Capítulo I.

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A menos que le recuerden lo contrario, Kenma se considera adolescente. Aunque no es cierto.

Cumplió veintiséis hace un mes, trabaja como productor de medios para una empresa que vende ropa online y vive solo en su propio apartamento en el centro de Tokio. Sin embargo, a menos que tenga algo físicamente frente a él que le recuerde su edad real y el paso constante del tiempo, Kenma ignora esta información.

Por lo general, el recordatorio es una factura en su correo, una llamada telefónica para recordarle alguna cita médica, un dolor en la espalda o en la rodilla, e incluso no tener idea de qué mierda hablan sus primos adolescentes -realmente adolescentes, en edad y tiempo real- en la cena de navidad. Por lo general el recordatorio es suficiente para darle una pausa, pero no lo suficiente para dejarlo perplejo.

Esta vez, el recordatorio es su mejor amigo de la infancia desnudo en su baño.

Kenma y Kuroo habían sido amigos desde que estaban en la escuela primaria, después de que Kenma se mudara a Tokio con su madre. Su nueva casa estaba al lado de la casa de Kuroo, y sus madres rápidamente se llevaron bien. Aiko, la madre de Kuroo, obligó a su hijo a ser guía del menor dentro de la escuela, y a pesar de no estar entusiasmados el uno con el otro, al final de la semana comenzaron a acercarse más. Al cabo de un mes, ya eran inseparables, cosa que no cambió cuando llegaron a la adolescencia. Comenzaron la escuela secundaria con un año de diferencia y Kuroo, posteriormente, se volvió un jugador famoso de Volley.

Sin embargo, pese a la distancia, permanecieron tan unidos como siempre. Constantemente intercambiaban mensajes de texto, llamadas y videos. Incluso, Kenma más de alguna vez lo acompañó en sus partidos fuera de Japón.

Aunque ambos habían estado atemorizados cuando Kuroo se fue, sus preocupaciones nunca se hicieron realidad. Así como se equilibraban en personalidad, se equilibraban en estilo de vida; cuando Kenma necesitaba un descanso de la universidad, Kuroo lo llevaba por el mundo, a eventos de renombre y fiestas privadas, y cuando Kuroo sentía que la fama lo abrumaba, Kenma le enviaba recuerdos de su hogar, le organizaba noches de cine o le contaba historias de la vida universitaria.

Eran tan jodidamente compatibles que, cuando eran más jóvenes, mucha gente sospechaba que estaban saliendo. Incluso sus madres les habían preguntado, en más de una ocasión, si uno de ellos tenía interés en el otro. Sin embargo sus respuestas siempre fueron las mismas, eran mejores amigos y nada más.

Claro, eran afectuosos, se decían apodos románticos e incluso se habían besado en una que otra fiesta luego de que alguna persona les retara en el juego "verdad o reto", pero nunca significó nada.

Kenma había visto crecer a Kuroo, vio cómo fue un niño que creció a un adolescente incómodo y se convirtió en un adulto seguro de sí mismo. Y sus sentimientos por su mejor amigo nunca habían cambiado, nunca había desarrollado alguna atracción hacia él.

Hasta ahora.

El pelinegro se encontraba de espaldas a él con la toalla en una mano mientras se secaba el pecho. Su cuerpo brillaba con el agua de la ducha convertida en pequeñas gotas que se adhieren a su piel y la recorren con calma. Kenma no puede evitar dejar que sus ojos admiren cada centímetro de sus suaves brazos tonificados que se flexionan con el movimiento.... Su aliento se queda atrapado en su garganta cuando llega a su trasero. También está tonificado, se dice a sí mismo, y solo tiene un momento para pensar que no debería estar observando antes de que Kuroo mire sobre su hombro, alarmado por el pequeño y casi inaudible sonido que había escapado de la boca del teñido.

-Kenma -sus ojos se abren un poco pero no hace el esfuerzo de cubrirse con su toalla rápidamente.

Los ojos dorados de Kenma siguen automáticamente su movimiento antes de darse cuenta de lo que está a punto de ver.

Mejores amigos ; kuroken (adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora