseguido el ordenador nuevo que quería, por no mencionar el segundo televisor y la bicicleta de carreras. La razón exacta por la que Dudley podía querer una bicicleta era un misterio para Gia, ya que Dudley estaba muy gordo y aborrecía el ejercicio (de hecho, la deportista era ella), excepto si conllevaba pegar a alguien, por supuesto. El saco de boxeo favorito de Dudley era Gia, pero no podía atraparla muy a menudo. Aunque no lo parecía, Gia era muy rápida y ágil.

Tal vez era por vivir en una oscura alacena, pero Gia siempre había sido delgada y bajita para su edad. Además, parecía mas pequeña de lo que realmente era, porque toda la ropa que llevaba eran prendas de su primo, y era cuatro veces mas grande que ella. Gia tenia el rostro en forma de corazón delgado, con piernas flacas, cabello largo castaño rojizo y ojos de color verde amarronado. En su frente se apreciaba una pequeña cicatriz en forma de relámpago. La tenía desde que podía acordarse, y lo primero que recordaba haber preguntado a su tía Petunia era cómo se la había hecho.

- En el accidente de coche donde tus padres murieron -había dicho -. Y no hagas preguntas.

«No hagas preguntas»: ésa era la primera regla que se debía observar si se quería vivir una vida tranquila con los Dursley.

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