Capítulo 12. El espejo de Oesed

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Se acercaba la Navidad. Una mañana de mediados de diciembre Hogwarts se descubrió cubierto por dos metros de nieve. El lago estaba sólidamente congelado y los gemelos Weasley fueron castigados por hechizar varias bolas de nieve para que siguieran a Quirrell y lo golpearan en la parte de atrás de su turbante. Las pocas lechuzas que habían podido llegar a través del cielo tormentoso para dejar el correo tuvieron que quedar al cuidado de Hagrid hasta recuperarse, antes de volar otra vez.

Todos estaban impacientes de que empezaran las vacaciones. Mientras que la sala común de Gryffindor y el Gran Comedor tenían las chimeneas encendidas, los pasillos, llenos de corrientes de aire, se habían vuelto helados, y un viento cruel golpeaba las ventanas de las aulas. Lo peor de todo eran las clases del profesor Snape, abajo en las mazmorras, en donde la respiración subía como niebla y los hacía mantenerse lo más cerca posible de sus calderos calientes.

- Me da mucha lástima - dijo Draco Malfoy, en una de las clases de Pociones - toda esa gente que tendrá que quedarse a pasar la Navidad en Hogwarts, porque no los quieren en sus casas.

- Mastica bien esa envidia, Malfoy. En esta vida no hay nada que siente peor que ser un mal perdedor. - le dijo Gia con una sonrisa malvada, mientras pesaba polvo de espina de pez león. El chico la miró enfadado, y ella le guiñó un ojo. Disgustado por la derrota de Slytherin, había tratado de hacer que todos se rieran diciendo que un sapo con una gran boca podía reemplazar a Gia como buscadora. Pero entonces se dio cuenta de que nadie lo encontraba gracioso, porque estaban muy impresionados por la forma en que se había mantenido en su escoba. Así que Malfoy, celoso y enfadado, había vuelto a fastidiarla por no tener una familia apropiada.

Era verdad que Gia no iría a Privet Drive para las fiestas. La profesora McGonagall había pasado la semana antes, haciendo una lista de los alumnos que iban a quedarse allí para Navidad, y Gia puso su nombre de inmediato. Y no se sentía triste, ya que probablemente ésa sería la mejor Navidad de su vida. Ron y sus hermanos también se quedaban, porque el señor y la señora Weasley se marchaban a Rumania, a visitar a Charles.

Cuando abandonaron las mazmorras, al finalizar la clase de Pociones, encontraron un gran abeto que ocupaba el extremo del pasillo. Dos enormes pies aparecían por debajo del árbol y un gran resoplido les indicó que Hagrid estaba detrás de él.

- Hola, Hagrid. ¿Necesitas ayuda? - preguntó Ron, metiendo la cabeza entre las ramas.

- No, va todo bien. Gracias, Ron.

- ¿Te importaría quitarte de en medio? - La voz fría y gangosa de Malfoy llegó desde atrás -. ¿Estás tratando de ganar algún dinero extra, Weasley? Supongo que quieres ser guardabosques cuando salgas de Hogwarts... Esa choza de Hagrid debe de parecerte un palacio, comparada con la casa de tu familia.

Ron se lanzó contra Malfoy, justo cuando aparecía Snape en lo alto de las escaleras.

- ¡WEASLEY!

Ron soltó el cuello de la túnica de Malfoy.

- Lo han provocado, profesor Snape - dijo Hagrid, sacando su gran cabeza peluda por encima del árbol -. Malfoy estaba insultando a su familia.

- Lo que sea, pero pelear está contra las reglas de Hogwarts, Hagrid - dijo Snape con voz amable -. Cinco puntos menos para Gryffindor, Weasley, y agradece que no sean más.

- ¿Y la falta de originalidad no va en contra de las reglas de Hogwarts, profesor? - preguntó Gia. Snape arrugó la frente. - Lo digo porque en ese caso debería quitarle mínimo cien a Malfoy.

- ¿Disculpe, señorita Potter? - dijo el profesor, sin entenderla.

- Me refiero a sus insultos. Son mas aburridos que sacar a pasear a una piedra. - Ron y Hermione ahogaron una risa, y Hagrid le sonrió. - Si ya no es por el insulto, es porque una se cansa de escuchar siempre lo mismo. A ver si las Navidades te sirven de algo, y nos traes alguno nuevo. Yo confío en ti, sé que puedes aportar algo al mundo de la comedia. - le comentó a Draco, mirándolo con una sonrisa. Snape la miró sin saber muy bien si reñirle o reírse. Mosqueado, Malfoy se fue dando zancadas, seguido de Crabbe y Goyle, y Snape se marchó a su despacho.

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