Capítulo 15. El bosque prohibido

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Las cosas no podían haber salido peor.

Filch las llevó al despacho de la profesora McGonagall, en el primer piso, donde se sentaron a esperar, sin decir una palabra. Hermione temblaba. Excusas, disculpas y locas historias cruzaban la mente de Gia, cada una más débil que la otra. No podía imaginar cómo se iban a librar del problema aquella vez. Estaban atrapadas. ¿Cómo podían haber sido tan estúpidas para olvidar la capa? No había razón en el mundo para que la profesora McGonagall aceptara que habían estado vagando durante la noche, para no mencionar la torre más alta de Astronomía, que estaba prohibida, salvo para las clases. Si añadía a todo eso Norberto y la capa invisible, ya podían empezar a hacer las maletas.

¿Gia pensaba que las cosas no podían estar peor? Estaba equivocada. Cuando la profesora McGonagall apareció, llevaba a Neville.

- ¡Gia! - estalló Neville en cuanto los vio -. Estaba tratando de encontrarte para prevenirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un drag...

Gia negó violentamente con la cabeza, para que Neville no hablara más, pero la profesora McGonagall lo vio. Lo miró como si echara fuego igual que Norberto y se irguió, amenazadora, sobre los tres.

- Nunca lo habría creído de ninguna de vosotras. El señor Filch dice que estabais en la torre de Astronomía. Es la una de la mañana. Quiero una explicación.

Ésa fue la primera vez que Hermione no pudo contestar a una pregunta de un profesor. Miraba fijamente sus zapatillas, tan rígida como una estatua.

- Creo que tengo idea de lo que sucedió - dijo la profesora McGonagall -. No hace falta ser un genio para descubrirlo. Te inventaste una historia sobre un dragón para que Draco Malfoy saliera de la cama y se metiera en líos. Te he atrapado. Supongo que te habrá parecido divertido que Longbottom oyera la historia y también la creyera, ¿no?

Gia captó la mirada de Neville y trató de decirle, sin palabras, que aquello no era verdad, porque Neville parecía asombrado y herido. Pobre mete-patas Neville, Gia sabía lo que debía de haberle costado buscarlos en la oscuridad, para prevenirlos.

- Estoy disgustada - dijo la profesora McGonagall -. Cuatro alumnos fuera de la cama en una noche. ¡Nunca he oído una cosa así! Tú, Hermione Granger, pensé que tenías más sentido común. Y tú, Gianna Potter... Creía que Gryffindor significaba más para ti, y eres una chica inteligente. Los tres sufriréis castigos... Sí, tú también, Longbottom, nada te da derecho a dar vueltas por el colegio durante la noche, en especial en estos días: es muy peligroso y se os descontarán cincuenta puntos de Gryffindor.

- ¿Cincuenta? - resopló Gia. Iban a perder el primer puesto, lo que había ganado en el último partido de quidditch.

- Cincuenta puntos cada uno - dijo la profesora McGonagall, resoplando a través de su nariz puntiaguda.

- Profesora... por favor...

- Usted, usted no...

- No me digas lo que puedo o no puedo hacer, Gianna Potter. Ahora, volved a la cama, todos. Nunca me he sentido tan avergonzada de alumnos de Gryffindor.

Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en el último lugar. En una noche, habían acabado con cualquier posibilidad de que Gryffindor ganara la copa de la casa. Gia sentía como si le retorcieran el estómago. ¿Cómo podrían arreglarlo?

No durmió aquella noche. Podía oír el llanto de Hermione, que duró horas. No se le ocurría nada que decir para consolarla. Sabía que, como ella misma, tenía miedo de que amaneciera. ¿Qué sucedería cuando el resto de los de Gryffindor descubrieran lo que ellos habían hecho?

Soulmates IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora