Cuando el agua gotea, es un sonido curioso y rítmico, dependiendo de la distancia desde donde provenga. Puede incluso ser relajante, se siente ligero y suave.
Cuando la sangre gotea, es diferente. El repicar de la gota es un sonido en específico, suena más denso y pesado al caer contra el charco o la superficie, porque esa gota tiene una espesura en concreto. Y desprende olor, un aroma a hierro oxidado que no se olvida, la mayoría de veces acompañado de otros perfumes como la podredumbre de un cuerpo en descomposición.
Eso, era lo que pensaba Kingsley mientras, de pie en mitad de aquel almacén tras el Roswell Mall, contemplaba semejante escena del crimen.
Le costó admitirlo, pero nunca había visto nada igual.
Al escuchar a Anderson diciéndole a través del teléfono que habían encontrado asesinados a varios hombres de Abraham en un almacén de Roswell, a tres horas de Albuquerque, no se lo creyó demasiado. Prefería esperar a poder ser testigo de ello antes de dar nada por sentado. Tras verlo con sus propios ojos, seguía sin poder creerlo.
Porque aquello no parecía un escenario del crimen cualquiera, aquello desprendía brutalidad lo mirara por donde lo mirara.
Un total de cuatro hombres, blancos y todos entre treinta y cuarenta años. Tres de ellos hombres de Abraham, entre los cuales se encontraba Archie Harris, la ex pareja de Kailan Miller. Identificado por la policía forense de Roswell, que se comprometió a pasar todos los datos, información y fotografías a la propia J.J., que llevaba su parte del caso desde Las Vegas a petición de su tío.
Kingsley se paseó por el lugar con cuidado de no molestar a sus compañeros, que trabajaban haciendo fotografías y tomando huellas, ni de pisar alguna evidencia. Tensó ligeramente la mandíbula cuando el olor nauseabundo se hizo más presente al acercarse a los cuerpos. El cadáver frente a ella, sentado sobre la silla, maniatado a la misma y con la cabeza caída hacia adelante, presentaba múltiples contusiones y hematomas, así como un disparo en la sien.
Una tortura y ejecución en toda regla.
Se trataba de Brendan Baker, el entrenador de Miller. Por lo que Kingsley había averiguado en sus investigaciones sobre el entorno de Kailan, el tipo no tenía familia, ni novia, ni hijos, ni siquiera un perro. Había dedicado su vida enteramente al boxeo y en los últimos dos años entrenó al chico, con quien pareció establecer una estrecha relación familiar.
Primero Elijah, después Brendan.
Empezaba a quedar más que claro a por quién iban Abraham y sus hombres y quién era la víctima de todo aquello.
Caminó unos pasos a la derecha para observar la tétrica escena en diagonal. La pálida luz parpadeante de un alógeno en el techo, iluminando la imagen desde arriba y rebotando en las grises y sucias paredes, lo teñía todo de mayor crudeza y brutalidad. Era como si el propio almacén también se estuviera descomponiendo al compás de los cuerpos.
Uno de los cadáveres tenía roto el cuello, parte de una vértebra asomaba por la garganta y había desgarrado la carótida, por lo que el suelo mugriento y pegajoso era un baño de sangre ya coagulada. El segundo... bueno, a Kingsley le costó unos instantes mirar. Su cabeza estaba aplastada, había estallado como una sandía atropellada por un camión, convirtiendo parte de ella en una amalgama de trozos de cráneo, sesos y globos oculares. Pero el que se llevó la peor parte, era Archie Harris. Sus heridas eran demenciales, más propias del ataque de un oso enfurecido que de un arma común y corriente. Parecía que lo habían destripado atravesándolo con dos machetes enormes que desgarraron sus entrañas al salir de su cuerpo con brutalidad, esparciendo parte de ellas por el pavimento. Kingsley se figuraba que él era el único que había tardado agónicos segundos en morir.
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Hasta que el Infierno se congele
FantasiaTras hartarse de ver los milenios pasar desde su trono y movido por una idea, Lucifer sale del Infierno quebrantando todas las normas. Tras ganar un combate amañado que debía perder, Kailan Miller huye del ring en mitad de la madrugada. Un coche ca...