Capítulo 15. Mi ángel de la guarda

89 8 33
                                    

Atlanta, Georgia. Julio de 2022.

Cuando el cuerpo de un casi inconsciente Kailan cayó contra el suelo del sótano, Azrael ni siquiera sintió pena por el chico, sobre todo sabiendo lo que a este iba a sucederle. Sobre todo, habiéndolo empujado él bruscamente contra el pavimento. A Azrael bien poco le importaba su bienestar, lo necesitaba muerto y lo necesitaba cuanto antes. A más tiempo siguiera vivo, más posibilidades había de que se cumpliera la profecía.

Que lo matara el hombre que en parte le dio la vida le pareció hasta poético, como un ciclo que se cierra, como si un humano muriera el día de su cumpleaños. Era el plan perfecto. Kailan moría, la profecía no se cumplía, Lucifer iba a por él tras perder la cabeza y él podría matarlo en defensa propia. A Eligos no pudo matarlo una vez hizo su trabajo o desataría una guerra mucho antes de lo esperado, así que se guardó las ganas para más tarde. Pronto tendría una nueva oportunidad.

Kailan se removió en el suelo intentando erguirse, levantando la cabeza para observar a su progenitor con auténtico miedo en los ojos. Apretó los dientes y se frotó la nuca, ahí dónde Eligos le había atizado momentos atrás cumpliendo su parte del trato. La luz blanca y parpadeante del sótano le taladraba justo detrás de los ojos y el olor a humedad y madera antigua, que desprendían las vigas del techo y las paredes de cemento desconchado por el que se dejaba entrever el ladrillo rojo, le estaba contrayendo el estómago, por lo que tuvo que hacer su mayor esfuerzo para no vomitar. No fue fácil, el mareo por el golpe no estaba siendo algo sencillo de tolerar y toda la habitación le daba vueltas mirara donde mirara. Apoyó las manos en el suelo para recuperar el equilibrio, pero tan solo le sirvió para sentir el tacto áspero y polvoriento del mismo. Quiso recordar algo desde el golpe hasta entonces, pero le fue imposible, todo era negro en su mente, no había nada que le pudiera ayudar a ubicarse. Lo único que sabía era que estaba en un sótano antiguo y de aspecto abandonado, con algunos atriles, mesas amontonadas frente a viejos cuadros de los que no lograba ver sus dibujos y bancos largos de madera.

—Cómo le he prometido antes... aquí lo tiene —dijo el ángel con una orgullosa sonrisa, señalando al humano a sus pies—. Espero que sepa cuidar muy bien de su hijo para que no se vuelva a escapar de casa.

Ese comentario plagado de ironía hizo que Abraham sonriera triunfante, frotando sus manos. Enterarse por boca de ese extraño desconocido que le estaba ayudando de que su hijo le había vendido a la poli, no fue agradable. Una parte de él ya lo esperaba, era esa la razón por la que intentaba matarlo, al fin y al cabo. Le iba a hacer pagar caro haberle intentado tender una trampa con sus engaños para que le detuvieran y después se reuniría con sus socios, todos los problemas estarían resueltos en cuestión de un par de horas. Miró a dos de sus hombres, los pocos fieles que ya le quedaban tras perder gran parte de su fortuna tapando los agujeros que ese maldito crío inútil y fracasado le había provocado, y movió la cabeza en dirección a él.

—Que no te quepa duda —sentenció antes de escupir en el suelo ante su hijo, observándole con el mayor de los desprecios—. Te garantizo que vas a morir como murió el perro de tu tío Raúl. Será cosa de familia.

Kailan intentó con todas sus fuerzas no temblar ni de miedo ni de rabia, pero se quedó en ello en cuanto uno de los dos hombres le asestó una patada en la mandíbula que lo tumbó contra el suelo, seguidas de otro par en las costillas.

Azrael sonrió felizmente ante el grito de dolor y suspiró aliviado. Se dio media vuelta y se dirigió hacia las escaleras de madera vieja dando por terminado su trabajo, aquella vez definitivamente. El Cielo estaría a salvo gracias a él.

Pero sus pies se detuvieron cuando Kailan habló.

—Nunca podrás superar a Samael —gruñó retorcido desde el suelo. Escupió la sangre que teñía sus dientes y lo asesinó con la mirada—. Él siempre será mejor que tú.

Hasta que el Infierno se congeleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora