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Nota importante: aunque pudiese parecer que ésta es una obra totalmente ajena a "The Amazing Digital Circus", lo cierto es que la temática y la obra sigue retratando a la serie mencionada.

Así que, no se asusten si no ven relación en los primeros capítulos, con el pasar de las páginas entenderán a la perfección toda la obra.

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ACTO I

Capítulo I

Caminando frente al centenar de celdas bañadas en pena y miseria, Vanessa Musolini sentía dirigirse con tristeza inmersiva hacia un futuro en desconcierto total.

Podía sentir el frío propio de un oscuro sentimiento de angustia que brotaba desde lo más recóndito de un ser que lloraba en un mar de agonía: su propia alma.

Sentirse apresada por el compás de sus acciones resultaba no más que definición vaga de aquel pensamiento tan complejo que acarreaba en la mente, y aún así, podría apreciar con calidez fraternal el recuerdo de aquellos a los que un día llamó amigos.

Al ritmo de aquellos aborrecibles pasos que acompañaban su andar, Vanessa Musolini se sumergía en un mar de vivencias pasadas sin darse cuenta.

Era, por definición climatológica, un día nublado. Con ausencia de sol casi en su totalidad, el ambiente se sumía en un tono melancólico desde antes de que cualquier suceso llegara a acontecer.

Se levantó, como todos los días, con un temperamento propio al de una señora de 70 años y no al de una joven de 23. Como todos los días, así era, pero aquel no parecía ser una fecha normal, aquello no precisaba en algo bueno.

Se dirigió, aún bastante somnolienta, rumbo a la parva mesilla que su pequeña cocina ostentaba. Tomó una pequeña rebanada de pan integral ubicado en el estante de alimentos.

El hambre propio a la mañana le hizo comerlo a pesar del sabor amargo que trasmitía a todo su paladar con cada pequeño bocado que daba al alimento.

El paladar le sabía amargo, tanto o más que la rabia que le daba el hecho de no poder lavarse la boca por la ausencia de pasta dental, pues había llegado ajustada al fin de mes, y tendría que esperar hasta el lunes para recibir su paga.

-Bueno, quizá el mundo no fue hecho para gente como yo -dijo con sarcasmo, pero sabiendo que quizá aquellas palabras arrastraban de forma resumida, su tortuosa realidad.

En la tarde de aquel mismo día, tuvo que partir a su empleo. Tenía suerte de no ser una explotada que trabaje de 8:00 am, a 8:00 pm, claro que sí, ella solo lo hacía 5 días a la semana, los sábados el turno era diferente, con unas cuantas horas menos. Sí, definitivamente tenía suerte.

-¿qué tal, Vanessa?, ¿No crees que has llegado un poco tarde? -dijo uno de sus muchos colegas de trabajo en aquel pequeño supermercado.

-Piérdete, Alex -dijo sin mucho interés mientras caminaba a su caja de atención.

-Lo hago cada vez que veo aquellas perlas que llevas por ojos-continuó el chico.

-Y yo lo hago cada vez que veo tu vomitivo rostro. Ahora sí, déjame de una vez.

-Está bien, está bien, pero espero sepas que volveré más tarde, muñeca.

-Idiota.

Y prosiguió, sin mucho apuro con su trabajo.

Soñaba con tener un perro, siempre lo había anhelando, desde niña. Lastimosamente, se tuvo que dar a la idea que quizá nunca podría tener lo suficiente como para poder traer otra boca que alimentar a su pequeño hogar. El dinero que ganaba de su trabajo con suerte y alcazaba para sus necesidades, no quería traer a un animal para verlo sufrir de la inestabilidad monetaria en la que aquella se hallaba sumida.

Aún así, aquello no fue impedimento para que fijara su vista en un pequeño cachorro de pelaje blanco cual túnica divina. Con unos ojos azules marítimos, que no hicieron más que dejarla hechizada desde el primer contacto visual.

No quería ese perro, lo necesitaba. Lo único desalentador en aquello, era el exorbitante precio que el canino ostentaba. Nada la detendría, nada.

Tomó horas extra en su precario empleo. Decidió ajustar sus víveres mensuales y medir su alimentación. Todo aquello para tratar de apaciguar la soledad que, desde muy temprana edad, guardaba en lo más recóndito de su corazón.

Ante la amargura que abarcaba su jornada laboral en su día, un rayo de distracción se asomó desde el mostrador, aquel que dejaría una gran curiosidad en su mente por descubrir de qué se trataba.

-Hola, Sofía, ¿Qué pasó?, ¿Todo bien? -preguntó con cierto tono fraternal, típico en ella.

-¿Me comunico con la hermana de Sofía Musolini Márquez? - respondió una voz gruesa del otro lado.

-¿Sí?, ¿por qué la pregunta? -preguntó, con cierta desconfianza.

-Le habla un médico de las instalaciones del hospital central de la ciudad de Barandí. Su hermana se encuentra hospitalizada de gravedad en nuestras instalaciones.

-...

-su estado de salud es delicado. No creemos que aguante mucho si no recibe una cirugía de urgencia en el transcurso de los días.

-¡¿Qu-qué pa-pasó?

-por favor, jovencita, se le pide encarecidamente que mantenga la calma y baje la voz. Su hermana sufrió un grave accidente automovilístico cuando iba de camino a su trabajo. El conductor del taxi no contó con la misma suerte que tu hermana.

-...

Se le implora que visite nuestras-.

-¡Ya voy!

Cegada por el miedo a la infinita soledad, Vanessa Musolini salió aquel maldito trabajo con el objetivo de llegar lo antes posible con su tan querida familiar, la única que le quedaba.

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Gritos ahogados. /The Amazing Digital Circus\Donde viven las historias. Descúbrelo ahora