Capitulo 7

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Aun no lograba entender que buscaba Alex al presentarse en mi puerta , la separación de Alex ha causado estragos en mí. La ausencia de su presencia es una herida dolorosa  . La ruptura no solo significa decir adiós, sino también una oportunidad para aprender y crecer. 

- ¿Qué estás haciendo aquí? - inquirí con seriedad.

- Vine a felicitarte por tu victoria - mencionó él - Te traje un presente.

- Vete, Alex - le dije fríamente - Deja el regalo allí y lárgate.

De repente, Noah apareció de la nada.

- ¿Quién es  guapa? - preguntó él, y de repente, la tensión en el ambiente creció.
Alex y Noah parecían dos toros a punto de enfrentarse.

- ¿Tan rápido me olvidas? - señaló Alex con sarcasmo - Y con un repartidor, tus estándares parecen haber caído, Samay.

- Escucha, cómo te llames, respeta que esta casa no es tuya - dijo Noah con firmeza justo antes de ser interrumpido por Alex, quien le propinó un puñetazo.
En un instante, mi hogar se transformó en un ring de boxeo improvisado.

- ¡YA! - grité, tratando de poner fin al altercado - ¡PARECEN NIÑOS! SI NO PARAN AMBOS, ¡SE ME LARGAN! ALEX, VETE POR FAVOR - continué exigiendo.

Alex dejó el regalo en el sofá y se retiró, sangrando por la nariz. Aunque quería ayudarlo, sabía que era mejor no profundizar la confianza con el. Mientras tanto, ayudé a Noah a levantarse y fui en busca de un botiquín de primeros auxilios. Comencé a tratar las heridas que Alex le había causado.

- Deja de moverte, no seas llorón - bromeé mientras curaba las heridas - te convertirás doctor, deberías ser fuerte.

Noah, con su sentido del humor intacto incluso en medio de la pelea, respondió burlándose:

- Tú eres pésima consolando. No seas doctora, por favor. Después, tus pacientes se mueren, pero de tristeza.

A pesar del caos, una extraña complicidad se formó entre Noah y yo mientras intentábamos lidiar con la situación. Era un recordatorio de que, a veces, las relaciones más inesperadas pueden surgir en los momentos más tumultuosos.


En un momento, nuestras miradas se cruzaron y Noah suavemente acomodó un mechón de mi cabello detrás de la oreja.

- También te he traído un regalo - mencionó Noah, sacando un cuaderno de su mochila - Es un cuaderno de terapia, anota tus emociones aquí. Sé que te guardas las cosas para ti - dijo con comprensión en sus ojos.

Mis ojos se humedecieron ante este gesto de apoyo y apertura. Finalmente, me sentí entendida. Pasamos el resto de la tarde viendo películas, riendo y compartiendo momentos de tranquilidad. Noah, eventualmente, tuvo que irse; tenía un proyecto que atender.

- Gracias por el cuaderno y por estar aquí - le dije sinceramente mientras se despedía.

- Siempre, Samay - respondió Noah con una sonrisa cálida antes de salir.

Decidí abrir el regalo de Alex, y para mi sorpresa, encontré el libro que tanto había deseado. Era aquel que dejé de comprar para hacer que nuestro aniversario fuera especial. Dentro de la caja, descubrí una carta que decía:

"Hola, sé que es muy descarado de mi parte darte esto. Leí tu libro, es nuestra historia. En serio, ibas a hacer nuestro aniversario inolvidable, por eso compré el libro. Mencionabas que dejaste de comprar un libro por hacerme feliz, bueno, ahora quiero hacerte feliz. Aunque sea tarde, no supe valorarte, pero nuestra historia acabó. Este es mi último regalo para ti. Cuídate, eres maravillosa. Con amor: Alex."

No sabía cómo sentirme. La mezcla de emociones era abrumadora. Era un gesto demasiado bueno para confundirme. ¿Cómo podía seguir queriendo a alguien que me hizo daño? Por primera vez, entendía por qué mi padre le puso Nanda a su querido auto de carreras: la conexión entre el afecto y el dolor. Era un recordatorio de que, a veces, lo que valoramos profundamente también puede ser lo que nos causa más sufrimiento. 

Entre destinos rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora